El Reino Unido es un gran país, muy cosmopolita, pero también lo caracteriza esa típica característica de las comarcas provincianas: todos son parientes de todos, así algunos no se puedan ver ni en pintura. Ello sucede sobre todo en los mundos de la realeza y la nobleza, que toda la vida han preferido casarse con personas de su misma condición social, en aras de proteger sus fortunas y privilegios.
En ese marco hay que ubicar a la familia real británica, noticia en estos días por la coronación del rey Carlos. La madre de él, Isabel II, era prima de su esposo, Felipe de Edimburgo, por provenir ambos de los reyes Victoria I del Reino Unido y Cristian IX de Dinamarca.
Ni siquiera la nueva generación se salva de la consanguinidad en este mundo que es un pañuelo, pues William, príncipe de Gales y heredero al trono, es primo en decimoprimer grado de su esposa, Kate Middleton, a través de Sir William Blakiston, de acuerdo con estudios del sitio Ancestry.com.
Esos lazos no merecerían mayor comentario, pero las cosas toman visos algo más novelescos cuando se descubre que las dos esposas del rey Carlos eran familiares.
Como se recuerda, hace tres décadas, la casa real era la comidilla del mundo entero por los descalabros matrimoniales de los tres hijos mayores de la reina Isabel. De todos, el más publicitado y que cobró visos siniestros fue el del entonces heredero al trono, hoy rey Carlos.
Ante el fracaso de su matrimonio con la aristócrata Diana Spencer, quien también tuvo varios amantes, él regreso a los brazos de Camilla Parker Bowles, a quien nunca dejó de amar desde que tuvieron un romance en los años 1970.
La historia es bien conocida: los príncipes de Gales llegaron a odiarse tanto, que dieron las entrevistas más escandalosas de la realeza antes de las que recientemente han concedido Harry, su hijo, y su esposa Meghan Markle.
En esas declaraciones, ambos reconocieron sus cuernos y poco a poco se ha ido sabiendo cómo fue la “pelea de gatas” entre la esposa y “la otra”. Diana bautizó a su rival como “la rottweiler” y una vez le dejó el siguiente mensaje: “mandé a alguien para que te mate”. Camilla, quien también era casada, reaccionó con su calma habitual cuando la princesa la confrontó en una fiesta. “Tienes a todos los hombres a tus pies. ¿Qué más quieres?”, le dijo.
Desde entonces, nunca volvieron a estar juntas en un mismo recinto. Y aunque Diana murió, en 1997, su nombre siempre estará ligado al de Camilla en la historia y por designio de su árbol genealógico.
Según Ancestry.com, las dos comparten un ancestro común, nadie menos que el último rey llamado Carlos antes que el actual, Carlos II. En el siglo XVII, él se caracterizó por su donjuanismo, así que dejó muchos hijos por fuera del matrimonio.
Dos de estos ilegítimos fueron Henry Fitzroy, primer duque de Grafton, y Charles Lennox, primer duque de Richmond. Es a través de este último que Diana compartía genes con la mujer a la que se refería cuando pronunció su célebre: “Éramos tres en este matrimonio”.
Pero la cuestión no para ahí. Diana era parienta de Carlos porque William Cavendish, tercer duque de Westminster, era su antepasado común. De otro lado, el rey y Camilla son primos en segundo grado por Henry Cavendish, segundo duque de Newcastle. Si él proviene de Margaret Cavendish, hija mayor del aristócrata, Camilla desciende de la menor, Catherine Cavendish. En fin, el apellido Cavendish los emparenta a los tres, seguramente para desconcierto de aquellos que aman a Diana con la misma intensidad que odian a su archienemiga.