Su sello ha sido la elegancia mezclada con la frescura de su juventud, pero también la sobriedad. Catherine Middleton, la duquesa de Cambridge y mejor conocida como Kate, llamó la atención del mundo con el collar que acompañó su traje negro del diseñador francés Roland Mouret, y que es el mismo vestido que lució hace dos años en el Royal British Legion Festival of Remembrance.

Pero este atuendo no es lo único ni lo más importante que volvió a usar Kate para el reciente funeral del príncipe Felipe, celebrado en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor. El collar, que más bien es una gargantilla de perlas japonesas, ya antes había resaltado el glamour de la esposa del príncipe William en la celebración de las bodas de platino de la reina Isabel II y el difunto duque de Edimburgo.

Esta joya, que también la llevó Lady Di en 1982 para asistir a la presentación oficial de la reina Beatriz de Holanda en el Hampton Court Palace, hace parte de la colección personal de la reina.

La historia de la gargantilla, llamada en inglés Japanese Pearl Choker, es muy particular. El collar de perlas de cuatro hebras, unido en el centro con un broche de diamantes, fue un encargo que la misma Isabel II le hizo a la casa joyera Garrard, ya que quería lucir las perlas que recibió de regalo del gobierno japonés en una de sus visitas oficiales.

Dicen que Garrad, creadora del anillo de compromiso de Kate, que tiene zafiro y diamantes, también se inspiró en Diana para diseñar el collar de perlas.

El anillo que Kate heredó de Diana, que además está rodeado por 12 diamantes, era una joya asequible para cualquier persona, lo que le disgustó mucho a la casa real. Sin embargo, ahora está valorado en más de 500 mil dólares.

Por esta razón, no es equivocado que se haya interpretado la elección del collar de perlas, y de los aretes que completaron el ajuar, como un homenaje de Kate a dos de las mujeres más importantes en la vida de su esposo: su abuela y su madre, pero también al propio duque de Edimburgo, ya que los pendientes fueron un regalo de matrimonio de él y la Reina, que duró 73 años.

En lo que concierne a la Casa Garrard, esta fue la oportunidad para que los londinenses volvieran a aparecer en los titulares junto a la realeza británica. En 2007, la joyería más antigua del mundo, en ese entonces en cabeza de David V. Thomas, perdió su sitio como exclusivo de la Corona y fue remplazada por el joyero Harry Collins, quien ya va a cumplir 15 años en su labor de conservar y reemplazar las joyas reales.

A lo largo de su historia, la Casa Garrard (antiguamente Asprey & Garrard), fundada en Londres por William Asprey, fue contactada por primera vez en 1735 por Frederick, príncipe de Gales, y en 1843 la reina Victoria la nombró joyera de la corona.

De otro lado, se sabe que el amor de Isabel II por las perlas comenzó gracias a una tradición familiar iniciada por María de Teck, su abuela. Según Leslie Field, autora del libro Las joyas de la Reina, Isabel le dio a cada una de sus hijas una perla cada año en su cumpleaños, “de modo que, para cuando llegaban a los 18 años tendrían suficientes perlas para un collar”, le contó la escritora a People.

Aunque Kate no hace parte de esa tradición familiar de la realeza británica, lo que sí es cierto es que mantiene vivo el buen gusto y el glamour de la reina.

Además, la duquesa de Cambridge heredó las joyas de Lady Di: en su testamento, la princesa Diana dejó estipulado que la joyería quedaría dentro de la herencia de sus hijos, “para que así sus esposas, cuando las tengan, las usen”.

¿Qué dirá acerca de esto Meghan Markle? Ella, justo después de su boda con Harry, salió del castillo de Windsor camino a la celebración con un anillo de piedra aguamarina rodeada de diamantes que pertenece a la colección de la princesa Diana.