Elianis Garrido se dio a conocer en Colombia gracias al reality Protagonistas de novela. Era 2012 y para entonces era una joven costeña e impetuosa que desde niña soñaba con llegar a la televisión.
Hoy, con 36 años, una carrera como abogada que poco ejerció y convertida en una de las presentadoras más reconocidas del país, está a punto de inaugurar un estudio de danza en Bogotá.
Por ello, la artista asegura estar viviendo uno de los mejores momentos de su carrera. En SEMANA, precisamente, confesó por qué el baile ha sido su salvación y cómo pasó de ser la ‘cachaca del barrio’ que bailaba poco, a convertir la danza en el motor de su vida.
SEMANA: ¿De dónde nace la idea de fundar este estudio de danza?
Elianis Garrido: Es un sueño cumplido, a pesar de que en algún momento lo veía muy lejano. La danza ha sido el principio de mi vida en el arte. He sido coreógrafa durante mucho tiempo, unos 15 años, y he enseñado zumba un año, lo que me ha llevado por el mundo: he estado en Japón, en Estados Unidos, y siempre había querido tener mi propio espacio para que mis clientas puedan seguir viendo clases conmigo y a su vez puedan aprender junto a otros profesionales de la danza que pretendo invitar. Ahora, no pretendo formar bailarines profesionales, sino que otras personas encuentren en el baile la misma felicidad que encontré yo. Las personas que no saben bailar serán mi foco principal.
SEMANA: Suena curioso porque en sus inicios usted no sabía bailar y decía que era como la cachaca del barrio...
E.G.: Me encanta ponerme retos y desde niña he sido una mujer de grandes retos. Y si algo me ha motivado han sido los “no” que me han tirado en la cara. Crecí en un barrio humilde de Soledad, en el Atlántico, y soy hija de una mamá paisa y unos abuelos paisas. Entonces, no era que tuviera el baile en la sangre. Y los niños se me burlaban por eso. Pero quería aprender y desde niña me metía en comparsas y eventos, y les pedía a mis amiguitos del barrio que me explicaran, pero ellos no tenían paciencia. Solo aprendí a bailar champeta ya de adulta. Pero la constancia fue mi arma y esa es la motivación que les doy a mis estudiantes.
SEMANA: Dicen que todas las barranquilleras sueñan con ser reinas. ¿Esa fue su historia?
E.G.: Sí; como bailarina, soñaba con ser reina del Carnaval de Barranquilla, pero sabía que con las limitaciones económicas de mi familia eso era imposible. Porque para ser reina, y eso no es un secreto, debes amar el carnaval y bailar bien, pero también tener respaldo económico para pagar vestidos y carrozas. Yo fui reina del Carnaval de la 44, que es alterno. Y espero que una hija mía lo logre. Pero, más allá de eso, soñaba con verme en la televisión. Salir, como fuera. Y aunque ahora soy presentadora, dedicarme a la presentación lo imaginaba más lejano que ser actriz. Porque me imaginaba que uno podía ser actriz así no fuera bonita, pero suponía que para ser presentadora debía ser alta y Señorita Colombia. Pero en algún momento me llamaron para un casting en Amarillo, azul y rojo, de RCN, y tuve la suerte de ganarlo. Ahí empezó todo. Quise estudiar actuación, pero no tuve esa oportunidad económica.
SEMANA: Usted dice que el baile la ha salvado de todo... ¿Cómo es eso?
E.G.: El baile ha sido mi tabla de salvación en todos los sentidos. En mis crisis, mis desamores. Concentrarme física y mentalmente con la danza me obliga a dejar mis problemas a un lado y me ha dado la disciplina para lograr muchas de las cosas que he alcanzado.
SEMANA: Incluso cuando enfrentó el cáncer...
E.G.: Es que el baile es terapéutico. Cuando la palabra indeseable tocó a mi puerta me sentí en un limbo, porque hacía solo un año habíamos perdido a un primo con esa enfermedad. Y mi abuela, mi mamá, mis tías estaban deprimidas. Fue un golpe muy duro. Y esto me llega además en un momento económico difícil, en Bogotá, dando clases de baile en gimnasios a 30.000 pesos la hora o haciendo capítulos de Tu voz estéreo, rebuscándome la vida en la capital y recibiendo portazos en la cara porque había salido de un reality (Protagonistas de novela). Por fortuna, fue un diagnóstico oportuno y de los ocho tumores que me sacaron de un ovario, solo uno dio positivo. Y el baile fue un refugio en ese momento. Lo viví de primera mano y también con otros. Les he dado clases de zumba a mamitas que están en clínicas acompañando el proceso oncológico de sus niños, también a mujeres sobrevivientes. Y he visto en esas historias cómo el baile transforma vidas.
