CUANDO PAREcía que la prensa londinense le había dado una tregua a los líos amorosos de la familia real inglesa, las publicaciones volvieron a enfilar sus baterías. Pero esta vez el blanco no son los hijos de la reina Isabel, sino su esposo, el septuagenario Duque de Edimburgo y el personaje menos publicitado de la realeza británica. Según las versiones, el príncipe Felipe es un conquistador empedernido. Y para no dejar duda, la revista Tatler publica una extensa lista de amistades femeninas. Aunque el príncipe consorte siempre ha mantenido un discreto aislamiento, al parecer el esposo de la reina Isabel ha sabido ejercer, con su nadadito de perro, su vena de conquistador y disfrutar a sus anchas de una perenne compañía femenina. "Desde que nació ha vivido rodeado de mujeres que lo adoran", escribió Tim Heald en su biografía sobre la familia real. Ultimo hijo y único varón del rey Andrew, de Grecia, Philippos fue el consentido de sus hermanas y su caprichosa madre, la princesa Alicia. Contó además con los mimos de sus primas, entre quienes estaban la duquesa de Kent y la princesa Alexandra de Yugoslavia, quien años después, en su biografía, reveló la fascinación que él ha ejercido sobre su parentela femenina. Cuando su padre partió al exilio, sus hermanas -casadas con nobles alemanes- lo adoptaron. Luego, en los años del nazismo, su tía, la esposa del héroe inglés Lord Mountbatten, lo llevó a Inglaterra. Al casarse, Felipe entró a formar parte de otra familia de mujeres que, al morir el rey Jorge VI, quedó conformada por su esposa, su cuñada y su suegra. Y al parecer este hombre, que creció y vivió rodeado de mujeres, aprendió a entender al sexo opuesto. ENCANTADOR DE MUJERES A los 72 años, el duque de Edimburgo sigue siendo un encantador de mujeres. Según la prensa, en los aburridos eventos oficiales que preside siempre tiene a su lado a la mujer más atractiva del recinto. Aun aquellas que quedan a su lado por unos cuantos minutos caen rendidas ante su galantería, como sucedió con la estadounidense Leslie Fiel, una editora de 48 años residente en Londres, quien después de entrevistarlo señaló que le encantaría "ser duquesa" y lo describió como un hombre "que siempre procura hacer sentir bien a una mujer". De eso dan fe numerosas admiradoras internacionales, algunas de las cuales, conquistadas en su años de juventud, siguen profesándole una profunda admiración y afecto como Georgina y Myra Wernher, emparentadas con la familia imperial rusa y a quienes conoció cuando estuvo en Australia. Después de 50 años, Myra Wernher no ha podido olvidar al mejor amigo de su hermano Alex, muerto en la Segunda Guerra Mundial. Y ahora de 68 y casada con sir David Butter, dice: "El es el mejor amigo que se puede tener en el mundo". Ese sentido de la amistad ha sido tenido por el duque en forma especial a las mujeres. Y en sus casi 50 años de matrimonio ha sido fuente de no pocos rumores acerca de furtivas relaciones amorosas. Es el caso de Helene Cordet, a quien frecuenta desde sus años de soltero, cuando vivía en el apartamento de Lord Mountbatten, situado cerca del corazón de la vida nocturna londinense. Helene es una francesa de origen noble, cuya familia partió al exilio en 1922, al tiempo con la familia del duque. Felipe siempre ha tenido hacia esta mujer una lealtad a toda prueba y una actitud en extremo protectora. Fue él quien la impulsó en su carrera como modelo y actriz en sus años de infortunio, y la ayudó en la apertura de un club nocturno. Fue él quien la entregó a su esposo (un oficial francés) en una iglesia de Grecia el día de su boda y, a pesar de estar ya cortejando a su futura esposa, la consoló tras su divorcio. También fue él quien apadrinó a sus dos hijos, Louise y Max, educados en el mismo colegio donde el duque había estudiado -el prestigioso internado de Gordonstoun- al que también fueron sus hijos Carlos, Andrés y Eduardo. Ante tanta deferencia, no han faltado los comentarios que señalan que esos dos niños son hijos del duque de Edimburgo. Una reciente publicación saca a colación el tema señalando que "el príncipe no tiene nada que reprocharle a sus hijos, ya que él mismo se ha sentido, a lo largo de toda su vida, excesivamente atraído por la belleza femenina". Aunque para algunos se trata de una galante amabilidad, escasa en estos días, para otros esa actitud raya en muchas ocasiones con la abierta coquetería. Pero lo cierto es que Felipe de Edimburgo nunca ha tenido que ir muy lejos para encontrar compañía femenina. Las familias reales europeas están repletas de mujeres y, al parecer, las nuevas generaciones han seguido a sus madres y a sus tías en la tradición de encontrarlo irresistible. Una de sus grandes amigas de hoy es la duquesa de Abercorn, de 47 años, hija de una de aquellas niñas Wernher con quien bailó en su juventud. Y otra miembro de su club de admiradoras es la princesa Alexandra, de 58 años, hija de su antigua compañera de juegos la princesa Marina, duquesa de Kent. El rango de edades de las mujeres que el duque frecuenta va de los 35 a los 80 años. Desde Philippa de Pass, quien fuera dama de compañía de su esposa, o Henrietta Dunne, una amiga íntima de la princesa Diana, hasta la princesa Margarita dew Hesse und Rhein, de 80 años, y a quien el duque visita periódicamente en su hermosa casa de verano en Alemania. PINTA Y LINAJE Esa atracción especial que el duque ejerce sobre las mujeres no se debe sólo a su esbelta figura, su extraordinaria simpatía o su gran vitalidad. Por sus venas de Mountbatten corre sangre de cada familia real europea y el linaje, por sí sólo, conquista a cualquier mujer. De ese reducto de admiradoras confesas hacen parte dos aristocráticas viudas: la condesa Jane de -Westmorland, una mujer madura y bella, quien le hace constantes y costosos regalos, y Lady Rupert Nevill, de 58 años -quien fuera la esposa de un secretario privado del duque y hombre de confianza de la reina- su frecuente acompañante en los espectáculos de Sandrigham. Como toda la familia real inglesa, el duque de Edimburgo es un apasionado del deporte ecuestre. Pero mientras la reina ama a los caballos, el duque ama a las equitadoras. Su deferencia por dos bellas y glamorosas amazonas, lady Tollemache, muy amiga de Camila Parker Bowles, y lady Cavendish, despiertan no sólo envidia sino comentarios. Pero aun las mujeres que no hacen parte de la aristocracia británica se esfuerzan por pertenecer al círculo de amistades del duque. El caso más conocido es el de Patricia Kluge, quien alguna vez participó en una película porno y fue bailarina de danza de vientre en Liverpool. Gracias al matrimonio con el millonario estadounidense, John Kluge, ella pudo pagar 50 mil libras esterlinas anuales para utilizar las caballerizas reales de Sandringham, lo que le permitió conocer al duque de Edimburgo, hoy asiduo invitado tanto a su casa de Escocia como a su rancho de Virginia (EE.UU.). Al igual que sucede ahora con los devaneos amorosos de sus hijos, en los años 50 la prensa se mostró preocupada por los constantes viajes del príncipe a bordo del yate real Britannia, donde al parecer daba rienda suelta a su espíritu conquistador. Incluso se llegó a rumorar una ruptura del matrimonio real por culpa de las andanzas del duque, a quien todas las mujeres parecen encontrar irresistible.