SEMANA: En esencia el amor propio, el amor a la pareja, el fraternal, el amor a Dios, ¿son todos ellos un mismo concepto?
Alberto Linero (A. L.): Creo que es el mismo amor con los matices propios de los momentos y las relaciones que uno establece. Yo creo que la decisión de amar es la misma, es quererle hacer el bien al otro, es la de aceptar al otro, es la de dar buena vibra ya sea ese otro yo mismo. Yo creo que hay tres dimensiones, el amor eros se expresa en las tres de maneras distintas. Pero con mi pareja el eros pasa por la genitalidad y las caricias y con los demás es hacerles sentir bien la vida, pasa por lo sensible y podemos decir lo mismo con Dios. Podríamos decir lo mismo de filia, debemos ser cómplices de uno mismo, de la pareja, y construir una relación así con Dios. Pero al final la idea de llegar al ágape que es la entrega, el amor dispuesto a darlo todo.
SEMANA: ¿Cómo estamos los colombianos en autoestima?
A. L.: Yo no tengo una mirada negativa de los colombianos, somos seres humanos que hemos construido historias dolorosas y tristes, pero también hemos construido historias de amor y de resiliencia. Creo que los humanos somos eso: llanto y risa, tragedia y comida. Las familias tienen cosas buenas, pero también carencias y están llenas de decisiones equivocadas. Debemos ser mas positivos. No saldremos adelante si creemos que somos los peores y si nos marcamos solo desde la violencia, porque también somos muchas otras cosas. Mi mirada es muy positiva. Aceptar lo que somos. Debemos aceptar que somos seres humanos y no somos perfectos y tenemos posibilidades y carencias.
SEMANA: Pero el libro sí le cae bien a una sociedad en la que a diario uno ve que pelean unos a otros y se insultan…
A. L.: Claro, el texto lo escribí en un momento del país en que es necesario cambiar las cosas y yo estoy de acuerdo en eso. Hay que hacerlo. Necesitamos más equidad, más oportunidades, mejores condiciones de vida para todos, pero siento que a veces en mi país se cree que el odio y la violencia son el motor de esos cambios, y yo con firmeza les digo: del odio no sale nada bueno, ni de la violencia. Eso genera dolor. El dolor no causa nada bueno y el odio hace daño y la revolución debe ser desde el amor, un amor que inicia por mí, por una relación de pareja, que se proyecta en las relaciones con los demás. Necesitamos poner de moda el amor otra vez.
SEMANA: Es la primera vez que escribe del tema de la pareja teniendo una pareja. ¿Fue distinto? ¿Le dio una dimensión?
A. L.: Para mí es legítimo que alguien como yo –que presenció matrimonios, que acompañó parejas en fiestas, en dolores y en rupturas, en reconciliaciones– hable de parejas. No me digan a mí que solo pueden hablar de que el fuego quema aquellos que se han quemado. Pero sí es cierto que escribir o reflexionar del amor de pareja teniendo pareja es totalmente distinto. La perspectiva que tenía antes, aunque legítima, es diferente a la de ahora. Ahora hablo ya no desde el ideal ni del deber ser, sino desde lo que estoy construyendo. Cuando escribí un párrafo yo iba a donde ella y le decía escribí esto. Ya todo esta referido a lo que construimos. Eso es un crecimiento en este texto, un aporte.
SEMANA: Si a alguna persona le falta una dimensión del amor, ya sea de la pareja, del amor propio o de Dios, ¿está perdiéndose de algo? ¿Puede uno sobrevivir con dos o con uno solo tipo de amor?
A. L.: Hay uno que es fundamental y no puede faltar y es el amor propio, y eso me puede generar dolores de cabeza con algunos religiosos porque yo debería haber dicho que es el amor a Dios. Pero el que debe estar en la vida para que seas medianamente sano es el amor propio, los otros se pueden trabajar y construir. Algunas parejas deciden no tener pareja y no se deben sentir mal por eso. Otros se distancian de los demás y es respetable, y otros no creen en Dios. Pero no puede faltar amarse a sí mismo porque si no termina enfermo en todas las dimensiones.
SEMANA: Si es así deberían enseñarlo en el colegio…
A. L.: Es una de las carencias de nuestra formación. Nos enseñan a argumentar, a razonar, tenemos conocimientos importantes, pero adolecemos de formación emocional y es una tarea del Estado buscar la forma para generar procesos de educación emocional en las escuelas, y aun en las universidades. Sabemos de derivadas, pero no sabemos qué hacer con nuestra ira. Debería haber en primaria Amor 1.