SEMANA: Ahora que hablamos de su salud, usted confesó que sufrió de bulimia. ¿Cómo llegó a esa situación
E.G.: Por la presión de querer ver como no era, por falta de amor propio. Y tuve que cambiar a la fuerza, después de que me dio una gastroenteritis, vomitaba y defecaba sangre, pesaba 42 kilos, tenía la piel llena de granos, se me caía el pelo a manojos, estaba perdiendo las uñas, sufría de colon irritable. Hice un pare. Mi primo había muerto justamente de cáncer de estómago. Mi cuerpo habló y debía escucharlo, debía dejar de meterme el dedo en la boca para vomitar y de sentirme culpable por lo que me llevaba a la boca. Levanté la mano y pedí ayuda, que a veces es lo más difícil. Busqué también ayuda en la alimentación y me alejé de gente que me dejaba malos hábitos.
SEMANA: Usted estudió Derecho. ¿Cómo terminó entre leyes si desde niña le gustaba el arte?
E.G.: Se necesita más que vocación para ser un buen abogado. Se necesita una fuerza mental y una vocación de servicio increíble que al terminar mi carrera me di cuenta de que no tenía. Yo había entrado muy joven a estudiar, con 16 años. En parte porque salía más barato estudiar Derecho que Comunicación Social y en parte motivada por mi mamá, que era artista, y creía que el arte no era una carrera que me diera para vivir, y no quería que yo terminara haciendo obras en un parque y recogiendo monedas. Eso me generó un gran conflicto, no quería dejar atrás cinco años de estudio, pensaba en el qué dirán, pero entendí que la vida es una sola y uno debe hacer lo que realmente lo hace feliz, que en mi caso era el arte. Pero el Derecho me dio estructura, me ha servido ahora en mi faceta de empresaria, para hacer contratos, para sentarme con empresarios a negociar, para pedir préstamos en un banco.
SEMANA: Cuando ya decide emprender su carrera como artista en Bogotá, buscando cómo convertirse en actriz, ¿cómo fueron esos inicios?
E.G.: Difíciles, sobre todo por ser costeña. Varios directores y maestros me criticaban mi acento y mi forma de vestir. Llegaba a clase y saludaba con un gran “¡Buenos díassss!”. Y me tocó adaptarme y entender que en Bogotá todo es distinto. Aprender a estar. Y no solo en eso fue duro: a la hora de alquilar un apartamento, me cerraban las puertas porque se piensa que los costeños son bullosos, perezosos, irresponsables. Es un cliché que no ha cambiado porque eso mismo les pasa a primos míos que se han venido para acá. Pero, a pesar de todo, amo Bogotá, es una ciudad que me ha arropado, me ha permitido prosperar económicamente, me ha enseñado a perder y a ganar, y me ha hado todo, hasta mi esposo; es una ciudad que moldeó el espíritu de esa chica costeña que llegó hace varios años, aunque sin renunciar a mi esencia caribe, con mi bollito limpio, mi arroz con coco y mis vallenatos. Fue más bien una cuestión de abrir la mente.
SEMANA: ¿Y cómo ha logrado su esposo, Álvaro Navarro, cogerle el ritmo?
E.G.: Mi esposo es paisa-costeño y trabaja más que yo. Y eso fue lo que más enamoró. Es un hombre de mundo que ha viajado y ha estudiado, que llegó en un momento en el que ya no creía en el amor, me habían roto el corazón y no quería tener nada con nadie. Pero la vida me lo puso en el camino. Al principio, él estaba muy prevenido con que yo fuera artista, pero se dio cuenta de que me la rebusco y hago muchos proyectos. Y ahora en mi estudio de danza él es mi socio, es el administrador.
Quienes deseen conocer la experiencia de Elianis Garrido Dance World, el estudio de danza de la actriz y presentadora, pueden acercarse a la Carrera 11d No. 118a -95. Piso 2.