Soñar, endeudarse, comprar y trabajar toda una vida para pagar deudas. El ‘sueño americano’ ha muerto, pero algunos irreverentes proponen alternativas para refundarlo. A sus 48 años, James Altucher es uno. Les aconseja a los jóvenes alejarse drásticamente de la ruta clásica de ‘casa, carro y beca’. Considera esas metas una camisa de fuerza obsoleta en la economía actual. Altucher no cree saber más que nadie y no quiere reemplazar a Noam Chomsky, pero ha construido una filosofía distinta desde su experiencia en finanzas, en start-ups de Silicon Valley y en inversiones en Wall Street, donde amasó fortunas y luego las perdió por causa de crisis devastadoras y decisiones arriesgadas.El nuevo gurú no le habla al viento: sus libros de autoayuda, publicados por Amazon, venden bien, su blog es concurrido y millones de personas bajan su podcast al mes. Una generación de 12 millones de estadounidenses hastiados de perseguir metas que no parecen propias ni alcanzables lo escucha o sigue en sus distintas plataformas. Él acepta que es desaliñado, que no es un ciudadano modelo y que no siempre mira a la gente a los ojos. Pero nadie puede criticarle no vivir sus preceptos en carne propia. “Tengo la ambición de no tener ambición”, explicó al diario The New York Times.Mucho ha pasado desde que en los años noventa se hizo rico en Silicon Valley con una compañía de diseño que tenía entre sus clientes a pesos pesados como los estudios Sony y Miramax. En esa época dio los pasos esperables en un joven acaudalado. Compró un apartamento de casi 2 millones de dólares y le sumó otro millón en mejoras. Cuando bien le parecía viajaba en helicóptero a Atlantic City a jugar póquer y parecía vivir la vida loca a gusto. Pero también lo aquejaban los problemas del nuevo rico. Al diario neoyorquino le dijo: “Sentía que era un pobretón, que no iba a ser feliz hasta tener 100 millones”. Con esa meta invirtió en varias compañías que fracasaron en la gran burbuja de internet.Puso sus ojos en la Bolsa de Valores de Nueva York. Para ganar esa nueva apuesta de vida se preparó con cientos de libros sobre inversión. Brillante, Altucher no demoró en convertirse en un experto intuitivo consultado por medios de comunicación como el Financial Times y el canal CNBC. A la vez abrió un fondo de inversión y planificó start-ups. Pero no contaba con una bomba que lo echaría todo al suelo: la crisis financiera de 2008. Tuvo deseos suicidas, pero logró salir de la depresión.Empezó su nueva cruzada, sin saberlo, al publicar las ‘Diez razones para no tener acciones en la bolsa’, cuando se encontró con que miles compartían sus angustias. Su estilo resultó único, franco, imperfecto y honesto, y mostró a la gente cómo planificar su camino desde sus fallas y virtudes.En 2012 lanzó como editor independiente el libro 40 alternativas a la universidad, en el que argumenta que con los 200.000 dólares que los jóvenes gastan hoy día para pagar sus estudios en Estados Unidos pueden viajar por el mundo e invertirlos sabiamente para salir adelante. No solo lo dice, traza el camino. Se graduó de la Universidad de Cornell, pero hoy no se la recomendaría a nadie.Su libro cumbre Choose Yourself, ha vendido medio millón de copias desde 2013 y ha resonado en la generación que animó a precandidatos anti-establishment a la Presidencia como Bernie Sanders. Y es que sus preceptos van en esa línea. ¿Casa? Otra posesión que según Altucher suele llevar a deudas y a aplacar el progreso. “Nadie debería ubicar más del 5, 10 por ciento de su portafolio en una inversión, pero con las casas la gente pierde la cabeza y destina 60, 70 por ciento de lo que tiene”, sentencia.Altucher salta de una casa amiga a otra, alternando con lugares alquilados por Airbnb. Carga una maleta que heredarían sus hijos si hoy muriera. Según describe el periódico neoyorquino esta contiene entre “un computador ‘laptop’, un iPad, tres pares de pantalones, tres camisetas y una ziploc con 4.000 dólares en billetes de dos dólares”. Su historia se identifica con la de muchos norteamericanos del siglo XXI, que a pesar de ser educados encuentran cada vez más difícil sobrevivir en un mundo que ya no les ofrece motivos para ser felices.