Melinda French, la antigua esposa de Bill Gates, había tenido recientemente días muy grises. Tras su separación con el magnate, los medios no habían escatimado en revelar detalles de su vida privada y especialmente los errores que cometió su exmarido y que dieron por terminado esa idílica historia de amor.
Pero mejores tiempos le han llegado a la familia. El amor flechó a Jennifer, su hija mayor, quien contraerá matrimonio este fin de semana. El asunto, como era de esperarse, ha sido la comidilla del jet set de Nueva York, la ciudad donde se realizará la boda. Y varios paparazzis están detrás de la nueva pareja.
Algunos medios han logrado revelar detalles de ese acontecimiento, guardado con recelo por la familia. Por ejemplo, el Daily Mail aseguró que se están hospedando en el lujoso hotel Greenwich, donde las habitaciones pueden valer hasta 10 millones la noche. Y que tienen un sistema de escoltas con más de siete hombres en cuatro vehículos.
La hija de Gates fue vista con su mamá en el icónico hotel Plaza, uno de los símbolos de la lujosa gran manzana.
El diario inglés cuenta más detalles. Por ejemplo, que se están construyendo tiendas de campaña en la granja de caballos de 124 acres y $ 16 millones de dólares que sus padres le regalaron a Jennifer en North Salem, Nueva York, y que fue un obsequio por haberse graduado de la Universidad de Stanford en 2018.
Por cuenta de la pandemia y para resguardar la privacidad, la boda se realizaría allí. La joven pareja espera que se pueda hacer en sus prados y por eso la infraestructura para acondicionarlos ha sido monumental y que producido la queja de varios vecinos.
“Ya no había amor”
Los detalles sobre la separación de Bill y Melinda Gates han sido unos de los secretos más buscados por la prensa del corazón. La pareja de magnates parecía vivir un cuento de hadas. Por eso, el anuncio de su divorcio sorprendió al mundo.
Sin embargo, poco a poco se han conocido las razones de esa ruptura. El diario The New York Post reveló una conversación que tuvo con uno de los grandes amigos de golf de Bill Gates. Según el relato, fueron ellos los primeros en conocer que las cosas no andaban bien entre la pareja.
Bill habría descrito en un día de juegos su matrimonio como una unión “sin amor”. El testimonio anónimo de esa fuente cercana al fundador de Microsoft deja ver la desilusión que el magnate tendría por la vida de pareja que llevaba.
“Bill habló con sus amigos cercanos en el campo de golf”, le relató al diario. “Él les dijo hace un tiempo que el matrimonio no tenía amor, que había terminado por algún tiempo y que estaban viviendo vidas separadas”, agregó.
Gates, según el periódico, es un fanático del golf y tuvo en el campo del Manele Bay Hotel en Hawái uno de sus momentos de enamoramiento de Melinda. Se dice que ha estado recluido en un condominio exclusivo mientras pasa esta mala racha. El lugar sería The Vintage Club en Indian Wells, California, que se anuncia a sí mismo como “uno de los campos de golf más prestigiosos de los Estados Unidos”.
Vea el reportaje de Dora Glottman sobre el divorcio de los Gates
El divorcio del año
Bill y Melinda, ella tan nerd como él, siempre dieron la impresión de ser la pareja de multimillonarios perfecta, pues nunca reflejaron la arrogancia ni las peleas típicas de otros matrimonios de su clase. Se ganaron, además, la admiración del mundo porque se han desprendido de buena parte de su riqueza en busca de soluciones para problemas como la pobreza y las enfermedades.
Pero la semana pasada dejaron atónito al planeta con un giro inesperado. “Ya no podemos crecer como pareja”, dijeron, al anunciar que ‘parten cobijas’ tras 27 años de unión.
Cuando su relación apenas comenzaba, él insistió con esta petición: “¿Saldrías conmigo por dos semanas a partir del viernes?”, y ella respondió: “Eso no es espontáneo”. Al rato, la llamó a su casa y le preguntó: “¿Es esto lo suficientemente espontáneo para ti?”.
Tras siete años de noviazgo, el paso al matrimonio no fue fácil. Él era adicto al trabajo, así que a Melinda le tomó largo tiempo convencerlo de tomarse unas vacaciones.
