Eloísa Fontes parecía tenerlo todo: a los 25 años era una de las modelos brasileñas más reconocidas del mundo. Había aparecido en las portadas de revistas como Glamour y Elle, había desfilado para marcas como Armani y Dolce & Gabbana y las ofertas le llovían de países como Francia, Italia, Alemania o Estados Unidos.
Pero sus problemas de salud mental, incentivados por la presión que vivía dentro de su profesión, le terminaron jugando una mala pasada: hace un año, mientras trabajaba en Nueva York, desapareció sin dejar rastro y sin hablar con su familia o sus amigos. Y nadie volvió a saber de ella hasta comienzos de este mes, cuando la policía de Río de Janeiro la encontró desorientada, caminando semidesnuda por las calles de una favela.
Hasta unos años atrás su historia era la de una persona exitosa. Dejó Piranhas, su pequeña y pobre ciudad natal, a los 17 años, luego de ganar un concurso de belleza y se fue hasta São Paulo, una de las ciudades más grandes de su país. Allá se dio a conocer y dio el salto a las pasarelas internacionales. En Europa y Estados Unidos hizo su nombre y se convirtió en una de las modelos con más proyección.
Su vida personal también parecía ir viento en popa: se había casado con Andre Birleanu, un productor ruso que le llevaba 15 años y con quien tuvo una hija.
Sin embargo, su salud mental no estaba igual de bien. En 2015, solo dos años después de casarse, se separó por problemas en la relación y nunca más volvió a tener contacto con él, que se quedó con la custodia de la niña, que ya tiene 7 años. En algunos viajes a Brasil protagonizó escapadas en las que desaparecía y luego la encontraban caminando por calles y barrios peligrosos. Incluso vivió por un tiempo con un familiar en Minas Gerais, pero de nuevo escapó.
A principios de 2019, y mientras estaba en Nueva York haciendo un trabajo, también escapó de su hotel y cuatro días después la encontraron en White Plains, una ciudad a 40 kilómetros de Manhattan. Unos meses después volvió a desaparecer, pero esa vez nadie la encontró.
Desde entonces, había rumores de que estaba en Brasil y su familia había acudido a los medios de comunicación y a las autoridades para alertarlos de que ella estaba en peligro. Algunos medios locales, sin embargo, reportaron que ella misma había ido a la policía a decir que estaba “bien y feliz”, y que su familia solo quería su dinero y no su bienestar. Nadie pudo confirmar esos rumores, ni su paradero.
A comienzos de octubre, sin embargo, varios vecinos de Cantagalo, una peligrosa favela ubicada entre los barrios de Ipanema y Copacabana, llamaron a las autoridades para reportar que habían visto a la modelo caminando por la zona, semidesnuda. Cuando la policía fue a buscarla, ella se rehusó a recibir ayuda y tuvieron que persuadirla para que subiera a la patrulla.
Actualmente está en un instituto psiquiátrico y un amigo está viendo por ella porque aún no han conseguido que acepte ver a su mamá o a alguien de la familia.
En medio de la preocupación de sus seguidores, una modelo amiga, también brasileña, le dijo al diario Extra de Brasil, guardando el anonimato, que todo se debía a la presión de la industria de la moda y a la fama: “Ella siempre estuvo muy indefensa. Lleva años viviendo sin amigos que solo aparecen cuando quieren. Ha sufrido mucho y probablemente no se lo haya contado a nadie. Yo era modelo como ella, sé cómo funciona este medio”, explicó.