Quizá no hay un momento más doloroso y más aterrador para un paciente covid que la decisión médica de entrar en respiración artificial. “Cinco días después, a las 3 de la mañana, yo no podía respirar. Volví a urgencias ahogándome. Me ponen una cánula de flujo que era la peor sensación que yo había vivido hasta este momento. Es como si uno sacara la cabeza por un avión que va a toda. Es como un puño caliente que entra por las vías respiratorias y yo solo gritaba: “¡Quítenmelo! ¡No soy capaz!”. El médico me explicó que si no la toleraba me podría agravar mucho y duré tres días intentando respirar así”, narró la actriz a SEMANA.