Ni la decisión de llevar al altar a Melinda se salvó de la tendencia de Gates a analizarlo todo matemáticamente. En una pizarra anotó los pros y los contras de casarse, “pero por dentro estaba el alma de ese hombre tierno, cálido y curioso”, en palabras de ella.
Se casaron el primero de enero de 1994 y, tal vez, desde ahí comenzaron a formarse subrepticiamente las grietas que ahora han dado al traste con su felicidad.
En ese momento, él ya era uno de los hombres más ricos del globo y contaba con el prestigio de ser el genio que revolucionó la sociedad con la popularización del computador, el PC. No solo estaba en su apogeo como cabeza de Microsoft, sino que empezaba a descollar como líder mundial, lo cual lo obligaba a viajar todo el tiempo.
En un mes podía cubrir India, China y países de África, en tanto ella se quedaba en casa cuidando a sus hijos, Jennifer, Rory y Phoebe, hoy de 25, 21 y 18 años, respectivamente.
A Melinda se le hacía duro lidiar con eso y le preocupaba volverse “invisible”. “Me sentía muy frustrada y le decía a Bill: ‘Esto es demasiado y tú nunca estás en casa’. Entonces, él ponía su mano en mi rodilla y me contestaba: ‘Melinda, a donde quiera que vayamos siempre estaremos juntos’”.
Cultivaban su historia de amor con detalles como la pasión por El gran Gatsby, la célebre novela de F. Scott Fitzgerald. Fundaron un club de lectura, que hoy subsiste, y se aficionaron a la meditación.
Si caminaban por el campo, él siempre iba adelante, asegurándose de que no hubiera telarañas, pues ella las detesta.
Las hermanas de Gates cuentan que él siempre fue muy tímido y que la gran labor de Melinda fue sacarlo de sí mismo. Mientras que él se enfocaba en los hechos y la estadística, ella lo hacía en el corazón y la emoción.
Así mismo, ella no lo “malcrió” en la casa por ser tan rico. “Él lava los platos, lleva a los niños al colegio y saca al perro”, contó en una entrevista, en la que también relató que cada tarde dejaban sus oficinas gemelas en la fundación para cenar con sus hijos.
“Eran sencillos y nunca cayeron en la trampa de la riqueza”, señaló un allegado.
Pero en los últimos años afrontaron varias crisis. Cuando él dejó su puesto como directivo de Microsoft y otras de sus empresas fue justo para pasar más tiempo en familia. Pero ni ese ni otros esfuerzos sirvieron.
No se ha confirmado que haya un tercero en discordia, aunque ha causado sensación la revelación de que, desde que se casaron, acordaron que él podía pasar “un fin de semana largo” cada año con su exnovia Ann Winblad.
También se ha hablado de Zhe ‘Shelly’ Wang, una intérprete que trabajó en la fundación de los Gates.
La mujer lo desmintió, pero ha llamado la atención que no se ha aclarado con quién habría sido el presunto affaire, si con Bill o con Melinda.
La otra gran pregunta es qué va a pasar con la fortuna. La prensa de Estados Unidos asegura que se casaron sin acuerdo prenupcial y que las leyes del estado de Washington consagran la partición por mitades.
Empero, en la demanda de divorcio, ella pide que se honre un “contrato de separación” que ya tienen.
Está en juego, ciertamente, una fortuna fabulosa. Los Gates tienen 129.300 millones de dólares, según Forbes, aunque para otros la suma asciende a 146.000 millones.
Son los mayores terratenientes de Estados Unidos, con posesiones que equivalen al tamaño de Hong Kong.
A lo largo del país poseen varias casas, la principal de las cuales, Xanadú 2.0, en Seattle, mide más de 6.000 metros cuadrados y cuenta con seis cocinas, salón de baile para 150 personas y garajes para sus 23 carros, por citar solo algunos lujos.
Son dueños de varios aviones, colecciones y acciones en Microsoft, Four Seasons y Canadian National Railway, entre otras firmas. Si reparten todo por mitades, Melinda se convertiría en la segunda mujer más rica del planeta, después de Françoise Bettencourt Meyers, que posee 83 millones de dólares, y por encima de MacKenzie Scott, la exesposa de Bezos.