En plena carrera por la presidencia de Estados Unidos, que tiene enfrentados al actual mandatario, Joe Biden, con el magnate y expresidente republicano Donald Trump, una noticia sacudió con fuerza el escenario político esta semana: Hunter Biden fue declarado culpable de los tres cargos que enfrentaba por mentir sobre su consumo de drogas al comprar un revólver Colt.

Un jurado de Delaware no tuvo dudas de que el abogado y cabildero de 54 años, único hijo del mandatario estadounidense, era responsable. Dos cargos se relacionan con declaraciones falsas para adquirir un arma de fuego, pues según fiscales federales, el hijo del presidente estaba sumergido en una fuerte adicción al crack cuando compró el arma. El tercer cargo lo señala precisamente de posesión ilegal de ese revólver durante 11 días.

Hunter se defendió y dijo que compró la pistola calibre .38 por puro impulso. Pensó que pasar tiempo en un campo de tiro lo ayudaría a evitar el consumo de drogas. Sin embargo, tras ser hallado culpable, ‘estrenó’ un deshonroso lugar: es el primer familiar directo de un presidente en ejercicio en afrontar un juicio penal, si bien los delitos fueron cometidos antes del mandato de su padre.

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Y aunque, según expertos, se expone a una condena de 25 años y una multa de 750.000 dólares, que Hunter Biden buscara adquirir un arma de modo fraudulento es el menor de los pecados de un hombre marcado por el escándalo, los excesos, las adicciones y las tragedias.

Pocos se explican cómo Hunter torció el destino, cuando fue educado en una familia eclipsada por la carrera política de su padre, un demócrata que se hizo congresista y que por años estuvo en el sonajero de los presidenciables.

Medio siglo atrás, en 1972, el actual presidente, para entonces de 29 años, repartía sus días entre su campaña electoral para el Senado por el estado de Delaware y su rol de hombre de familia, junto a su esposa Neilia. Con ella tuvo tres hijos: Beau, de 3 años; Hunter, de 2, y Naomi, una bebé de 13 meses.

Precisamente, ese año los Biden vivirían la primera tragedia de sus vidas: mientras el padre estaba en Washington, en el apogeo de su campaña, su familia viajaba en su propio auto para comprar un árbol de Navidad. Pero todo acabó en dolor: un camión con remolque que transportaba maíz chocó contra la camioneta Chevrolet de la familia. Neilia y Naomi no sobrevivieron. Los hijos varones sufrieron heridas, pero llegaron con signos vitales a un hospital.

Hunter Biden ha protagonizado escándalos por su confesa adicción al sexo. | Foto: Imágenes compartidas por la organización Marco Polo en https://bidenlaptopreport.marcopolousa.org

Hunter mismo ha narrado en varias entrevistas que el recuerdo más antiguo que tiene es el de despertarse en una camilla y escuchar a su hermano susurrarle: “Te quiero, te quiero”.

Solo un mes más tarde, Joe Biden asumió como senador en ese mismo hospital, viudo y consumido por el dolor.

Biógrafos de Hunter apuntan a que, sin duda, la ausencia de su madre fue definitivo en su vida, especialmente con un padre absorbido por la política, quien cinco años después se casó con Jill Jacobs, una discreta profesora de inglés.

Hunter y Beau pasarían buena parte de su infancia en el Senado, sentados en el regazo de Joe, o jugando en las oficinas de otros congresistas, como Hunter contó a The New Yorker. Movido por esa influencia, quiso convertirse en abogado como su padre, pero no se destacó por ser un alumno aplicado. Primero obtuvo un título en Historia de la Universidad Georgetown. Luego, se unió al Cuerpo de Voluntarios Jesuita de Oregón, donde conoció a Kathleen Buhle, con quien se casó a los pocos meses y tuvo tres hijas.

Tras el matrimonio, insistió con el Derecho: se matriculó en Georgetown y luego se trasladó a Yale, donde no logró ingresar directamente; sin embargo, logró graduarse.

Biden hijo ha protagonizado varios hechos relacionados con drogas y hasta prostitutas.

