Desde 1961 y durante cinco años, Nadia Majald dejó de ver a su esposo Eli Cohen. Sabía que trabajaba en la Mossad, el servicio de inteligencia del gobierno de Israel, y que andaba en una misión secreta, pero no conocía los detalles y tampoco podía preguntarlos. Así que se conformaba con verlo algunas veces, cuando viajaba de sorpresa a su casa de Bat Yam, una localidad cerca de Tel Aviv. El resto del tiempo, ella sufría criando sola a sus tres hijos, mientras él vivía en un edificio de lujo en Damasco, la capital de Siria. Allá se hacía llamar Kamal Amin Ta’abet, un supuesto magnate sirio que había regresado a su país.
Con ese disfraz, Cohen había logrado acercarse a altos funcionarios del gobierno de Siria, enemigo de Israel por razones políticas y territoriales. Y como si eso fuera poco, había accedido a instalaciones militares y a secretos de guerra que reportaba juiciosamente a su país. Era tan buena su fachada, que se había convertido en amigo del presidente Amin al Hafez y en el alto gobierno circulaba el rumor de que este lo iba a nombrar viceministro de guerra. Hasta que todo se derrumbó a mediados de 1965, cuando lo descubrieron y lo ejecutaron. Bajo el nombre de Kamal Amin logró hacerse amigo del presidente sirio, quien casi lo nombra viceministro de defensa. La historia de este hombre nacido en Alejandría, Egipto, inspiró El espía, una nueva serie de Netflix, dirigida por Gideon Raff. Allí Sacha Baron Cohen, reconocido por Borat (2006) y El dictador (2012), interpreta al protagonista y muestra las vicisitudes que tuvo que vivir para cumplir su misión.
Sacha Baron Cohen, reconocido por ‘Borat’ y ‘El dictador’, interpreta a Eli Cohen. Ha impresionado su parecido con el personaje real. Los padres de Eli Cohen habían llegado a Egipto desde su lugar de origen en Alepo, Siria. Creció en el país de los faraones en una época bastante inestable, en la que la población musulmana abusaba de los judíos. Cuando era joven, sus padres decidieron irse a vivir al recién creado estado de Israel, pero él decidió quedarse para coordinar y liderar movimientos sionistas.
Incluso, alcanzó a formarse como espía durante dos años, lo que lo volvió un objetivo de las autoridades egipcias. En 1957 lo deportaron, junto a otros judíos que vivían en Alejandría, pues Israel había invadido el Sinaí y ambos países estaban enfrentados en la llamada Guerra del Suez. Y aunque en ese momento ya soñaba con convertirse en un espía de la Mossad, al inicio no lo querían aceptar en la agencia de inteligencia. “Tiene un alto coeficiente intelectual, un coraje notable, una memoria estupenda y una gran capacidad para guardar secretos. Pero a pesar de su aparente modestia, es extremadamente vanidoso y tiene muchos conflictos internos”, dice uno de los documentos oficiales de la institución, que lo rechazó dos veces. Para ganarse a los miembros del gobierno sirio organizaba fiestas, que generalmente terminaban en bacanales con alcohol y orgías. Resignado, comenzó a trabajar como contador y se casó con Nadia, a quien conoció en Tel Aviv. Pero a comienzos de los años sesenta, y debido a la creciente tensión con Siria, las autoridades de Israel comenzaron a buscar a un agente que hablara árabe con fluidez y pudiera infiltrarse en ese país. De inmediato pensaron en Cohen, pero él rechazó la oferta, pues ya tenía una vida bastante estable. Unos días después, sin embargo, reconsideró la decisión y finalmente se lanzó al ruedo. Misión imposible Primero que todo tuvo que viajar a Buenos Aires, Argentina, ya con la identidad de Kamal Amin Ta’abet, para contactar a varias figuras clave de la comunidad siria. Allá se hizo pasar por un empresario de la industria textil que soñaba con volver al país de sus padres.
Poco a poco se fue haciendo amigo de funcionarios de la embajada y agregados militares. Uno de esos primeros contactos fue el coronel Amin al Hafez, quien años después sería presidente. Luego de fortalecer la fachada de su personaje en su periplo sudamericano, Cohen finalmente llegó a Siria en 1962 y comenzó a acercarse a los círculos sociales y militares que le podían servir para obtener información confidencial. Para ganárselos, organizaba fiestas, que generalmente terminaban en bacanales con alcohol y orgías. Muchos funcionarios gubernamentales y miembros de distintos partidos políticos terminaron pasando por su casa y allí, en medio de un ambiente distendido, compartían información confidencial.
La serie está disponible en Netflix desde el mes pasado Luego, Cohen comenzó a consolidar relaciones de confianza con algunos de ellos: solía darles consejos políticos, escuchaba sus problemas y les prestaba plata cuando lo necesitaban. También se hizo amante de unas 20 mujeres de familias poderosas de Siria que le contaban lo que escuchaban en sus casas. Así estableció una rutina en la que todos los días, a las ocho de la mañana y a las ocho de la noche, transmitía la información que había recogido a Israel, con una radio que escondía en su casa. Su captura generó una crisis internacional, pues los sirios actuaron rápido y sin reservas: Lo condenaron a muerte, sin derecho a usar un abogado. Para cuando el movimiento político Baaz llegó al poder y su amigo Amin al Hafez se convirtió en presidente, en 1963, Cohen tenía tanta confianza, que podía leer documentos confidenciales sin problemas. Los militares incluso lo dejaban entrar a la base militar de los Altos del Golán, una instalación ultrasecreta desde la que los sirios controlaban parte de la frontera con Israel y una zona estratégica para la región, que aún hoy causa conflictos. Allí les hizo plantar eucaliptos para supuestamente engañar a las autoridades israelíes, aunque a la postre, esos árboles terminaron por señalar la ubicación del lugar. Por esos días, el rumor de que lo iban a nombrar viceministro ya rondaba el alto gobierno sirio. Y a la par de la admiración crecieron las envidias y las sospechas.
El coronel Ahmed Su’edani, quien manejaba la inteligencia siria, estaba seguro de que alguien estaba pasando información confidencial al enemigo. Por eso ordenó hacer un seguimiento a varios funcionarios con equipos de última generación que habían llegado de la Unión Soviética. Así, lograron descifrar una señal con destino a Israel que salía de la casa de Cohen. Cuando entraron a su cuarto lo encontraron justo cuando transmitía información secreta.
Su captura generó una crisis internacional, pues los sirios actuaron rápido y sin reservas: Lo condenaron a muerte, sin derecho a usar un abogado, y aunque personalidades como el papa Pablo VI intentaron interceder para que le salvaran la vida, lo ahorcaron en una plaza de Damasco el 18 de mayo de 1965, en medio de gritos de “traidor”, en una ceremonia transmitida por la televisión. En Israel, en cambio, muchos lo honraron como a un héroe nacional y Nadia lo lloró en silencio. Al final, su información resultó clave para que Israel ganara la Guerra de los Seis Días un año después. El espía había cumplido su misión.