De Griselda Blanco se han dicho muchas cosas: que la llamaban ‘la Tía’ o ‘la Madrina’; que mató a todos sus maridos y amantes; que comenzó con el negocio de la coca cuando Escobar era apenas un aprendiz de contrabandista; que llegó a comprarle diamantes a la fallecida Evita Perón; que fue la creadora del modus operandi de los sicarios motorizados; que comenzó llevando drogas a Estados Unidos al interior del calzado que el propio zapatero del barrio de la Santísima Trinidad, de Medellín, donde vivía, le preparaba para despistar a las autoridades.
Antes de que Sofía Vergara pusiera a hablar al mundo este año de Griselda Blanco, de la mano de la serie que estrenó el pasado 25 de enero en Netflix, la vida de la temida narcotraficante había inspirado varias películas, series, libros y reportajes. Precisamente, el periodista de investigación norteamericano Ethan Brown reveló en un perfil, publicado años atrás, un detalle hasta entonces desconocido de la vida de esta delincuente asesinada en 2012.
Todo sucedió después del 10 de febrero de 1985, cuando ya la cartagenera había fundado un poderoso emporio de drogas en Miami. Blanco, por entonces de 42 años, fue capturada en la capital del sol en un operativo realizado por la Administración de Control de Drogas (DEA), que venía siguiéndole los pasos desde hacía varios años.
Tras su arresto, Blanco pasó sus días entre rejas en la prisión federal de Tallahasse, en Florida, hasta 2004. Fue allá donde se tomó una de las últimas fotos que se conocieron de la narcotraficante y que se ha viralizado desde el estreno de la serie de Netflix, en la que aparece con una expresión seria y de frente, sobre un fondo azul.
Las pruebas que tenía la DEA contra la colombiana eran contundentes. Por ello, Griselda no la tenía fácil para lograr una rebaja de la condena de 15 años por conspiración para fabricar, importar a Estados Unidos y distribuir cocaína, dictada por el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito Sur de Nueva York.
Por ello, buscando reducir su tiempo en prisión y obtener un trato más favorable con la justicia gringa, la llamada viuda negra comenzó a fraguar en prisión un plan impensable: el secuestro del segundo hijo del expresidente de Estados Unidos John F. Kennedy con Jackie Kennedy —John Fitzgerald Kennedy Jr—, por entonces un apuesto abogado, periodista y editor de varias revistas.
Según relata el periodista Ethan Brown, Griselda planeó el secuestro en compañía de su amante de turno, Charles Cosby, 8 años menor que ella. Fue él quien coordinó el envío de un grupo de sicarios migrantes a Nueva York, una modalidad delictiva creada por la colombiana.
La misión era seguir los pasos del Kennedy Jr., conocer cada uno de sus movimientos, cómo burlar su esquema de seguridad y determinar el momento propicio para retener el magnate, quien murió trágicamente, años más tarde, en un accidente de avioneta el 16 de julio de 1999.
Sin embargo, intimidado por la DEA, Cosby desistió de cumplir los deseos de Griselda y, para intentar una negociación propia con las autoridades de Estados Unidos, tomó un avión a Florida para finalmente ponerse a disposición de la Justicia y contar con detalle el macabro plan de la narcotraficante.
Varios biógrafos de Blanco han contado que la colombiana nunca perdonó esa traición, y buscó acabar con la vida de Cosby durante varios años. Al final, Griselda pasó casi una década en prisión y, al salir libre, regresó a Medellín, donde fue asesinada en 2012.