Hoy, la mayoría de personas en el mundo tiene una cuenta en alguna red social. Estas plataformas han ayudado a forjar carreras, a fortalecer negocios e incluso a subir al poder a varios presidentes. Famosos como Kim Kardashian, Justin Bieber, Ariana Grande y, obviamente, el presidente Donald Trump no contemplarían la vida sin ellas.
Pero la semana pasada se evidenció que, en realidad, la gente establece con las redes una relación de amor y odio, pues mientras Trump entró en cólera cuando lo silenciaron Facebook, Twitter, Instagram y Snapchat (aplicaciones que ha usado para mantener comunicación directa con millones de seguidores), el duque y la duquesa de Sussex respiraron aliviados al anunciar su brexit de estas plataformas.
Algunos dirán que no es una movida muy extraña en la famosa pareja, que no tuvo problemas para salirse de la familia real ni del Reino Unido. Pero la razón, como lo anunciaron, es genuina: su profunda tristeza tras la mala experiencia que ambos han tenido en las redes, especialmente con los comentarios que reciben. Y en eso no se equivocan, pues a los Sussex, que son de lejos una de las familias más populares de la realeza, les critican cada paso que dan y por cada comentario amable que reciben hay otro de odio. A tal punto que el príncipe ya se había ido lanza en ristre contra estas redes al decir que eran causantes de una crisis de odio, salud y verdad en el mundo.
Los Sussex, sin embargo, están lejos de ser los únicos que piensan así. Al dejar las redes sociales se unieron instantáneamente al club de aquellos que las detestan y entre cuyos pocos pero sustanciosos miembros están personajes como George Clooney, Brad Pitt, Jennifer Lawrence y hasta Sean Parker, uno de los creadores de Facebook, que hoy hace las veces de ‘pepe grillo’ sobre sus peligros.
Todos ellos se han apartado de la mayoría de mortales que hoy cree que la vida sin una cuenta en Facebook o Instagram significa la muerte. Incluso van en contra del pensamiento de muchas celebridades que han visto que con ellas es posible controlar desde su casa su vida privada, los rumores y noticias falsas sin necesidad de pagarles a representantes o a agencias de comunicación.
Otros, que lo ven como un trampolín a la fama, no dudan en afirmar que las redes los han beneficiado en el ascenso y posicionamiento de su carrera. No hay que olvidar que hoy los directores, los editores de libros y las revistas se guían por la cantidad de seguidores de una estrella para ofrecerle contratos, casi en igual importancia a lo que venden en taquilla.
Por eso llama la atención la existencia de este club, cuyos miembros se dan el lujo de despreciar las redes sociales. Para algunos, solo los muy famosos pueden hacerlo. Es el caso de Harry y Meghan, que, gracias a su conexión con la familia real, no necesitan el megáfono de Twitter para llamar la atención. Así mismo, la pareja ha estado protegiendo a capa y espada la vida en una burbuja que llevan famosos como ellos para evitar el asedio de la prensa. Sería incongruente seguir en las redes al tiempo que intentan defender su privacidad hasta con pleitos judiciales contra los principales tabloides de su país.
En ese sentido, los miembros de este pequeño club tienen en común que no necesitan las redes sociales: son lo suficiente reconocidos y tienen ingresos tan altos por su trabajo que pueden darse el lujo de vivir aislados de ese mundo. Al hacer el balance entre los beneficios y los contras de estar allí el resultado siempre indica que viven mejor sin estas redes.
Pero también influyen factores como la personalidad. George Clooney, por ejemplo, además de tener la fama y reconocimiento suficientes, no le encuentra sentido a estar comentando lo que comió la noche anterior a sus seguidores ni siente la necesidad de tener esa cercanía con el público. En una entrevista, el actor dijo que no tiene una cuenta en Twitter porque le gusta tomarse un trago en la noche y en ese estado podría decir algo estúpido. “No me veo escribiendo mis pensamientos en Twitter a las tres de la mañana y además no creo que debo estar siempre disponible”.
Daniel Radcliffe, una megaestrella gracias a su interpretación en cine del mago Harry Potter, ha revelado que, así como Harry y Meghan, él tampoco tendría la fortaleza mental para sobrellevar las críticas, que son el pan diario de estas aplicaciones.
Su compatriota Benedict Cumberbatch piensa igual y ha dicho que estar en las redes lo consumiría de tal manera que lo ve como algo tóxico. “Prefiero gastar esa energía en lo que llamó mi atención en primer lugar: mi trabajo”.
La actriz Scarlett Johansson, que ha construido un halo de misterio alrededor de su nombre, tampoco le interesa estar allí porque no quiere que el público tenga acceso a su vida personal. En 2016 le dijo a la revista Marie Claire que no critica que muchos actores tengan cuentas en redes sociales porque seguramente les sirve en sus carreras, pero ella no puede pensar en compartir detalles de su vida. “Todo eso me enloquece. No soporto explotarme a mí misma para hacerme visible”.
Jennifer Lawrence, quien fue víctima de las redes sociales en 2014, cuando publicaron fotos de ella desnuda luego de un hackeo masivo a celebridades, ha dicho que no piensa estar en las redes. “Si alguna vez ven una cuenta en Facebook, Instagram o Twitter con ni nombre, no soy yo”. Sin embargo, en 2018 reveló que tenía una cuenta privada donde simplemente mira lo que otros publican. Lawrence, sin embargo, en 2020 rompió su silencio en las redes para protestar por la injusticia racial y defender el movimiento Black Lives Matter en Twitter.
Tampoco hay que esperar que Brad Pitt aparezca con cuentas oficiales en estas redes. El actor ha dicho en reiteradas oportunidades que, aunque nunca dice de esta agua no beberé, lo más sensato es que sus seguidores no tengan altas expectativas frente a ese tema. “¿Yo en Twitter? nunca va a suceder”.
Su ex, Jennifer Aniston, fue miembro fundadora del grupo, pero decidió salirse y recientemente se unió a Instagram y logró la hazaña de afiliar a un millón de seguidores en solo 45 minutos. A pesar de esto, la actriz de Friends cuenta que tiene medidas para que las redes no consuman mucho de su tiempo. “Ya tengo suficientes distracciones en mi vida”, dice. Para no caer en estas adictivas redes tiene un teléfono exclusivo para ellas que guarda en su oficina. Así evita las tentaciones.
Es probable que con el tiempo otros se unan a este club en la medida en que los propios desarrolladores de estos canales han salido a denunciar sus peligros y llamar a las redes “armas de doble filo”. Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook y dueño de WhatsApp e Instagram ya no las usa como cualquier persona del común, sino que tiene un equipo de colaboradores que le destruye los comentarios indeseados y le redacta los mensajes que sube, así como fotógrafos para sus fotos.
Algo similar sucede con Jack Dorsey, creador de Twitter. Aunque es considerado un prolífico tuitero (tiene más de 23.000 trinos en la historia de esta app) es mucho menos intenso que otros usuarios, nunca se involucra en peleas con los demás ni mucho menos con extraños. Otros personajes de la tecnología publican poco y toman muchas medidas para proteger la privacidad en sus cuentas.
A ese término medio llegarán muchos en el futuro, pero, por lo pronto, los que están en la cima de la fama han formado su propio club para decirles no gracias a estas redes.