SEMANA: En el capítulo del amor a los demás, habla de las clases sociales. ¿Por qué son un impedimento para ese amor?
A. L.: Es un principio de equidad y eso nos falta a los colombianos. Somos arribistas, lambones, nos gusta arrodillarnos ante los otros, nos gusta tener héroes fabricados con relatos fabulosos y sí creo que necesitamos equidad porque el otro es un humano, no es ni mejor ni peor. ¿Que tiene muchos millones?, es un humano. ¿Que la ha embarrado mucho?, es un humano. Debemos construir una sociedad en la que los seres humanos valgan porque son humanos. Así habría menos injusticia y menos inequidad. Algunos se creen mejores que los otros. Cuando yo me burlo de ti es porque me creo superior a ti.
SEMANA: Y ya que habla de vernos como humanos, ¿qué opina de las redes sociales, donde todos se sienten superiores y dueños de la moral?
A. L.: Yo creo que las redes están llenas de cobardes, de personas que dicen en las redes lo que no te dirían a ti a los ojos. Las redes están llenas de personas que no han podido asimilar su amargura ni construir su dolor, y lo proyectan como sea. Las redes se esta volviendo un mundo distópico.
SEMANA: En su libro no tiene limites en las lindas palabras que usa para referirse a su pareja…
A. L.: A mí me molesta mucho la manera como la sociedad mira el matrimonio, cómo se burla de la relación de pareja. Me fastidian los chistes de los hombres que dicen “ahí viene la fiscalía”, “la fiera”. Eso me parece estúpido porque el día que ella me parezca tan terrible, yo la miro a los ojos y se lo digo. Pero si yo estoy con ella es porque me parece extraordinaria, claro que peleamos, pero esa es la vida. Yo estoy feliz de estar con ella y eso es lo que expreso en el libro. Estoy enamorado, pero también la amo, ya conozco su tonito, ya conozco su mundo venusiano y hasta ahora vamos gozando la relación. El matrimonio es para ser feliz, no es una cruz y que nadie acepte llevar esa cruz. Haz algo si lo es.
SEMANA: Y si está tan enamorado, ¿por qué no nos la ha presentado cara a cara a los colombianos?
A. L: Yo no tengo miedo. No tengo una relación clandestina, sino pública. Mucha gente me ha visto con ella en un avión o en un café, yo no tengo miedo de decir que es mi pareja, primero porque la adoro y estoy orgulloso de ella. Es una persona que hace mucho bien en mi vida. Lo que pasa es que es una mujer dueña de sí, es emprendedora, autónoma, que tiene claro que no es apéndice de nadie y me ha dicho: “Cálmate, no voy a terminar siendo la esposa de, la novia de, la pareja de. Olvídate, soy quien yo soy”. Por eso tengo mucho cuidado cuando me expreso de ella porque no quiero invadir su espacio. Es verdad, en este país machista las mujeres siempre son la pareja de... y no, las mujeres valen por lo que son y ella lo quiere ser. Varias revistas nos han pedido entrevistas y ella dice que no porque “me entrevistarán el día en que yo sea un referente y haya construido algo, un proyecto”, me dice. Y eso es válido: no podemos seguir con el machismo de hacerle creer a la gente que las mujeres valen por el hombre que tienen atrás. Ellas tienen más fuerza y capacidad, por eso no he salido en una portada con ella, pero es pública y entre otras cosas porque no tuvo nada que ver con mi salida del sacerdocio.
SEMANA: ¿Entonces tuvo que pedirle permiso para publicar la foto de ella en Instagram?
A. L.: Sí, le pedí permiso. Le dije “voy a publicar esa foto de espaldas tuya” y ella dijo: “Ah, bueno, listo”. Pero ella cometió el error al comentar la foto y poner una foto mía con el comentario “es él”. Esa fue su decisión.
SEMANA: Pero eso fue muy lindo de parte de ella…
A. L.: Sí. Somos unos románticos. Pero gracias a eso ya todo el mundo sabe quién es. Pero ella es ella y no la pareja mía. Es ella.
SEMANA: Cuéntenos como qué cosas románticas suceden entre ustedes.
