Nueva Zelanda, esa lejana tierra de 5 millones de habitantes, incomparable belleza natural y elevadísimos precios de vivienda, está a la vanguardia de una revolución. En un momento incierto para la región Pacífico Sur, cuando la influencia de Estados Unidos disminuye, China proyecta su poder y Filipinas cae en una dictadura brutal, los kiwi eligieron a una joven candidata que hizo del optimismo su bandera y de la amabilidad, su programa. Jacinta Ardern, de 37 años, es la mandataria más joven del mundo actual, una primera ministra que se considera una “idealista pragmática”, con limitada experiencia en gobernar, pero con el suficiente conocimiento, recorrido y peso en el trasero para no temblar ante el reto que enfrenta.Mucho depende de ella, y no solo en Nueva Zelanda. Jacinda Ardern quiere probar que una mujer puede dar a luz y cumplir con creces incluso en el cargo más exigente. Ya completó 100 días al frente del país, y el entusiasmo no baja. Ruby Topzand, estudiante de comunicación de 22 años, aseguró al diario LA Times: “Estamos muy orgullosos de que ella nos lidere, a comparación de quienes lo hacen en el resto del mundo. Ella es la rebelión”.Puede leer: Karl Marx, comunista bicentenarioHace un año, Jacinda no esperaba llegar al poder. Apuntó a convertirse en diputada líder del Partido Laborista de su país y lo consiguió en marzo. Y pocos meses después se convirtió en la opción oficial de ese partido para alcanzar la jefatura del gobierno cuando el líder laborista renunció ante su escasa popularidad. Ardern, sin mayor opción y con la oportunidad de hacer la diferencia, tomó las riendas de la campaña a siete semanas de las elecciones. En ese lapso impulsó una nueva forma de gobernar, con un eslogan como “Let’s do this” (Hagamos esto) y un carisma tan refrescante como su franca sonrisa. Su pueblo votó, y su victoria sobre los conservadores del National Party le dio la vuelta al mundo.Le sugerimos: El amor sadomasoquista del hombre que renunció a ser rey de InglaterraSeis días antes de esos resultados Ardern recibió una noticia inesperada: estaba embarazada. Pero nadie entró en pánico, ni ella, ni su pareja –el presentador de televisión Clarke Gayford–; ni mucho menos Winston Peters, el líder del partido New Zealand First, con el que se alió para gobernar. “Estoy empeñada en hacerle ver a la gente que las escogencias que la mujer se ha visto obligada a hacer en el pasado no deben ser”, asegura una y otra vez en entrevistas. Y ya organizó qué sucederá cuando llegue el momento: Peters asumirá el gobierno en julio mientras Jacinda da a luz y cumple su licencia de maternidad; luego, Gayford, apodado el “first bloke” (algo así como el ‘primer tipo’), asumirá las funciones de padre casero.Le recomendamos: "No cambio mi convicción de que no hay vida después de la muerte": Alejandro GaviriaNi su casa ni su oficina parecen las de la líder de un país. Pero sí su carácter y su convincente tono al hablar de la importancia de hacer política con otro estilo, de desmilitarizar el mundo y de exponer sus causas urgentes: desigualdad y pobreza, sobre todo la infantil. Sin embargo, su gestión no está exenta de polémicas: le critican su corta edad y haberse aliado con un partido de derecha, que por añadidura tiene en su nombre uno de los lemas de Donald Trump. Pero cuando conoció al magnate, este le dijo que su elección había conmocionado al país, y ella, sin pelos en la lengua y con su humor, le ripostó: “Pero nadie protestó en las calles cuando me eligieron”. Es fan de Barack Obama y su sonrisa se asemeja en algo a la del mandatario que por ocho años rigió la Casa Blanca.“No deberíamos esperar que todas las mujeres sean supermujeres”, aseguró en Londres, en la visita en la que conoció a la reina Isabel II. A esa cita acudió vistiendo una capa maorí y rindió homenaje al legado milenario de su pueblo. Ardern sigue haciendo el mercado, sigue comiendo chocolate y no tuvo problema en convertirse en la primera mandataria que participa en la marcha del orgullo gay. La juventud kiwi se identifica con Jacinda y se inspira con su revolución, que trasciende fronteras.