A mediados de los años sesenta, Mario Puzo estaba al borde de la quiebra. Tenía más de 45 años, cinco hijos que alimentar y una deuda de 20.000 dólares con sus familiares, los bancos, varias casas de apuestas y algunos usureros.
Y lo peor: su carrera de escritor naufragaba, pues aunque sus primeras novelas (The Dark Arena y The Fortunate Pilgrim) habían recibido muy buenos comentarios de los críticos, en ventas habían fracasado del todo.
Sus editores, que ya le habían dado un ultimátum, le propusieron que escribiera sobre el mundo de los gánsteres, pues allí veían un gran potencial. Puzo, hijo de inmigrantes napolitanos analfabetas que vivían en Nueva York, no estaba muy convencido, pero en realidad no tenía muchas opciones.
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“Era el momento de crecer y de ‘venderse completo’, como alguna vez aconsejó Lenny Bruce -diría tiempo después-. Así que les dije que bueno, que iba a escribir un libro sobre la mafia”.
Puzo logró crear un drama familiar y se adentró en los códigos y en la estructura de la mafia como nunca antes
No fue tan fácil. Cuando les presentó un resumen de la historia que quería contar, lo rechazaron y se quedó sin plata y sin editorial. Resignado, engavetó sus ideas, hasta que tiempo después se las mostró a otro escritor que conoció en la revista Magazine Management Co, en la que trabajaba de periodista. Este quedó encantado con la historia y se la llevó a G. P. Putnam’s Son, una de las editoriales más grandes del país.
Ellos se entrevistaron con Puzo, le dieron un anticipo de 5.000 dólares y le pidieron poner manos a la obra.
El 10 de marzo de 1969, hace 50 años, finalmente salió a la venta su libro: El Padrino. Tuvo un éxito inmediato. En pocos días encabezó las listas de ventas en los Estados Unidos y durante 67 semanas estuvo en la de los más vendidos del diario The New York Times.
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También llegó a lo más alto en Reino Unido, Francia y Alemania, y en total vendió más de 9 millones de copias en dos años. Esta vez, al contrario de lo que le había pasado antes, la crítica no le dedicó las mejores alabanzas, pero el público sí.
Foto: Más que una historia típica de gánsteres, Puzo escribió una saga familiar. En la foto los actores que interpretaron a los personajes principales en la película de 1972: James Caan (Sonny Corleone), Marlon Brando (Vito Corleone), Al Pacino (Michael Corleone) y John Cazale (Fredo Corleone).
Puzo siempre dijo que El Padrino le gustó menos que otros libros suyos, que lo escribió pensando en ganar plata y que no tiene el rigor literario de sus anteriores novelas. Pero la historia de los Corleone enamoró al mundo y se convirtió en un clásico.
A partir de un hecho real -las cinco familias que controlaban la mafia en la ciudad de Nueva York-, el escritor italo-estadounidense contó la historia ficticia de un clan que entra en guerra con otros rivales.
Pero más que un relato de unos matones sin reservas, que abundaban en esa época en el cine y en la literatura, logró plasmar un drama familiar y adentrarse en los códigos y las estructuras de la mafia como nunca antes.
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Resulta muy curioso que lo escribió a partir de su propia investigación y de sus conocimientos básicos sobre el mundo de los inmigrantes italianos, pues siempre afirmó que nunca se entrevistó con ningún mafioso y tampoco estuvo involucrado en ese ambiente.
Eso sorprendió a los propios gánsteres, que se vieron retratados en una forma hiperrealista.
La obra de arte
Pero solo cuando Paramount Pictures compró los derechos para llevar la obra al cine, tres años después, esta se convirtió en el fenómeno que muchos conocen hoy.
El proceso atravesó toda clase de dificultades: los productores querían una historia vendedora, barata y efectiva. Para eso buscaron a un director joven, bueno pero inexperto, maleable y de origen italiano. Esto último, fundamental para enfrentar las críticas de la comunidad de inmigrantes de ese país, que rechazaba la tendencia a encasillarlos.
Como pocas veces ocurre, la película resulto mejor que el libro. Así, El padrino pasó de ‘best-seller‘ a obra de arte
Francis Ford Coppola reunía todas esas condiciones, pero se negó: el libro no le había gustado para nada.
“Cuando me senté a leerlo por primera vez, mi primera impresión fue de sorpresa y consternación; se parecía más a un libro de Harold Robbins o Irving Wallace, una obra hecha para ganar dinero, llena de sexo y tonterías”, escribió hace poco.
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Pero Coppola estaba cerca de la quiebra, al igual que Puzo cuando escribió el libro, y reconsideró la oferta por física necesidad.
Por eso se sentó a leerlo con más cuidado y, para su sorpresa, descubrió un diamante en bruto: “Detrás de todo, había una gran historia, casi clásica en su naturaleza; la de un rey con tres hijos, cada uno de los cuales había heredado un aspecto de su personalidad. Me entusiasmé con extraer eso de la historia y plasmarlo en la película”.
Foto: Francis Ford Coppola dirige una escena de la película. Al comienzo rechazó al proyecto porque no le había gustado el libro, pero cedió porque necesitaba la plata. Los productores casi no le dejan contratar a Marlon Brando
Escritor y director se sentaron a escribir el guion a dos manos. Coppola se encargaba de una parte, Puzo de otra y luego hacían anotaciones.
