María José y Manuela Bernal Viana han alcanzado a una muy temprana edad uno de los mayores honores con los que puede soñar cualquier músico. Las dos jóvenes colombianas tocarán en el prestigioso Carnegie Hall en Nueva York en la primera semana de diciembre. A sus 15 y 17 años, y ambas en categorías diferentes, lograron coronar el primer lugar en el BMTG 6th International Music Competition.
Las dos estudiantes de bachillerato son hijas de una pareja de prestigiosos abogados. Su papá, Carlos Bernal Pulido, ex magistrado de la Corte Constitucional y Comisionado de la CIDH, con sede en Washington, es quizás es uno de los pocos juristas que a ese nivel tiene dos doctorados. Su mamá, María José Viana Cleves, es autora de varios libros, consultora internacional y experta en derecho administrativo.
María José y Manuela cuentan que comenzaron a estudiar música a los cuatro años, cuando sus papás las matricularon en unas clases de musica, en las que jugaban y aprendían ritmos y sonidos. Para esa época las niñas vivían en Australia, pues su papá era profesor de Derecho en una universidad en Sidney. Allí conocieron a una profesora rusa que comenzó a darles las primeras lecciones de piano, un instrumento que no han soltado desde entonces.
Sin embargo, fue en Bogotá en donde la práctica del piano se convirtió para ellas en algo más profundo y relevante. Entraron a la academia de música Juliana Reinat Piano Studios, y han seguido con ella hasta la fecha, aunque ahora toman sus clases por Zoom.
Las hermanas Bernal han ganado en varias competencias internacionales. El piano, cuentan, les ha traído mucha felicidad, pero también ha representado sacrificios. “Obviamente como muchos niños tuvimos días donde sentíamos que no podíamos más, que era muy difícil, pero mis papás siempre han estado ahí para apoyarnos y siempre nos han motivado mucho. Entre las dos nos hemos animado y eso ha hecho este camino más fácil. Nos fascina hacer duetos”, cuenta María José.
Las competencias de piano se volvieron una constante en su vida desde que eran unas pequeñas. “Desde chiquitas, sabíamos que había un concierto y que necesitábamos estar preparadas”, cuenta Manuela. Los nervios siempre llegaban, pero la familia sabía cómo disuadirlos. No eran nada ajenos porque muchos en la familia tocan instrumentos. El magistrado Bernal, por ejemplo, estuvo en la Ópera y toca el violín. Y cuando la tensión comenzaba, antes de esos grandes momentos, solía sacar su instrumento y darles unas noches previas llenas de diversión y acordes. “Una vez tenía que tocar un bambuco y yo no conocía ese ritmo, nunca antes lo había tocado. Mi papá me vio muy tensa, practicando por largas horas, y entonces se acercó y me dijo: ven, vamos a bailar un bambuco para que tú sientas el ritmo y así puedas interpretarlo como si fuera un baile. Son cositas chiquitas que siempre me han marcado”, cuenta María José.
Su mamá también ha cumplido un rol esencial. “Ella tocaba piano cuando era chiquita. Siempre nos animaba, nos motivaba y nos enseñó las cosas que ella sabía, hasta que, como dice mi mamá, nosotras ya sabíamos más que ella y no nos pudo enseñar más, pero nos seguía motivando”, asegura María José. Las dos cuentan que sin su entrega, para poner siempre como prioridad lo que se necesita para cada presentación, como encontrar los vestidos, grabarlas las piezas por horas, llevarlas a las clases, y llenarlas de seguridad, nada habría sido posible.
Las dos cuentan también que quizás lo más valioso que les han enseñado sus papás frente al piano, es a tener la certeza de que el día que no quieran, siempre está la posibilidad de no hacerlo. “Nos repiten que el piano existirá siempre que nosotras queramos en realidad. La música trae gozo a nuestra familia. Y de pequeñas nos daba mucha felicidad tocar en las reuniones y especialmente a nuestros abuelitos”, narra María José.
La profesora Reinat ha sido la gran impulsora de que las dos hermanas toquen de manera profesional. “Ella nos preguntó si queríamos tocar solo por diversión o si queríamos llevar el piano a otro nivel y acudir a competencias. Las dos quisimos experimentar y después de ir a la primera competencia nos encantó la experiencia. Teníamos 8 años y desde ese entonces no hemos parado”, cuenta Manuela. A esa edad, las niñas tocaron con la Sinfónica en Bogotá.
La primera vez que fueron a una competencia internacional fue en Indiana, Estados Unidos. Allí se realiza la Carmel Klavier International Piano Competition for Young Artists. Llegaron a las finales, pero no ganaron el primer lugar.
Una competencia de piano reúne a los mejores de los mejores. “Obviamente, tienes que tener los menores errores posibles, pero la interpretación es lo más importante. En las competencias internacionales todos saben tocar y todos han practicado. Todos los participantes lo hacen casi perfecto. La gente se exige mucho. Sin embargo, muchos de esos músicos son muy serios y tocan muy tensos. Nuestra profesora nos ha enseñado que la interpretación y mostrar que verdaderamente uno ama el piano es lo que hace que los jurados noten algo diferente”, asegura María José.
Manuela cuenta que su profesora les da a veces piezas latinas que a ellas les gustan mucho, pero que también las hace diferenciarse del resto de los participantes. “En las competencias siempre se busca algo diferente y transmitir una emoción”, asegura.
Por años, las hermanas han participado en duetos. Pero en esta última ocasión decidieron lanzarse solas, cada una en una categoría distinta. “Ganamos el grand prize, que significa que tuvimos un puntaje perfecto por parte de todos los jurados”, explica Manuela.
La presentación que tendrán en el Carnegie Hall el primero de diciembre, se trata del Winners Concert, en donde tocarán todos los que obtuvieron una destacada participación en el concurso. El lugar, icónico en Nueva York, ha sido el escenario donde han tocado los más prestigiosos artistas, desde Chaikovski, Rajmáninov, Maria Callas o Luciano Pavarotti.
Las hermanas Bernal cuentan que lo más importante para este camino que han labrado es la pasión. Practican todos los días y a veces dejan de lado actividades propias de la gente de su edad. Pero lejos de quitarles tranquilidad, aseguran que les ha enseñado a ser más organizadas y les ha permitido conocer gente maravillosa de todas las culturas del mundo.
Ya les falta poco para graduarse, a María José dos y a Manuela tres años, pero dicen con mucha seguridad que quieren estudiar una carrera diferente a la música. “Yo creo que el piano siempre va a ser un hobby, pero yo no creo que nos vamos a dedicar a eso. A mí me interesa y siempre me ha interesado lo que hace mi papá. Me gustaría mucho estudiar derecho o quizá literatura, porque me encanta escribir”, asegura María José.
Manuela afirma que todavía no ha decidido que quiere para el futuro, pero que obviamente el piano está muy presente en sus sueños. “Seguir tocando mucho y seguir en conciertos me parecería genial”, asegura.
De lo que sí están totalmente convencidas es de que les queda una vida entera para tocar juntas. “Tocamos en orquestas, en grupos musicales, en la iglesia. Hemos pensado dar clases de piano a niños pequeños. Eso sería genial para nosotras”, cuenta Manuela. Como hermanas, compartir la vida y la pasión por el piano ha sido una gran bendición. “Nos comprendemos muy bien y dedicamos un tiempo en el día para practicar juntas y sacar lo mejor. Las dos sentimos una pasión especial por el piano y buscamos transmitir esa emoción en cada interpretación”.