Ya han pasado cuatro años desde que el 16 de julio de 1999 John F. Kennedy Jr. murió junto con su esposa, Carolyn Bessete, en un accidente de avioneta. Pero últimamente ha vuelto a ser protagonista de noticias y de portadas de revistas, como lo hizo en vida, por cuenta de un nuevo libro que revela detalles escandalosos sobre su relación. Todo el mundo intuía que su matrimonio no era precisamente el cuento de hadas que parecía ser, pero no tanto como lo muestra el escritor Edward Klein en La maldición de los Kennedy: por qué la tragedia ha perseguido a la primera familia de Estados Unidos por 150 años (The Kennedy curse). Según un extracto publicado en la revista Vanity Fair, lejos de ser la historia de la cenicienta y del príncipe encantado que divulgaron muchos medios, la violencia, la depresión, las drogas y la infidelidad eran el pan de cada día de su vida en pareja.Según Klein, era tan insoportable su situación que meses antes de su muerte ya vivían separados y estaban al borde del divorcio: él se radicó en el hotel Stanhope y ella se quedó en el loft de la pareja, ubicado en North Moore Street, en el barrio Tribeca de Nueva York. "Es imposible hablar con Carolyn sobre cualquier cosa. Nos hemos convertido en dos extraños (.). Ya tuve suficiente de ella. Esto tiene que parar o de lo contrario vamos camino al divorcio", expresó John a un amigo. Su último y fatídico viaje, para asistir al matrimonio de una prima de John, sería un intento por reconciliarse.Su relación empezó con el pie izquierdo. Carolyn llegó dos horas tarde a su propia boda, el 14 de septiembre de 1996, en la isla Cumberland, en la costa este de Estados Unidos. Al parecer tuvo un ataque de histeria porque no le entraba el vestido de novia. Luego de arrojar objetos por la ventana y de gritar a todo el mundo el impasse se solucionó. Este episodio no sólo le generaría un eterno conflicto con su cuñada Caroline Kennedy Schlossberg sino que fue como un mal presagio de lo que sería el resto de su relación.De haber alcanzado a divorciarse seguramente hubieran alegado incompatibilidad de caracteres, porque esa era su principal dificultad. John estaba acostumbrado a los lentes de los fotógrafos, a la persecución de los medios, a su reducida intimidad y, aún más, le encantaba ese estilo de vida. Carolyn, por su parte, no soportaba el acoso y el hecho de haberse convertido súbitamente en una celebridad, algo que nunca supo manejar, la llevaría a ser una mujer agresiva y depresiva. Diferían incluso en temas tan importantes como los hijos. Según el libro John soñaba con tener una familia, incluso había escogido un nombre para su primogénito: Flynn. Pero Carolyn no estaba dispuesta: "Odio vivir en una pecera, le confió ella a un amigo. John puede sentirse cómodo viviendo así pero yo no. Yo no me siento capaz de traer a un niño a esta clase de mundo". ¿Pero cómo podía quejarse ella si el soltero más codiciado, el que había salido con estrellas como Madonna, Daryl Hannah y Sarah Jessica Parker la había escogido como su esposa? En realidad Carolyn sentía que había tenido que renunciar a muchas cosas, a su vida privada y a su ascendente carrera como publicista en Calvin Klein. Lo que al parecer no estuvo dispuesta a dejar fue a un viejo amor. De acuerdo con Klein la señora Kennedy no había podido olvidar a Michael Bergin, un modelo y actor a quien conoció mientras trabajaba en Calvin Klein. "Todavía después de haber conocido a John, y de estar viviendo con él, ella continuó su relación con Bergin", cuenta el autor, quien entrevistó al ex guardián de la bahía: "Carolyn y yo teníamos un amor muy intenso. Fuimos inseparables durante un par de años y en mi corazón sé que seguía enamorada de mí, incluso después de su matrimonio con John Kennedy. Algunas cosas simplemente nunca terminan". En el texto Klein cuenta que en una de sus tantas discusiones Carolyn gritó a su esposo que aún mantenía relaciones sexuales con su ex.Pero no sólo le era infiel. La mujer que John admiraba por su clase y elegancia, por su fuerza, porque le recordaba el estilo de su madre, Jackie, empezó a convertirse en una persona violenta que lo agredía constantemente. "Una vez él tuvo que ir de urgencia al hospital para que le curaran una grave herida en su muñeca derecha. El dijo que todo había sido resultado de un estúpido accidente casero. Pero sus amigos sabían que Carolyn era la culpable", explica Klein. Lo que John no podía pasar por alto era la adicción de su esposa a las drogas: "Coquera", la llamó en una ocasión cuando al llegar a su apartamento la encontró tirada en el piso, despeinada y con los ojos perdidos mientras aspiraba cocaína con un grupo de amigos de la industria de la moda. Esta versión fue confirmada por una de las fuentes de Klein, que trabajaba en George, la revista de John: "Una noche en que John estaba resfriado salí a comer con ella. Carolyn fue al baño al menos media docena de veces y volvió a la mesa con huellas blancas alrededor de sus fosas nasales".Como era de esperarse, muchas voces críticas, especialmente las de los amigos de la pareja, han tildado a Edward Klein de mentiroso. A su favor el autor tiene grabaciones de testimonios de 140 personas, el hecho de haber sido amigo personal de Jackie y haber escrito sobre el tema de los Kennedy a lo largo de los últimos 15 años. De todas maneras la única verdad sólo la tenían los dos protagonistas de la historia y, al igual que ellos, ésta se hundió en las profundidades del océano Atlántico aunque, a diferencia de sus cuerpos, nunca será recuperada.