En los listados de las películas más memorables de todos los tiempos, La novicia rebelde (The Sound of Music) siempre tiene un lugar asegurado. En 1966 no solo ganó cinco premios Oscar, sino que compitió durante años como una de las cintas más taquilleras. Casi medio siglo después, la historia de la familia austríaca Von Trapp sigue vigente. Prueba de ello es que aún tiene una gran fanaticada: cuando Oprah Winfrey reunió al reparto en 2010, cientos acamparon a las afueras del estudio de grabación con tal de conseguir un cupo para el programa, e incluso existe una mujer en Gales que ostenta el récord Guinness de ser la persona que ha visto más veces la película: 940.Por eso cada vez que aparece una noticia que involucre a alguno de los integrantes originales del clan, muchos de sus seguidores vuelven a recordar su extraordinaria travesía. Esta semana los titulares corrieron por cuenta de la muerte a los 99 años de María von Trapp, la última sobreviviente de la familia. En La novicia rebelde su personaje se llama Louisa, la tercera de los siete hijos que el capitán Georg von Trapp tuvo con su primera esposa, Agathe Whitehead, quien murió en 1922 de escarlatina. Al enviudar, el barón contrató a María Kutschera, una aspirante a monja, para que cuidara a sus hijos: Rupert (Frederick en la película), Agathe (Liesl), María (Louisa), Werner (Kurt), Hedwig (Brigitta), Johanna (Martha) y Martina (Gretl). El barón, de 47 años, y la novicia, de 22, se enamoraron y se casaron en 1927. Aunque la cinta no lo muestra en detalle, la verdadera razón por la que la institutriz, interpretada por la inolvidable Julie Andrews, llegó a casa de los Von Trapp es que María estaba enferma –contrajo escarlatina al igual que su madre– y no podía ir al colegio. Inicialmente Georg (Christopher Plummer) le pidió que se dedicara a la pequeña y con el tiempo la joven terminó ocupándose de los otros seis niños. “Llegó como mi profesora, y tres años después se convirtió en nuestra segunda madre”, escribió la mujer en la página oficial de la saga. Contrario a lo que cuenta la película, la pareja permaneció 11 años más en Austria antes de radicarse en Estados Unidos, y tuvo tres hijos, Rosmarie, Eleonore y Johannes. Ese periodo fue difícil, pues los Von Trapp perdieron su fortuna en 1932, cuando el banco Lammer quebró. Para sortear la crisis, Kutschera y su esposo aprovecharon el talento musical de los niños. Lo que en casa no era más que un pasatiempo –cantar y tocar canciones del folclor vienés– se convirtió en una importante fuente de ingresos. Con la ayuda de un cura amigo, el coro empezó a cotizarse: además de ganar el primer puesto en el Festival de Salzburgo de 1936, se presentó ante el canciller y el papa Pío XI. Dos años después, en plena invasión nazi, la familia decidió dejar lo poco que había recuperado e irse a probar suerte en Nueva York. Gracias a la fama cosechada en Europa, los Von Trapp pronto llevaron su número al prestigioso Town Hall, donde sus conciertos de navidad se hicieron célebres. Con los ahorros de esos años compraron una cabaña de 27 habitaciones en medio de las montañas de Stowe, Vermont, que les recordaba su antiguo hogar en los Alpes austríacos. Un incendio acabó con la propiedad original en los ochenta, pero el clan la reconstruyó –esta vez, con 96 cuartos– y hoy funciona como un hotel cinco estrellas para esquiadores.El patriarca murió en 1947 y el grupo siguió de gira ocho años más. Precisamente en esa época María Kutschera escribió la historia de su familia en el best-seller The Story of the Trapp Family Singers, que inspiró el musical de Broadway ganador de siete premios Tony. Una compañía de cine alemana adquirió los derechos primero, pero Hollywood no tardó en fijarse en la obra. 20th Century Fox, que pasaba por su peor momento luego de la costosa producción de Cleopatra, se arriesgó a llevar las aventuras de los Von Trapp a la pantalla grande en 1965. Al clan, en general, le gustó la película, aunque casi todos sus miembros estuvieron en desacuerdo con la forma como retrataba a su papá aunque reconocían que sí usaba el famoso silbato. “Él siempre se preocupó mucho por nosotros, especialmente después de que mamá murió. Eso sí, algunas veces nuestra casa parecía un conservatorio de música. Todos juntos tocando al mismo tiempo el piano, la guitarra, el violín, el clarinete y el acordeón. Pasábamos las noches interpretando canciones, liderados por nuestro padre al violín”, recordaba María. Si bien la música siempre estuvo presente en las vidas de los diez hermanos, no todos siguieron ese camino. Dos de ellos, Rupert y Werner, se alistaron en el Ejército, mientras que María se fue de misionera a Papúa Nueva Guinea, donde adoptó a un niño. Ahora que murió, ya no queda ningún integrante de la familia original.Rosmarie, Eleonore y Johannes, los hijos biológicos del capitán y la novicia, están a cargo del Trapp Family Lodge, el enorme resort que mantiene la leyenda viva con tours históricos y hasta proyecciones semanales –todos los jueves en la tarde– de La novicia rebelde. Mientras tanto en Salzburgo la residencia donde la familia estuvo hasta 1938 abrió sus puertas, como hotel y museo, hace poco. A ese fervor se suman las decenas de adaptaciones que cada temporada inundan los teatros de todas partes del mundo, y seguramente en 2015 aumentarán sus funciones para celebrar los 50 años de uno de los grandes clásicos del cine.