Desde que Ellen DeGeneres empezó su carrera en Hollywood, ha sido blanco permanente de los elogios más exagerados y de las críticas más despiadadas. Ella, mejor que nadie, sabe exactamente qué se siente estar en el pedestal y luego caerse. Por eso cuando le ofrecieron ser la presentadora de los Oscar por segunda vez, DeGeneres no estaba muy segura: “¿Para qué quiero hacerlo de nuevo? Ya estuve ahí una vez y fue aterrador”, confesó a The New York Times. “Si te va bien, la reacción es que eres bueno. No genial, solo bueno. Y si no, te despedazan y se aseguran de que nunca lo olvides”. Al final obviamente aceptó. Y para su tranquilidad, después de su actuación del domingo, a la mayoría le pareció que lo hizo bien. Tan bien que rompió un récord mundial al conseguir un selfie (un autorretrato) con varias estrellas, que en menos de una hora se convirtió en la imagen más trinada de la historia. La transmisión atrajo 43 millones de televidentes en Estados Unidos, la cifra de audiencia más alta de los Premios de la Academia en una década. Aunque en realidad solo subió 6 por ciento respecto a la gala anterior, muchos coinciden en que DeGeneres le devolvió a la ceremonia la gracia que había perdido en las últimas ediciones. Luego del fiasco de James Franco y Anne Hathaway en 2011 y los chistes pesados de Seth MacFarlane el año pasado, los Oscar necesitaban con urgencia una apuesta distinta, pero segura. Sus organizadores encontraron la solución en DeGeneres, quien lo había hecho con relativo éxito en 2007 y ahora, a sus 56 años, es una de las figuras más populares de su país. Con 27,5 millones de seguidores en Twitter y más de 3.000 millones de visitas en su canal de YouTube, el Times pronostica que la comediante será la próxima Oprah Winfrey, la celebridad más poderosa del mundo según Forbes. Puede que su programa, The Ellen Show, nunca supere al de Winfrey, pero como ahora el poder no solo se mide en términos de rating, sino en influencia en redes sociales, esa teoría no es descabellada. En 1997, sin embargo, sugerir semejante idea era una locura. DeGeneres acababa de salir del clóset –tanto su personaje en su famosa comedia de ABC Ellen, como en la vida real– y nadie quería contratarla. Fue tal el escándalo que provocó su confesión en la revista Time, que la actriz tardó tres años en recuperarse. Su carrera solo volvió a despegar cuando los prejuicios empezaron a desaparecer y la orientación sexual dejó de ser un tabú. Por eso su triunfo en los Oscar ha tenido tanto impacto. 12 años de esclavitud se llevó el máximo galardón, pero el tema que dominó la entrega no fue la discriminación racial, sino los derechos LGBTI. Jared Leto, el primer ganador de la jornada por su papel de transexual en Dallas Buyers Club, aprovechó su discurso para referirse a esa comunidad: “Para todos aquellos que alguna vez han sido víctimas de una injusticia por quienes son o por quien aman, esta noche me paro frente al mundo por y con ustedes”. Si bien es cierto que en Hollywood no hay una lista de grandes estrellas que han salido del clóset oficialmente –en muchos casos solo se trata de rumores–, cada vez más famosos respaldan el matrimonio o la adopción entre parejas gay. Hoy DeGeneres es la pionera y el símbolo más visible de esa causa –al menos en el tapete rojo–, después de un largo y difícil camino. Nacida en Nueva Orleans en 1958, DeGeneres dice que descubrió su talento como actriz a los 13 años cuando le ayudó a su mamá a superar el divorcio a punta de humor. A los 21 entró a estudiar Comunicación, pero se retiró un semestre más tarde. Luego probó suerte como vendedora de aspiradoras y tampoco duró mucho. “Quería tener plata, quería ser especial, quería agradarle a todo el mundo, quería ser famosa”, recuerda de esa época. A principios de los años ochenta hizo su primer monólogo en homenaje a su novia de entonces, Kathy Perkoff, quien murió en un accidente de tránsito luego de pelearse con ella. Con presentaciones en bares y clubes nocturnos, DeGeneres poco a poco se ganó el reconocimiento del público. El gran salto ocurrió en 1986, cuando se convirtió en la primera comediante en ser invitada al Tonight Show de Johnny Carson.Después de aparecer en algunas series de televisión, la cadena ABC le propuso hacer su propio programa, Ellen, con el que obtuvo sus primeras nominaciones a los premios Emmy y a los Globos de Oro. DeGeneres por fin había cumplido su sueño. Y entonces decidió que no podía seguir ocultando su lesbianismo. Los sectores más conservadores empezaron a referirse a ella como “Ellen DeGenerate” y la comunidad homosexual también le dio la espalda. “Tenía mucha rabia porque sabía que todo me lo había ganado sola. No porque fuera linda, ni porque tuviera contactos en el medio. Realmente trabajé duro e hice lo que era correcto: salir del clóset. Pero me castigaron. Unos decían que era demasiado gay y otros pensaban que no era lo suficiente. ¿Acaso hay una medida perfecta?”, confesó al Times. Solo el tiempo le dio la razón. En 2001 aceptó presentar los premios Emmy en medio de un clima muy sensible, pues la edición, originalmente planeada para septiembre, tuvo que aplazarse dos meses por los ataques del 9/11. El reto era doble y DeGeneres lo superó con creces. “Creo que es importante que yo esté aquí –dijo durante la transmisión–. ¿Qué podría molestar más a los talibanes que ver a una lesbiana en traje rodeada de judíos?”. Después de la ovación volvieron las propuestas: desde ser la voz de Dory en la oscarizada Buscando a Nemo y convertirse en la imagen de CoverGirl hasta presentar los Oscar y dirigir su propio programa de entrevistas. Hoy The Ellen DeGeneres Show lleva 11 temporadas al aire y ya NBC renovó el contrato hasta 2017. El secreto del éxito está en su estilo descomplicado. DeGeneres no usa el tono ceremonioso y dramático de Oprah, sino que prefiere hablar sobre temas cotidianos sin temor a hacer chistes y bailecitos ridículos. Eso quedó en evidencia el domingo. Además del selfie, la comediante repartió pizza entre las estrellas de las primeras filas en alusión al mito de siempre: que la ceremonia es excesivamente larga y, por más que los invitados estén vestidos de Prada o Dior, todos se mueren por una rebanada de pizza. Está claro que la foto hizo parte de un pacto publicitario con Samsung –DeGeneres ni siquiera usa esa marca de celular, sino iPhone–, pero lo otro sí fue completamente espontáneo, pues el repartidor de The Big Mama’s & Papa’s no tenía ni idea de que el pedido era para la crema y nata de Hollywood. Estrategia o no, DeGeneres ciertamente se anotó varios puntos: “Antes me importaba mucho lo que la gente pensaba de mí; quería agradarle a todo el mundo –asegura–. Ahora solo me importa que me entiendan”. Los estadounidenses ya lo hicieron y aunque todavía es muy pronto saberlo, todo parece indicar que la comediante ingresará a la codiciada lista de los anfitriones más recurrentes y queridos –geniales, así ella no lo crea– de los Oscar.