La reina Isabel manejó el funeral de su esposo con la misma sobriedad con la que ha dirigido todo en su vida. La despedida del gran amor de la monarca tenía un problema muy grande. Su hijo favorito, el príncipe Andrés y su nieto Harry no podían lucir los uniformes militares, pues fueron despojados de sus títulos, el primero después de su renuncia, y el segundo por los episodios que han escandalizado a la monarquía.

Príncipes William y Harry siguen la ataúd de su abuelo durante su funeral en el castillo de St George, 17 de abril del 2021. | Foto: AP Newsroom

La monarca decretó que ninguno de los invitados reales llevaría ropa militar después de que su hijo del medio causó revuelo al ordenarle a su sastre que preparara su uniforme para un rango que técnicamente nunca alcanzó, según relato el Daily Mail.

El duque de York, que sirvió en la Armada y luchó en la Guerra de las Malvinas, dejó el servicio como comandante en 2005. Cuenta ese diario que según una política de la Armada, recibió un ascenso cada cinco años, lo que significa que fue ascendido a capitán honorario en 2005, contralmirante en 2010 y vicealmirante en 2015.

Se suponía que iba a ser ascendido a almirante el año pasado en su 60 cumpleaños, pero eso se aplazó hasta que regrese a sus deberes reales de primera línea. Andrew ha pasado a un segundo plano el año pasado desde una desastrosa entrevista televisiva sobre su relación con el pedófilo y traficante sexual Jeffrey Epstein. Su aparición en el funeral y el homenaje público que le hizo a su padre la semana pasada, según el Daily Mail, son los más visibles que ha tenido en más de un año.

El ataúd es subido por las escaleras de la capilla de San Jorge durante la procesión del funeral del príncipe Felipe de Gran Bretaña en el castillo de Windsor, Windsor, Inglaterra, el sábado 17 de abril de 2021. El príncipe Felipe murió el 9 de abril a la edad de 99 años después de 73 años de matrimonio con Gran Bretaña. Reina Elizabeth II. (Arthur Edwards / Pool vía AP) | Foto: News UK

La ceremonia

La reina Isabel II dio el último adiós este sábado al hombre con quien estuvo casada 73 años, su “fuerza y apoyo”, el príncipe Felipe, en un sobrio funeral de cariz militar con mascarillas y pocos invitados debido a la pandemia. Las exequias de la realeza británica suelen ser de gran envergadura, planificadas durante años y concurridas por monarcas y mandatarios de todo el mundo.

Pero las restricciones impuestas por el coronavirus obligaron a modificar los planes para el entierro de Felipe, que falleció el 9 de abril, dos meses antes de cumplir 100 años. La ceremonia se limitó a 30 invitados íntimos con mascarillas y distancias de seguridad.

El acto comenzó con un minuto de silencio antes del oficio religioso en San Jorge, la capilla gótica del siglo XV situada en el casi milenario castillo de Windsor, unos 50 km al oeste de Londres. Luciendo sus medallas militares sobre trajes civiles, los cuatro hijos y varios de los nietos de la pareja real acompañaron a pie hasta allí al Land Rover verde, especialmente diseñado por Felipe para llevar su féretro, durante un breve cortejo fúnebre por los jardines del castillo. La reina les siguió en un Bentley oficial con una dama de compañía.

(Jonathan Brady/Pool via AP) | Foto: AP

Sin embargo, la monarca, que el próximo miércoles cumple 95 años, se sentó sola en la capilla para despedir a su esposo, el hombre con quien se casó siendo aún princesa en 1947 y cuya muerte la deja sola en el ocaso de su reinado.

Un coro de cuatro cantantes distanciados en la enorme nave entonaron temas elegidos por el propio duque de Edimburgo, incluidos dos que él mismo encargó a los compositores británicos Benjamin Britten en 1961 y William Lovelady en 1996. Y el decano de Windsor, David Conner, recordó la “vida de servicio” de Felipe. Tras el funeral, presidido por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de los anglicanos, el duque fue descendido en privado a la cripta real de la capilla San Jorge para ser inhumado.

Los escándalos del príncipe Andrés

A la familia real británica le aplica perfectamente el dicho que advierte que las malas noticias llegan en bloque. Apenas sucedió la renuncia del príncipe Harry y Meghan Markle a la realeza o la cuarta temporada de “The Crown”, que despertó viejas prevenciones por la institución, se le sumó otra: el escándalo sexual del príncipe Andrés, el hijo favorito de la reina Isabel a quien Virginia Roberts, una de las víctimas de Jeffrey Epstein, acusó de acostarse con ella cuando tenía 17 años.

La razón: una investigación del Daily Mail desbarató las justificaciones y coartadas con las que el mismo príncipe había negado las acusaciones en una famosa entrevista con la BBC el año pasado.