Así, lograron desarrollar las mejores partes de la historia (el cineasta siempre dijo que Puzo había enfocado el libro en los personajes equivocados) y la redujeron al drama de los Corleone.
Don Vito, el patriarca fundador del imperio; Sonny, el hijo mayor impaciente por demostrar que podía reemplazarlo, Fredo, irresponsable a insconsciente de la gravedad de lo que sucede a su alrededor y Michael, el hijo menor ausente y poco involucrado que termina por heredar el poder de su padre.
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Faltaban otras peleas con los productores, que querían manejar a Coppola a su antojo. Al inicio le pidieron que por costos trasladara la historia, que transcurre entre 1945 y 1955, a los años setenta. Pero él logró convencerlos de que no era una buena idea.
Ha influenciado tanto a la cultura popular, que introdujo al lenguaje de todos los días frases como “una oferta que no podrá rechazar” o “la venganza es un plato que se come frío”
Luego se resistieron a que contratara a Marlon Brando y a Al Pacino para los papeles de Vito y Michael Corleone. El primero por problemático y al segundo por desconocido. El estudio quería a Edward G. Robinson y a Robert Redford. Pero nuevamente la terquedad del director se impuso.
Y finalmente, tuvieron que reunirse con la Liga Italo-Americana, pues los miembros de la comunidad amenazaban boicotear la película. Solo desistieron cuando les prometieron que en la cinta no iban a aparecer los términos ‘mafia’ ni ‘cosa nostra’.
Al final, Coppola terminó desesperado, ansioso y con ganas de renunciar.
Un ícono del siglo XX
Con tantos problemas, el estudio estaba seguro de que el proyecto fracasaría pero sucedió todo lo contrario. La película rompió todos los récords de taquilla, se llevó los aplausos de la crítica y ganó tres premios Óscar, incluyendo el de mejor película y el de mejor guion, que compartieron Puzo y Coppola.
Muchos dicen que consiguieron un milagro, pues pocas veces una película resulta mejor que el libro que la origina. Pero sí: mientras la novela pasó a la historia como un best-seller más, muchos consideran a la película una obra de arte y casi siempre la clasifican entre las mejores de todos los tiempos.
Hoy, la historia es todo un ícono del siglo XX, y ha influenciado tanto a la cultura popular, que introdujo al lenguaje de todos los días términos como ‘Consiglieri’ o frases como “una oferta que no podrá rechazar”, “mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca” o “la venganza es un plato que se come frío”, entre muchas otras.
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Tuvo un impacto tan grande, que cuando les propusieron a Puzo y a Coppola que realizaran una segunda parte, lo dudaron. Sentían que la historia ya estaba cerrada y que no había mucho por agregar.
Pero finalmente aceptaron porque una parte importante del libro se había quedado afuera: la infancia de Vito Corleone y su ascenso en el mundo del crimen. Coppola decidió alternar esa trama con la de los primeros pasos de Michael después de convertirse en padrino.
Foto: En 1974 Coppola y Puzo escribieron el guion de El Padrino parte II, protagonizada por Robert De Niro, y también fue un éxito. En 1990 hicieron El Padrino parte III, pero no pudieron igualar a sus antecesoras.
Nuevamente se sentó con Puzo y escribieron el guion. Discutieron mucho, pues al comienzo el escritor no quería que Fredo Corleone traicionara a su hermano, ni que la esposa de Michael abortara a su hijo. Pero finalmente accedió.
Así, nuevamente sin mucho convencimiento, lograron el segundo milagro: la secuela resultó tan buena como la primera, y para algunos aún mejor.
La crítica los alabó, el público enloquecido llenó nuevamente las salas y la academia se rindió a sus pies: se llevaron seis premios Óscar y agrandaron aún más la leyenda.
Se volvieron a encontrar en los años noventa, cuando Paramount les propuso hacer la tercera parte de El Padrino. Nuevamente renuentes accedieron
Luego del éxito, Puzo siguió escribiendo best-sellers. Ya sin problemas económicos y con el futuro asegurado, mantuvo su fórmula y publicó Los tontos mueren (1978), El siciliano (1984), La cuarta K (1991) y El último Don (1996). También se dedicó al cine y escribió los guiones de Superman (1978), Superman II (1980), The Cotton Club (1984) y la adaptación de El siciliano (1987).
Coppola, por su parte, se convirtió en uno de los grandes cineastas de finales del siglo XX y se anotó otros éxitos como Apocalypse Now (1979).
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Ambos se volvieron a encontrar en los años noventa, cuando Paramount les propuso hacer la tercera parte de El Padrino. Nuevamente renuentes accedieron, pero el resultado, a pesar de su éxito en taquilla, distó mucho del de las anteriores cintas.
Puzo murió el 2 de julio de 1999 y dejó para la posteridad su gran obra. Porque aunque muchos han visto las películas una y otra vez, relativamente pocos leyeron la novela original.
Ahora que salen nuevas ediciones para conmemorar sus 50 años, incluyendo una en Colombia de Ediciones B, llega una oportunidad inigualable para enamorarse nuevamente de la historia que encantó al mundo.