A. L.: En su anterior cumpleaños escribí un libro para ella. Es decir, reuní cuentos que yo había escrito que de alguna manera estaban referidos a “ella”, en genérico, en abstracto, y lo puse para ella y se lo di de regalo. Hice un solo texto, una edición de un ejemplar. Yo ahí le digo que cuando la conocí siento que una mano entró y se llevó mi corazón, pero no quedé muerto ni vacío, sino pleno. Esa es una imagen para lo que sentí con ella.
SEMANA: ¿Al fin cómo fue que se conocieron?
A. L. Es una historia de amor que merece un libro. Ella y yo nos conocemos al inicio cuando yo tenia 28 años y ella 18. Es evidente que me encantó, me pareció divina y parece ser que yo también le gusté a ella, pero no pasó nada porque no podía pasar nada. En ese momento yo estaba en la explosión de mi ministerio, pero no niego que me pareció interesantísima. Ella se queda en Bogotá, luego va a argentina, se casa, construye su vida, regresa, se separa. Seguíamos conversando esporádicamente, pero solo éramos amigos. Cuando tomo la decisión de salir del sacerdocio le escribo que estoy preocupado porque no se qué hacer en la vida, porque no sabía: uno sale con una mano adelante y otra atrás, sin seguridades. Salir fue más difícil que quedarme porque allá tenía seguridad para estar bien. Ella trabaja en marketing y le pregunto si puede ayudarme y empezamos a conversar y a tener un proceso de trabajo, y ahí se fue dando la relación y casi la descubro como una Fermina Daza. Aunque en realidad ella sería Florentino Ariza.
SEMANA: ¿Y se van a casar?
A. L.: A mí me gusta jugar a la seducción y los seductores no decimos todo. ¿Y qué tal que ya nos hemos casado? ¿Y si ya vivimos el sacramento del matrimonio? Hay cosas que son privadas. Cuando me preguntan si estás casado o no, yo contesto “no sé”, “no respondo”.
SEMANA: ¿Cómo ve las relaciones de pareja en Colombia?
A. L.: Veo primero que nos dejamos imponer que debemos vivir en pareja. La gente te dice: ¿y no te has casado?, ¿no vives con nadie? No es raro el que decide no tener relación de pareja. Lo segundo, creo que la gente se casa en el peor momento: enamorado. Es mal momento porque eso es una traba y en ese estado pierde el sentido de la realidad, y cuando uno se casa enamorado, uno no se casa con la otra persona, sino con la imagen de la otra persona. Y tercero, nos hace falta aprender a resolver conflictos y la pareja está construida de conflictos. Ese cuento de que se casaron y vivieron felices nos ha hecho mucho daño: la cenicienta tuvo problemas, el príncipe azul roncaba, se volvía sapo de noche. Encuentro parejas que como no saben resolver conflictos creen que todo es una guerra mundial y entienden la separación como fracaso, y no lo es. Puede ser una oportunidad y hay que aprender a separarse sin dañarse.
SEMANA: Y están los muchos que no se separan por que es más fácil quedarse que irse y así viven en matrimonios terribles…
A. L.: Claro ese es un problema. No vale la pena quedarse si las circunstancias no están, para separarse hay que ser valiente y valiente no es el que no tiene miedo, sino el que a pesar del miedo toma decisiones y acciones correctas.
SEMANA: Usted dice que a Dios se le encuentra en el amor. ¿Cómo es eso?
A. L.: Yo no creo en la relación Dios amor, no creo que amar a Dios sea el cuarto punto después del amor propio, el amor a la pareja o el amor a los demás. Creo que amar a Dios solo se realiza en esas otras tres dimensiones. Por eso cuando digo “yo amo a Dios” estoy diciendo que me amo a mí mismo y a los demás. Pero si dices “amo a Dios y a nadie más”, pues no has entendido nada. Dios amor es praxis, es realidad.
SEMANA: ¿Cómo se siente en este momento de su vida?
A. L.: El hombre es un aprendiz. A mis 53 años estoy apenas para empezar esta nueva etapa. Para lo único que pongo límites es para tener hijos, porque creo que a los 53 va a haber mucha distancia entre los dos, pero además de eso es porque me quiero dedicar a ella, no tenemos perritos ni gatos, los adoro, pero no es mi plan. Mi plan es concentrarme en ella y en mí. Yo era célibe y todas las energías libidinosas terminaban en letras escritas en papeles, en rezar y en leer. Mientras la gente dedicaba su tiempo a ir de compras, yo lo dedicaba a escribir. Antes solo escribía, pero creo que ahora va a bajar la producción porque entendí que había que hacer otras cosas.