Hay que ponerse en sus zapatos y entender que ella es la niña de los ojos del hombre que por estos días suscita insultos y miedos alrededor del planeta. Si de Ivanka dependiera, Donald Trump le bajaría el tono a los chistes crudos que los medios replican para sostener que un hombre como él no puede ser presidente de Estados Unidos. Ella es prudente, de porte impecable, pelo inmaculado, radicalmente opuesta a su explosivo padre, pero lo defiende y acompaña. Lo tildaron de misógino por hablar de la menstruación de la periodista Megyn Kelly y de la cara de Carly Fiorina, pero para Ivanka, Donald ataca por igual a los hombres y mujeres que se pongan en su camino.Nadie puede culparla, pues ella lo ve con otros ojos. Hoy de 34 años, Ivanka Marie Trump recuerda que de niña acompañaba a su padre a las construcciones, y que este le transmitió la pasión por la finca raíz. También enfatiza en que mientras muchos hablan de igualdad de género, su padre ha contratado a mujeres en lo más alto de la organización Trump, hecho que para ella muestra su compromiso con el mérito, independientemente del sexo. Ella sirve como ejemplo de lo que postula. De los cinco hijos del magnate-candidato, Ivanka es de lejos su favorita y la que le habla de cerca al oído.“Cuando crecía mi padre me dijo que podía lograr todo lo que me propusiera”, aseguró al diario The Times. Si se propuso ser madre, empresaria por partida doble y miembro activo de una campaña política, dio en el blanco. También hace tiempo para escribir su segundo libro, Women Who Work. Segunda hija de Donald Trump y de la exmodelo checa Ivana Zelnícková, nació en 1981 y creció en una cuna privilegiada en Manhattan. Se destacó como estudiante ejemplar en el exclusivo Chapin School, pero su vida personal siempre fue tema de los medios. Las cámaras de los paparazzi la esperaron afuera del colegio cuando su padre le fue infiel a su madre Ivana con Marla Maples, y reporteros sin escrúpulos le preguntaron a sus 10 años por la vida sexual del magnate. Maples causó el divorcio de sus padres, pero ni el escándalo ni la traición a su madre la alejaron de Trump. Mucho menos de su madre Ivana, pues su vida bien podría resumirse como el arte de apagar fuegos.Esos episodios familiares y la notoriedad mediática la curtieron, y no es exagerado decir que la ayudaron a madurar temprano. Desde su adolescencia asumió sus propios gastos. Su cuerpo y rostro se prestaban para el modelaje y se la jugó por las pasarelas. Pero a pesar de que logró posicionarse no fue una etapa sencilla: “El modelaje es una industria inclemente. Las modelos son los seres más envidiosos, competitivos. Creyendo que todo lo merecen, sin supervisión, sin educación, adolescentes malcriadas cuyos únicos éxitos reales dependían de la caída de alguien más”, aseguró en su libro The Trump Card.De ahí saltó a la universidad y siguió los pasos de Donald en la Wharton School of Economics. En 2003, antes de graduarse, hizo parte del especial de televisión Born Rich que relataba la experiencia de varios jóvenes que crecieron en la riqueza total. Según el diario The New York Times, todos, con excepción de Ivanka, hablaron del dinero como un factor disruptivo. Todos se quejaron de sus padres menos ella, que hasta hoy considera ser Trump una bendición.Una vez graduada asumió su rol en la Trump Tower junto a sus hermanos, un piso debajo de Donald. Es la vicepresidenta de Desarrollo y Adquisiciones de la organización Trump, pero no se limitó a esas paredes. Se diversificó con una marca de accesorios, fragancias y calzado. Ivanka ha logrado todo esto sin sacrificar su vida familiar. En 2009 se casó con Jared Kushner, se convirtió al judaísmo por él, y ya han tenido tres hijos. El más joven nació en marzo de este año, pero su apariencia diría que no ha dado a luz.Y si nada ha cambiado su opinión sobre su padre, tras décadas de atención y escándalos, nada lo hará. En entrevista con el diario londinense The Times se abstuvo cortésmente de opinar sobre el muro que quiere construir Donald para evitar la llegada de los mexicanos, y sobre lo que siente por los musulmanes. Replica que ha heredado una ética de trabajo sin par y destaca la “franqueza con la que habla”, que la gente admira de él y que resulta muy extraña en el escenario político.Si bien Donald decide los montos de las transacciones en la organización Trump, Ivanka negocia los términos. Y en la carrera política influye igual o más. Donald lidera su propia campaña, pero ella sugirió enérgicamente decisiones de peso, como despedir a Corey Lewandowski, su asesor de campaña. Sobre la relación que mantienen, Carl Icahn, amigo cercano de la familia Trump, aseguró: “Su padre la respeta muchísimo, y no porque sea su hija. Tengo un montón de amigos acaudalados con hijos, algunos se destacan, pero no es nada común”.No detendrá su marcha en la política mientras su padre siga en carrera, y resulta curioso que es muy amiga de Chelsea Clinton, la hija de su rival. “Nos conocemos hace años. Es una persona maravillosa”, dice. Sigue balanceando sus múltiples actividades con la maternidad y revela su secreto. Duerme poco más de cuatro horas al día, lo cual le permite pasar tiempo con sus hijos y solventar sus muchas facetas. Confiesa que recibe ayuda, no es una ‘supermujer’, pero sigue un credo contundente: “Cada quien es arquitecto de su vida y debe vivir acorde a los factores a los que le da prioridad”. Ella prioriza su familia por sobre todas las cosas.Ivanka pues, es una fuera de serie en lo que se propone pero tampoco está exenta de controversia. Hace días la marca italiana Aquazzura la culpó de copiar el diseño de unos zapatos, y no es la primera vez que le pasa. Baila en la línea delgada entre ser incondicional con su padre, cueste lo que cueste, proteger su propia marca y credibilidad como empresariay preservar en la medida posibleel legado de la organización Trump. Pero sus prioridades están claras, tanto como su habilidad para salir triunfadora en los escenarios que escoge.