Resulta paradójico que Michael Jordan, que en los años noventa llegó a la cima y alcanzó fama estratosférica, era hasta hace poco relativamente desconocido. Jordan se hizo figura en una década mediática distinta a la actual, que todo lo disecciona en redes sociales. Vendió (vende aún) millones de pares de zapatos, protagonizó decenas de comerciales, pero nunca contó su historia. Sin embargo, en tiempos en los que LeBron James ha revivido el debate sobre el mejor de todos los tiempos, Jordan abrió las compuertas. Casi 17 años después de retirarse de la NBA, liga que él y su juego hicieron un fenómeno global, le dio luz verde al primer documental sobre su vida.

‘El último baile’ consta de diez capítulos, de los que Netflix presenta dos por semana. Sigue a Jordan y a sus Bulls de Chicago cuando buscaban su sexto título de la NBA, en la temporada 97-98. Para efectos dramáticos funciona bien, pues la dinastía ganadora ya se agrietaba. Fue un año cargado de tensiones que un equipo de cámaras registró de cabo a rabo. Aquí, ese material al fin sale a la luz. La narrativa va mucho más allá. Salta con fluidez entre ese año y otros momentos claves. La biografía de este afroamericano de un pueblito de Carolina del Norte devuelve el casete a los años sesenta, cuando, de niño, pulió su juego y su instinto mientras competía a muerte con uno de sus hermanos mayores. Tiene voces que lo vieron destacarse en el colegio y en la Universidad de Carolina del Norte, para la cual ganó el campeonato universitario en 1983 con un tiro de último minuto. 

Saltó al juego profesional en 1984. Llegó a un equipo por el que nadie daba un peso, cuyos jugadores llevaban una rutina rocanrolera de trago, cocaína, marihuana y mujeres. No era el estilo de Jordan, quien se dedicó a entrenar y a jugar.  Al tomar nota de su talento desbordante, los dueños del equipo comenzaron a mover fichas para armar algo a su alrededor. En ese proceso, si bien estableció su presencia como el novato del año y un fuera de serie, Jordan perdió durante años. 

El último baile integra también entrevistas con sus colaboradores más cercanos, Scotty Pippen (la otra pieza fundamental de la dinastía), el polémico Dennis Rodman; con su entrenador Phil Jackson y con rivales históricos (y colegas en el Dream Team olímpico de 1992) como Magic Johnson y Larry Bird. También suma color con la voz de fanáticos como Barack Obama, quien recuerda no tener para un boleto, pero que seguía cada paso de ese equipo y su figura. La producción también echa mano de inagotable y fascinante material de archivo. La crítica lo llama irresistible y lo pone a la par (si no por encima) de producciones brillantes como O. J. Simpson: Made in America, que ganó un premio Óscar en 2017. Las generaciones más jóvenes podrán dudar, pero nadie genera tanto consenso incluso entre seguidores que lo sufrieron una y otra vez. Verlo hacer una canasta definitiva se volvió normal, y apreciar sus movimientos, sus ritmos y sus vuelos por los aires bordeó con lo artístico. En el arte de la competencia nunca tuvo rival. Ahora tiene un testimonio a su altura.