El fantasma de Benito Mussolini recorre a Italia. Despertó cuando hace pocos días un nieto del Duce pidió a la Fiscalía de la provincia de Como, cerca a la frontera con Suiza, abrir un expediente para esclarecer su asesinato hace 61 años. La acción judicial ha desatado odios y pasiones, y fuertes enfrentamientos entre los descendientes del dictador, pues algunos se oponen, con el argumento de que no quieren reabrir viejas heridas y recuerdos que nadie desea. Mussolini, el dictador que condujo a Italia al desastre de la Segunda Guerra Mundial, fue fusilado el 28 de abril de 1945 en Como. Esa noche, su cadáver fue llevado a Milán y colgado por los pies al día siguiente en la Plaza de Loreto, junto al de su amante, Claretta Petacci, y a los de otros cinco líderes fascistas. La multitud se ensañó con los cadáveres: los golpeó, les disparó, los apuñaló, los orinó, los escupió y les arrojó piedras.

Por eso, el nieto del Duce, Guido Mussolini, quien trabaja como empleado en una fábrica de quesos en Roma, exige ahora justicia. "Tengo casi 70 años y no quiero morir sin saber la verdad. Creo que, al igual que todos, tengo derecho a saber quién mató a mi abuelo". Tras varios años de intentarlo sin éxito, Guido y su abogado, Luciano Randazzo, consiguieron convencer a los fiscales de la provincia para que abrieran una investigación oficial sobre las circunstancias de la muerte del hombre que prometió a los italianos recuperar la gloria de la antigua Roma. Para la izquierda el asunto es claro. "Mussolini tuvo el fin que merecía por sus abusos y crímenes y estas no son horas para buscar criminales donde no los hay. Es verdad que la multitud se excedió con su cadáver, pero los crímenes que él cometió, que fueron miles en Italia, Europa y África, nunca los pagó", dijo a SEMANA Francesco Beppe, vocero del Partito della Rifondazione Comunista de Italia. Hijo de una maestra y un herrero anarquista, Benito Mussolini (1883-1945) tuvo una educación anticlerical y antimilitarista. A los 11 años lo expulsaron del internado en el que estudiaba por haber apuñalado a un compañero. De joven trabajó como profesor, pero pronto huyó a Suiza para escapar del servicio militar. Allí fue arrestado y deportado, y se vio obligado a enlistarse en Verona. Luego se casó, tuvo cinco hijos, militó en el Partido Socialista y llegó a dirigir el periódico oficial, Avanti! Pero fue expulsado del partido por apoyar la intervención italiana en la Primera Guerra Mundial, y en 1914 creó su propio diario en Milán, Il Popolo d‘Italia, de corte ultranacionalista. A partir de entonces se convirtió en un líder político de talla nacional. En 1919, fundó los Fascios Italianos de Combate, con la consigna de acabar con todos los partidos de izquierda, y se ganó la simpatía del Ejército, la Corona y el pueblo. Gracias al éxito de su famosa ‘Marcha sobre Roma‘ (en 1922), el rey Víctor Manuel III lo nombró primer ministro. Dos años después ya era el dictador, con el pleno apoyo del pueblo, y se dedicó a expandir su ‘imperio‘ con la conquista de Etiopía y la anexión de Albania. Mussolini fue muy afín con Adolfo Hitler, al punto que se convirtió en su aliado en la Segunda Guerra Mundial. Pero su ejército no estaba al nivel de su megalomanía y tras varias derrotas, su caída se hizo inevitable. En julio de 1943, el rey Víctor Manuel III promovió un golpe de Estado, ordenó su encarcelamiento y decidió que terminara el fascismo en Italia. Poco después, los nazis lo liberaron en una operación espectacular, y durante varios meses le entregaron para su manejo una república fascista en el norte del país. Pero nunca recuperaría el poder verdadero. A cambio, la muerte le esperaba. La versión oficial dice que el 28 de abril de 1945, cuando la derrota alemana era inevitable, unos guerrilleros de la Resistencia Partisana lo descubrieron cuando huía rumbo a Suiza, junto con su amante, la actriz Claretta Petacci, camuflado entre 200 miembros del Ejército nazi. Pero no hay una versión definitiva sobre cómo fueron sus últimas horas. La versión aceptada generalmente dice que su arresto causó revuelo entre los Aliados, y los servicios secretos del Reino Unido y Estados Unidos se pelearon por interrogarlo. Y que un famoso guerrillero partisano, Walter Audisio, decidió esa misma noche su suerte: fusiló personalmente al dictador y a su novia y llevó al día siguiente los cadáveres a Milán, para someterlos al escarnio. Audisio divulgó ampliamente esta versión, incluso luego de que se convirtió en parlamentario por el Partido Comunista después de la guerra. Pero a lo largo de su vida, su historia fue cambiando, lo que hizo que los seguidores y los descendientes de Mussolini acabaran por poner en duda su testimonio. Guido Mussolini asegura que no está claro quién ordenó matar a su abuelo y se pregunta si los políticos más importantes de la época tenían interés en silenciarlo. El Duce tenía una amplia red de relaciones e incluso sostenía correspondencia con estadistas europeos como Winston Churchill. Una versión afirma que el ejecutor fue Aldo Lampredi, un líder comunista bajo órdenes de Moscú, y otros dicen que quien disparó fue Max Salvadori, un agente enviado por Churchill para recuperar su correspondencia secreta con el Duce. Lo cierto es que los archivos privados de Mussolini nunca han aparecido. El cadáver del Duce no ha descansado en paz. Fue enterrado en una tumba anónima, bajo el número 384, en el Cementerio de Milán, pero un año después tres fieles seguidores se lo robaron, sin saber qué hacer con él. Así, el cadáver estuvo dos semanas dando vueltas por la ciudad en el maletero de un carro, hasta cuando uno de los ladrones lo entregó, embutido a la fuerza en una caja, a un cura. Entonces la Iglesia y el nuevo gobierno decidieron esconder el cuerpo en el convento capuchino de Cerro Maggiore. Primero lo tuvieron bajo un altar y luego, debido al mal olor, lo encerraron en un armario. Ahí estuvo hasta 1957, cuando el gobierno decidió entregarle los restos a la familia. La nieta del Duce y eurodiputada por el partido derechista Acción Social, Alessandra Mussolini, es la más indignada con la reapertura del proceso. "Hay que dejar el cuerpo de mi abuelo en paz. Está en la cripta familiar y dentro hay una carta escrita por mi abuela Raquel, esposa del Duce, quien le dijo a mi padre Romano: ‘entrego a la historia el cadáver de mi marido Benito tal como me lo ha entregado a mí el Estado italiano, para que nadie pueda seguir tocándolo‘", declaró la líder política. Mientras Guido y los seguidores del Duce exigen iniciar rápidamente la investigación por asesinato, un gran número de fiscales y abogados italianos insisten en recordar que el país declaró una amnistía legal en 1946 para todos los crímenes cometidos durante el final de la Segunda Guerra Mundial. "Con esta iniciativa lo que Guido Mussolini y los seguidores del dictador están logrando es alentar a los movimientos fascistas, que se niegan a desaparecer y quieren convertir a Benito Mussolini en un mártir, algo que deben impedir a toda costa el Estado y la sociedad italiana", dijo a SEMANA el sociólogo Giuliano Grassi, de la Universidad de Milán. El nieto pide justicia y quizá los bisnietos también la pidan, y mientras lo hagan, el fantasma de Benito Mussolini seguirá paseándose como alma en pena por la conciencia colectiva de los italianos.