Con la aparición del libro de Bill Gates, una cosa quedó clara y es que entre los millonarios hay diferentes visiones sobre cómo cada uno quiere resolver los problemas de hoy y diseñar un futuro para las siguientes generaciones.
En Cómo evitar un desastre climático, el multimillonario fundador de Microsoft y hoy filántropo admite que no es una persona de Marte. “No soy marciano”, dijo Gates en un pódcast de The New York Times, en el que explica por qué no le interesa la carrera espacial como a otros empresarios en ese club elite. El magnate, cuya fortuna asciende a 134.000 millones de dólares, dice que prefiere centrarse en los problemas que existen en la Tierra y que no cree que los cohetes sean la solución.
Por eso “no voy a gastar miles dólares en la carrera espacial, porque mi fundación puede comprar vacunas contra el sarampión y salvar vidas”, explicó. Con esa frase marcó una diferencia abismal con Elon Musk y Jeff Bezos, los dos terrícolas que no solo se pelean el primer puesto de los más ricos, sino que compiten sobre cómo salir de este planeta cuanto antes.
Entre ambos puede haber en total una fortuna de 350.000 millones de dólares. Y mientras Gates está gastando cada uno de sus dólares en energías renovables y otros proyectos que podrían reemplazar los combustibles fósiles de hoy por energía verde, Musk y Bezos están más interesados en establecer una segunda casa para los seres humanos fuera de la Tierra. Y todo parece indicar que van en serio. A raíz de la renuncia de Bezos como CEO de Amazon, el magnate anunció que quiere dedicarse más a su compañía Blue Origin para acelerar esos esfuerzos de llevar a los hombres a vivir fuera del planeta azul.
Mientras tanto, Musk, quien le lleva cierta ventaja con su compañía SpaceX, ya es el jugador privado más importante en el negocio de tecnología espacial. Además de enviar periódicamente satélites a bordo de sus flamantes cohetes, que tienen la virtud de reciclarse, este año prepara una misión con una tripulación civil que permanecerá cuatro días en el espacio. Se llama Inspiration4 y llevará a cuatro civiles al espacio, dos de los cuales ya están escogidos.
SpaceX ya ha llevado astronautas de la NASA a la Estación Espacial Internacional y entre sus planes está servir de vehículo no solo para los expertos del Gobierno, sino para privados que por cualquier razón quieran darse una vuelta por la órbita de la Tierra; eso sí, a un alto precio. Al menos por ahora. Con la decisión de Bezos de dedicarse a su compañía espacial y la llegada de las sondas de la NASA a Marte, el mundo ha volcado de nuevos sus ojos afuera y con ello ha surgido la pregunta de por qué estos multimillonarios están tan interesados en el espacio. La respuesta fácil es que es rentable.
Tanto Bezos como Musk, e incluso Richard Branson, dueño de Virgin, le apuestan al negocio porque saben que hay una demanda por este tipo de viajes que podrían sostener la operación de enviar cohetes al espacio en el futuro. De hecho, la idea de todos es lograr que cada vez este tipo de lanzamientos tenga un costo menor para hacerlo más asequible a todos los humanos.
Tanto SpaceX como Blue Origin trabajan en hacer lanzamientos con carga a bordo de sus vehículos reutilizables. Bezos, en particular, está desarrollando tecnología para regresar a la Luna y lograr así acceso de más personas al espacio y a bajo precio. Los ejecutivos de Blue Origin, por su parte, dijeron recientemente que la compañía estaría cerca de lograr volver a enviar humanos al satélite. Pero detrás de eso hay una visión más profunda de cada uno sobre el futuro.
Aunque para Gates es posible salvar el planeta del calentamiento global, Bezos cree que con la superpoblación y la escasez de recursos es mejor pensar en la salida al espacio. Mientras Elon Musk visualiza una colonia en Marte, Bezos compara ese planeta con vivir en la cima del monte Everest.
En 2019, mostró que está más inclinado por cilindros que dan vueltas sobre sí y que flotan en el espacio con todo tipo de ambientes similares a los de la Tierra. Con el eslogan de Blue Origin lo dice todo: “La Tierra es solo el punto de partida”. Musk ha prometido llevar los primeros humanos a Marte en 2026. Ya ha invertido cerca de 3.000 millones de dólares en el proyecto y a eso se le suman 850 millones más que anunció recientemente, producto de sus recaudos para financiar la misión. Ese sería solo el comienzo, pues su idea es transformar el planeta rojo para hacer allí una colonia donde cientos de terrícolas puedan empezar una nueva vida.
No solo es el vecino más cercano, sino que es muy parecido a la Tierra: tendría agua y una atmósfera, aunque más espesa. La colonia contaría con una población de 600.000 personas que estaría lista en 2117, luego de que robots enviados previamente la construyan. Para muchos, detrás de esta visión se esconde una idea fatalista de lo que ambos piensan que pasará en la Tierra.
Musk cree que la humanidad, por su propia supervivencia, debe colonizar Marte y convertirse en una especie interplanetaria. De hecho, tiene la idea de morir allí, aunque espera que no sea a su llegada. En cuanto Bezos salió de Amazon dijo que se dedicaría al trabajo más importante de su vida, que será construir una presencia sostenible humana en la Luna. “Queremos ir al espacio para proteger el planeta”. Es difícil no dejarse seducir de estas visiones futuras.
Ambos con imágenes digitales han dado realismo a estos mundos conceptuales que parecen sacados de una película de ciencia ficción. Elon Musk, con SpaceX, presenta una colonia de domos de vidrio en Marte, mientras que las colonias flotantes de Jeff Bezos serían muy parecidas a la Tierra.
A pesar de lo emocionante que suena, el tema ha suscitado mucha crítica. Algunos expertos consideran que poner en manos de dos personas el futuro de millones de personas no es correcto. Para ellos el futuro de todos no se puede privatizar. Y lo dicen por experiencia. El ejemplo es Internet, una creación colaborativa que hoy está en mano de un puñado de millonarios.
Nadie quiere que estos logros, que son de la humanidad, más tarde corran la misma suerte. Recientemente, Kara Swisher una reconocida periodista experta en tecnología, señaló en un editorial del diario The New York Times que aunque el suyo es un propósito loable, salvar la especie humana, hay que analizar si las voces de dos hombres representan las de millones de terrícolas. “Siento que seguimos poniendo mucha de nuestra confianza en las manos de estos titanes y es importante que la gente tenga más control de cómo queremos movernos en nuestro propio planeta, que es una joya”, dice.
Otros señalan que con ese dineral de Bezos y Musk se podrían solucionar muchas de las necesidades apremiantes del planeta. Ellos, sin embargo, sienten que el cambio climático es probablemente irremediable. Por eso piensan en grande. Otros científicos estarían en contra de Bezos y Musk, pero de una manera más soterrada. Quienes lo ven así dicen que el mensaje cifrado de los ingenieros de la NASA en el paracaídas de descenso del rover Perseverance era para ellos. El mensaje escrito en código binario traduce “dare mighty things” (atrévase a hacer cosas grandiosas). Para Swisher, sin embargo, este no iba dirigido a los multimillonarios, sino al resto del mundo. Porque se necesitan más personas para que no quede en ellos la construcción del futuro de todos.