Una jugada con la que Andrés esperaba limpiar su nombre, pero que resultó desastrosa debido a su poca empatía hacia las víctimas y a sus convenientes lagunas mentales, que le impedían recordar algunos episodios lejanos, mientras daba detalles minuciosos de su agenda en los días en los que supuestamente se acostó con la menor. La entrevista fue tan criticada, que la reina Isabel decidió apartarlo de las labores públicas y quitarle todos sus honores, un castigo del que no ha podido recuperarse.

Roberts, quien fue reclutada por Epstein para una especie de red sexual, ha dicho que el príncipe se acostó con ella tres veces: una en Londres, en marzo de 2001, en la casa de Ghislaine Maxwell; otra en Nueva York, un mes después, en la mansión del millonario, y una tercera en su isla privada.

Andrés ha negado insistentemente esos encuentros e incluso pone en duda que haya conocido a Roberts, a pesar de que existe una fotografía en la que están juntos. Para comprobar su teoría, ha presentado una serie de explicaciones detalladas sobre lo que hizo los días en los que lo acusan.

Dice, por ejemplo, que el encuentro en Londres, que según Roberts ocurrió el 10 de marzo, es imposible porque ese día llevó a su hija Beatriz, quien entonces tenía 13 años, a un cumpleaños en una pizzería de Woking, un municipio a 40 kilómetros de la capital inglesa.

El problema es que, según la investigación del “Daily Mail”, ni los padres de la niña que celebraba su fiesta ni los empleados del príncipe recuerdan que él haya ido. Tampoco aparece en ninguna de las fotos, aunque la familia en cuestión recuerda que habían decidido no fotografiar a la princesa por respeto a la familia real.

Lo peor es que un amigo de la propia Beatriz dice que ella no se acuerda de que su papá la haya acompañado ese día y en la agenda oficial de Andrés no hay ninguna mención al cumpleaños. Solo hay una obra de teatro en la mañana y una cita con la manicurista en la tarde.

La versión de Roberts, en cambio, tiene una gran prueba: la foto en la que aparecen ambos con Ghislaine Maxwell detrás. El príncipe ha llegado a decir que la imagen es un montaje, aunque varios expertos han dicho que no hay indicios de manipulación.

La única persona que podría confirmar su autenticidad (además de Roberts) es Maxwell, quien actualmente está en la cárcel a la espera de un juicio programado para el próximo año por su participación en la red de Epstein. Algunos creen que podría negociar una condena favorable contando infidencias, incluida la veracidad de la fotografía con Andrés.

Esta foto muestra a Andrés con Virginia Roberts en la casa de Ghislaine Maxwell. El príncipe ha dicho que se trata de un montaje.

Pero los problemas del hijo de la reina Isabel no acaban ahí. Sobre el supuesto encuentro sexual en Nueva York, el príncipe ha dicho que su viaje a esa ciudad –una gira oficial de la realeza– estuvo planificado al detalle, con una agenda que no dejaba tiempo para el ocio. En la entrevista con la BBC, cuando le preguntaron si se había quedado alguna noche en la casa de Epstein (en esa época un respetado empresario), incluso respondió con mucha seguridad: “Puede que lo haya visitado, pero definitivamente no me quedé, definitivamente no”.

La investigación del Daily Mail, sin embargo, contradice toda esa versión. Usando cartas oficiales, itinerarios y registros de vuelo, el diario inglés descubrió que el 9 de abril, unas horas después de aterrizar en la ciudad, Andrés tenía anotado en su agenda “tiempo privado”.

Aunque ni sus guardaespaldas saben qué hizo el príncipe durante ese tiempo, los registros de vuelo del avión privado de Epstein muestran que ese mismo día también llegaron a la ciudad el multimillonario, Maxwell y Virginia Roberts, quienes estaban en la isla privada del empresario. Esa coincidencia no prueba que Andrés se haya acostado con Roberts, pero lo deja muy mal parado.

No es lo único: la agenda del príncipe y los comunicados que su equipo intercambió con las autoridades estadounidenses, que hasta ahora permanecían guardados en los archivos del consulado británico de Nueva York, también muestran que él mintió en su entrevista y que sí pasó una noche en la mansión del millonario.

La agenda es muy clara: la primera noche de su viaje, Andrés y su equipo se quedaron en el consulado. La segunda noche la pasaron en Boston. La tercera, en cambio, en una “residencia privada” junto con uno de sus guardaespaldas. Varias fuentes le confirmaron al diario que esa residencia privada era la casa de Epstein.

Andrés y Epstein fueron muy buenos amigos. A la izquierda, la mansión del pedófilo en la que el príncipe pasó una noche en 2001. Roberts dice que allí se acostó con ella.

La imagen de Andrés caminando detrás del ataúd de su papá recordó estos escándalos. Llevaba muchos años sin aparecer públicamente y la muerte de su padre recordó todos los dolores que le ha causado a su madre, la reina.

*Con información de la AFP.