El rey Carlos III y la reina consorte Camila tuvieron su segunda coronación dos meses después de la fastuosa ceremonia en la Abadía de Westminster en Londres.
A lo largo de la Royal Mile, calle principal de la vieja Edimburgo, se apostaron miles de espectadores, entre los cuales no todos salieron con alegría a aclamar al rey, pues algunos expresaron su resentimiento contra la institución de la monarquía.
Los manifestantes llevaban pancartas en las que se leía “Not my King” (No es mi rey), para expresar su desacuerdo con una institución que ha predominado en las islas por más de mil años.
Los protestantes también pregonaban esa frase todo el tiempo, a lo cual los que sí están a favor de la corona les contestaban “Oh, yes, he is” (Oh, sí lo es).
Escocia fue una monarquía aparte por mucho tiempo. En 1606 integró su corona a la de Inglaterra y en 1707 dejó de ser un trono independiente, pues se unió al Reino Unido, conformado hoy además por Inglaterra e Irlanda del Norte.
Los recuerdos de la vieja historia monárquica siguen siendo un fuerte elemento del orgullo nacional y un reflejo de ello es que cada vez que sube al trono un nuevo monarca, los escoceses le hacen su propia ceremonia de coronación, que, aunque pomposa, solemne y cargada de simbolismo y tradición, no conlleva el derroche de la que tiene lugar en Londres.
La presentación de los Honores de Escocia (joyas de la corona), como se conoce oficialmente a la ceremonia, tuvo lugar en los sitios más significativos de la realeza en Edimburgo, la capital escocesa.
Para comenzar, las joyas, consistentes en la corona, el cetro y la nueva espada de Isabel II (creada especialmente para esta ocasión), fueron conducidos en solemne procesión desde el Castillo de Edimburgo hasta la catedral de St. Giles.
En el desfile de un centenar de personas, tomaron parte representantes de todos los estamentos de la ciudad y miembros de toda clase de fundaciones benéficas, así como ciudadanos que le han prestado un servicio significativo a la comunidad.
El rey Carlos III y la reina Camilla hicieron también un solemne recorrido desde el Palacio de Holyrood, la sede del monarca en la ciudad, a la catedral.
La pareja real fue escoltada por una nutrida y vistosa fila de tropas, conformada por los regimientos de la Household Cavalry, es decir, la guardia personal de su majestad.
Los miembros más importantes del séquito del rey fueron William, heredero al trono, y su esposa Catherine Middleton, que en Escocia más bien usan el título de duques de Rothesay, ligado a la tradición monárquica del país, pues así eran conocidos sus herederos al trono.
Ante la llegada de los reyes, la concurrencia se puso de pie y los vio desfilar por el centro del templo.
A su paso, los hombres inclinaban la cabeza, en tanto que las mujeres hacían una reverencia.
Enseguida, tuvo lugar una ceremonia nacional de acción de gracias, en medio se dio la presentación de los Honores de Escocia al monarca.
Se trata de piezas que con una larga tradición a cuestas. Incluso, son más antiguas que las joyas de la corona que se vieron en la coronación en la Abadía de Westminster, el pasado 6 de mayo.
Fueron usadas en conjunto por primera vez en la coronación de María Estuardo, reina de Escocia, el 9 de septiembre de 1543.
En el momento más solemne del rito, al rey le fueron presentadas las joyas, las cuales él tocó el señal de aceptación.
En los actos también tomó parte el primer ministro de Escocia, Humza Yousaf, quien leyó una pasaje de la Biblia.
De la familia real asistieron además Ana, quien lleva el título de Princesa Real por ser la hija mayor de la fallecida reina Isabel, y el príncipe Eduardo, duque de Edimburgo, hermano menor de Carlos, y su esposa Sophie.
Tras la ceremonia, se detonaron 21 salvas de artillería en honor del rey y tuvo lugar una revista aérea en que aviones como los Red Arrows, con que el Reino Unido venció en la Segunda Guerra Mundial, expulsaron humo blanco, azul y rojo, los colores de la bandera nacional.