En enero de 2020, la actriz Lala Kent fue llamada para el papel de hija de Bruce Willis en la película Hard Kill. En una escena, Willis –como padre de la chica– debía protegerla de unos villanos. Para eso, el actor, de 67 años, debía pronunciar una frase que le serviría de guía a Kent para agacharse antes de que él disparara el arma contra el malo de la cinta. En el rodaje, sin embargo, Willis nunca dijo la frase y disparó primero, dejando a Kent sin posibilidad de agacharse.
Ante este comportamiento peligroso, ella fue a hablar con el director, Matt Eskandari, para que le recordara a Willis proferir la frase antes de disparar. A pesar de la advertencia, en la siguiente escena sucedió lo mismo. Willis disparó en el momento equivocado, lo que hubiera podido causar un accidente muy grave. Nadie resultó herido, pero todos quedaron nerviosos con el comportamiento del veterano actor. Ante eso, tomaron la precaución de que nadie estuviera en la trayectoria de Willis cuando tuviera armas en sus manos. Dos años después, llegó la explicación.
El artista, mediante un comunicado escrito por miembros de su familia, anunció su retiro definitivo de la actuación. La determinación tomó a la mayoría por sorpresa, pues casi nadie sabía que sufría afasia, una enfermedad mental degenerativa.
Pero el anuncio no fue inesperado para la industria cinematográfica, que desde 2015 ya notaba que algo estaba mal con la salud mental del reconocido actor. La afasia le quita a la persona la posibilidad no solo de comunicarse, sino también de comprender el lenguaje. De hecho, vivir con dicha condición se compara con estar en un país donde no se habla ningún idioma: los gestos, el lenguaje de signos u otras formas de comunicación no son de ayuda. La gente no logra entender lo que el enfermo está diciendo, ni él lo que los otros expresan.
En 2020, Mike Burns, director de la película Out of Death, también protagonizada por Willis, solicitó por escrito a su guionista reducir a solo cinco las páginas del personaje de Bruce. Además de eso, abreviaron sus diálogos un poco y evitaron los monólogos. Aunque el director no sabía del desorden cognitivo que el actor padecía, era obvio que podía percibir sus síntomas.
Según Los Angeles Times, su deterioro venía siendo tema de rumores en la industria. Al menos 12 personas le hablaron al periódico sobre la preocupación que les causaba la salud mental del actor. Dijeron que la mayoría de escenas, sobre todo aquellas que involucraban un tiroteo, se filmaban con un doble para Willis. Un solo día de filmación resultaba extenuante para él. A Burns le pidieron volver a trabajar con Bruce en la cinta The Wrong Place, aunque antes se cercioró de su estado de salud. Le dijeron que había mejorado, pero, cuando empezó la filmación, notó que estaba peor.
Su mánager quería que solo tuviera dos jornadas de grabación, y los contratos estipulaban que no podía trabajar más de ocho horas al día, aunque a veces solo podía con cuatro. Al terminar la cinta, Burns dijo que no haría más películas con él. Jesse V. Johnson lo dirigió en otro filme de bajo costo: White Elephant. Cuando empezó el rodaje, notó que el actor no era el mismo de antes.
Aunque le dijeron que Bruce estaba feliz, cuando habló directamente con él, este le contestó: “Sé lo que haces aquí, pero ¿qué estoy haciendo yo aquí”?. Miembros de utilería señalan que a toda hora trataban de proteger la imagen del artista, pues, cuando le daban un parlamento, no entendía lo que significaba. “Era como una marioneta”.
Según el diario, todos ellos cuestionaban si Willis estaba completamente consciente de su entorno en el set. Los cineastas describieron escenas desgarradoras mientras lidiaba con su pérdida de agudeza mental y su incapacidad para recordar un diálogo. Para facilitar las cosas, un actor que viajaba con Willis transmitía a la estrella sus líneas a través de un auricular, y la mayoría de las escenas de acción, particularmente aquellas que involucraban disparos, fueron filmadas utilizando un doble. Aun con todas esas ayudas, las grabaciones resultaban todo un reto para él.
A pesar de eso, las ofertas de trabajo siguieron llegando, a tal punto que Bruce participó en 21 películas en los últimos cuatro años. En 15 de ellas, él era el protagonista. La mayoría, producciones de bajo presupuesto (menos de 10 millones de dólares) y de la categoría violenta que se vende bien internacionalmente, en especial si incluye en su elenco nombres como el de Bruce Willis.
Todo esto solo salió a la luz a raíz del anuncio de su retiro, y muchos cercanos a Hollywood han puesto sobre la mesa la manera despiadada como ese entorno maneja la salud mental de sus actores. En lugar de protegerlo, a Willis lo explotaron, dice Joe Ferrillo, un productor ejecutivo, en una columna en The Hill. “Es poco probable que los productores no supieran de las dificultades de Willis. Pero reconocer estos problemas a los inversionistas y a ellos mismos habría acarreado un costo demasiado alto”, afirma. Los productores llamaban a Willis para protagonizar filmes de acción y terror.
Este tipo de historias se caracterizan por un libreto simple. El diálogo importa poco, pues la atención se centra en las imágenes de acción. Para estas cintas, el productor debe recoger dinero fuera de Hollywood, y en ese contexto lo mejor para atraer capital es incorporar un nombre reconocido en su cartel. “Es un mundo que coloca al actor en frente de una cámara, aun cuando su salud mental ha declinado”, dice Ferrillo. Por esas películas a Willis le pagaban 2 millones de dólares, una cifra ínfima para un actor que fue una gran estrella de Hollywood.
Eran filmes que le granjearon una fama perversa y, además, sirvieron de fuente de humillación y burlas constantes contra él. En los Premios Golden Raspberry, que destacan lo peor de la industria, crearon una categoría titulada “peor actuación de Bruce Willis en una película de 2021”, que nominaba al actor por sus ocho interpretaciones en varios filmes mediocres durante el año. Cuando Rumer, hija de Willis, hizo público el diagnóstico de afasia, quedó claro que los Razzies se habían equivocado.
No actuaba mal. Estaba enfermo. En su obra de teatro Misery, en Broadway, llamó la atención “su auricular del tamaño de un teléfono celular de 1984”. En 2019 hizo la película Glass, de M. Night Shyamalan. En este, que sería su último rol estelar, fue criticado, pues parecía en estado catatónico. “Necesitaban a Bruce Willis... y puede que Willis los necesitara a ellos. Puede haber habido un esfuerzo sincero por parte de sus agentes para mantenerlo ocupado y comprometido, como una forma de retrasar lo peor que eventualmente traería su enfermedad”, señala Ferrillo.
Sin embargo, en su opinión, probablemente en algún momento de los últimos dos años, si los informes son correctos, se cruzó una línea ética en la que no se protegió la salud de Willis ni su dignidad como enfermo. Ahora, el actor deberá librar el papel más duro de su vida: el de paciente de una enfermedad degenerativa y devastadora.