Pero desde el comienzo vivió siempre a la sombra de su padre: fue vicepresidente sénior en el banco MBNA, donde Joe Biden era gran donante; lobista en el Congreso y con los años, en 2014, miembro de la junta directiva de Burisma Holdings, compañía ucraniana de gas natural, solo semanas después de que Joe (entonces vicepresidente de Estados Unidos) ofreciera ayuda a Ucrania para incrementar la producción de ese combustible.

Desde ese momento, la prensa señaló al hijo de Biden de tráfico de influencias. Lejos de aplacar los rumores, en 2013 asumió un puesto en la junta directiva de BHR, firma china, primero como miembro no remunerado y luego como propietario de una participación del 10 por ciento.

La llama de la polémica creció: la empresa se registró en Shanghái menos de 15 días después de que Hunter volara con su padre en un viaje oficial al gigante asiático. “Solo se tomaron una taza de café”, le aseguró Joe Biden a la prensa, pero muy pocos le creyeron.

Mientras todo esto ocurría, la vida personal de Hunter era un verdadero caos: en la revista The New Yorker, el abogado confesó la amarga lucha que libraba, desde hace al menos tres décadas, contra la adicción a las drogas, el alcohol y el sexo.

En ese camino ha entrado y salido de centros de rehabilitación, recurrido a fármacos para aplacar la ansiedad que le produce la abstinencia y hasta llegó a las puertas de una clínica en México que prometía tratamiento con ibogaína, sustancia psicoactiva prohibida en Estados Unidos, para paliar su dependencia.

Pero poco ha valido. El único hijo sobreviviente del presidente más longevo de Estados Unidos ha sido noticia por participar en un programa que le obligó a llevar consigo un alcoholímetro con cámara incorporada y por intentar enderezar el rumbo tras ingresar una década atrás, con más de 40 años, a la Marina de su país.

Los deseos de cambio duraron escasos meses: Hunter fue expulsado, pues en un examen de orina de rutina dio positivo en cocaína.

Una vida muy distinta a la de su hermano, Joseph Robinette ‘Beau’ Biden, abogado, político y militar, credenciales que lo perfilaban como el sucesor de Joe Biden en el legado político de la familia. Pero Beau murió en 2015, a los 46 años, por un cáncer en el cerebro.

Hunter se casó con Melissa Batya Cohen en 2019 y, según la prensa, ha sido ella su principal soporte para paliar su adicción a las drogas y redimirlo de los constantes escándalos, varios de ellos relacionados con prostitutas. | Foto: 2022 Getty Images

Poco después de esa tragedia, se supo que Hallie Biden, viuda de Beau, sostuvo una relación romántica con Hunter. Y en un giro dramático del destino, Hallie se convirtió en uno de los principales testigos en el caso de la compra del revólver del díscolo hijo del presidente.

La mujer relató al jurado el momento en que encontró el revólver en su camioneta y lo arrojó en un basurero. “Entré en pánico”, testificó sobre el arma y las municiones que halló en el tablero del vehículo en 2018. “No quería que se hiciera daño, ni que mis hijos lo encontraran”.

Para entonces, los escándalos llegaban a la vida Hunter a granel: el sitio de noticias Breitbart lo acusó de ser un usuario de Ashley Madison, plataforma de citas para personas casadas, lo que detonó el divorcio con Buhle. El Servicio Interno de Impuestos lo señaló de no pagar sus impuestos correctamente entre 2017 y 2018 y el año pasado se conoció que fue expulsado de un club de sexo privado por agarrar el trasero de las mujeres del lugar.

Lo que muchos se preguntan es si esos escándalos pondrán en jaque la reelección de su padre. Biden dijo en una entrevista con ABC que aceptaba el veredicto del jurado y descartaba un indulto para su hijo. Pero, tal como un antiguo asistente de la Casa Blanca le contó a The New Yorker, pese a todos los errores que su hijo pueda haber cometido, lo que “parece redimir a su padre” ante sus votantes es “cómo responde a las tragedias y lo que aprende de ellas”.