SEMANA: Este personaje le llega en un momento en que usted quería hacer una pausa en su carrera. ¿Cómo lo convencieron de encarnar a don Evaristo?

Julián Arango (J.A.): Hubo una razón muy especial y fue que me dijeron que ya había firmado Róbinson Díaz para hacer de papá de Rigo. Además, apenas recibí el libreto para hacer el casting, me di cuenta del tipo de personaje que era, muy gozable. Ser el obstáculo de un héroe siempre es muy interesante en las historias. En esta profesión a veces no es lo que uno quiere, sino dejarse retar por las oportunidades y proyectos tan interesantes como este.

SEMANA: ¿Cómo fue construyendo este personaje chabacano y con ese look tan particular que tiene?

J.A.: A mí lo primero que se me vino a la cabeza fue un profesor que tuve, que olía muy feo. De esos que tienen aliento de estómago, que por más de que coman chicle y cardamomo nada les ayuda. No tienen forma de dejar de oler. Una de esas personas con mala energía que uno a veces conoce en la vida. Y al casting llegué con la propuesta de que tuviera un mechón que le saliera de lado a lado. Un amigo de mis tíos, por allá en Ubaté, usaba ese peinado para tratar de tapar la calvicie, pero a la larga se veía doblemente calvo. También llegué con la propuesta de los pantalones arriba de la cintura y la barbita a lo Tomás Cipriano de Mosquera, porque don Evaristo se cree un prócer. Y me lo aprobaron. Me he gozado mucho este personaje y veo que a la gente también. En la calle me gritan cosas como “Viejo carechimba”... Entonces, creo que estoy haciendo las cosas bien.

“Ser el obstáculo de un héroe siempre es interesante, como lo es Evaristo para Rigo en la novela”, asegura el actor. | Foto: Canal RCN

SEMANA: Don Evaristo le debe, en parte, su look a Guadaña, otro de sus personajes icónicos. ¿Cómo es la historia?

J.A.: Cuando terminé de grabar el personaje de Guadaña, a mí me regalaron las extensiones de pelo que usaba para su caracterización. Y para el casting de don Evaristo las usé para lograr ese look de calvo disimulado y funcionó, porque en realidad se veía muy chistoso.

SEMANA: Usted terminó en la actuación casi por casualidad. ¿De verdad nunca soñó ser actor?

J.A.: Los que eran buenos actores eran los integrantes de mi familia Arango. Yo iba en Navidad a la casa de mis primos y todos se disfrazaban, hacían shows, contaban chistes. Yo era el callado, el tímido. Y eso se fue metiendo por los laditos. En el colegio hice teatro y me gustaba. Con mis amigos hacíamos personajes. Conocí a Antonio Sanín y nos la pasábamos haciendo acentos y personajes. Y un día me encontré con Diego Arbeláez, que estaba haciendo libretos para un programa de música, y me dijo que si lo quería hacer mientras conseguían al presentador. Me tocaba hacer distintos acentos. Después de eso me propusieron un personaje en Tiempos difíciles. Y desde ese día dije: “Esto es lo mío”. Y esto ha sido una carrera hermosa.

SEMANA: Ahora mismo está grabando la segunda parte de Yo soy Betty, la fea, un personaje que ha sido un parteaguas en su carrera...

J.A.: Es un personaje que quiero mucho. Ahora que empezamos a hacer esta segunda parte, me imaginé cómo sería Hugo 20 años después. Y ensayé nuevas formas de caminar y de hablar para Hugo. Pero, me di cuenta de que no tengo velas en ese entierro. Desde la primera escena es como si el personaje me hubiera dicho: “Quédese allá en el camerino y déjeme trabajar”. Hugo va en piloto automático y se manda solo. Y es como si el personaje me dijera: “Me tuvo 20 años metido en un altillo y ahora sí me viene a sacar”. Estaba muy bravo.

SEMANA: En tiempos de tanta corrección política, cuando hay que medir cada palabra que se dice, ¿cómo ha manejado el personaje?

J.A.: Es un tema que hemos hablado durante las grabaciones. Es claro que hoy en día salen las asociaciones de todo a decir: “Ojo, no hables así, te pasaste”. Pero el bullying sigue existiendo. Entonces, ahora Hugo dice cosas como: “En este momento se me ocurriría decirte ‘mostrete de octava o chimbilai’, pero no te lo voy a decir porque ya soy incluyente y te valoro como persona”.

"No extraño ser el galán. Si hubiera seguido en esa línea, ahora tendría pelo, dientes ultrablancos, abdominales marcados y no sería tan chévere. Esos personajes que vinieron después para mí los he disfrutado más". Foto: Instagram @actorjulian. | Foto: Foto: Instagram @actorjulian.

SEMANA: ¿Cómo fue pasar de galán en telenovelas como Perro amor a interpretar esos personajes de color que terminan robándose el show?

J.A.: No extraño ser el galán. Si hubiera seguido en esa línea, ahora tendría pelo, dientes ultrablancos, abdominales marcados y no sería tan chévere. Esos personajes que vinieron después para mí los he disfrutado más. Veo ahora a Juan Pablo Urrego (quien interpreta a Rigo) y son muchas horas de trabajo, mientras que con mis personajes puedo entrar y salir de las novelas y estar con mi familia, ver a mi hija y cosas que valoro mucho más.

SEMANA: Hace poco sucedió un hecho muy curioso: un decomiso de paquetes de droga con la imagen de Guadaña, su personaje... Parece algo sacado de la ficción.

J.A.: Eso me dio risa, aunque tengo amigos que me dicen: “Eso no debería darte risa, es denigrante”. Me imaginé a los narcotraficantes viendo la foto de Guadaña. Viéndolo sin moralismos, se me hace cómico que alguien se tome el trabajo de imprimir un personaje de ficción para darle su sello a algo. La vida de actor te ofrece esas mamaderas de gallo.

SEMANA: El humor siempre ha estado presente en sus personajes y burlarse de usted mismo ha sido casi como un sello actoral...

J.A.: Siempre he creído que el humor es un gran conector, te acerca a la gente. Cuando le llevas humor a la gente, logras que se olvide de sus problemas. Me gusta ese brillo que tienen personajes como don Evaristo, llenos de colombianidad, de mamadera de gallo. Eso tenemos los colombianos: que hemos aprendido a burlarnos de la vida.

SEMANA: Precisamente, usted ha sido uno de los pioneros del stand up en Colombia con obras como Ríase el show, que lleva varias temporadas. ¿Disfruta más el teatro que la televisión?

J.A.: El teatro me hace sentir vivo. Estar con la gente, comunicar, reírse, mamando gallo. Burlarme de mí mismo. Eso es un regalo de la vida. El teatro siempre será para mí un refugio, un motivo para sentirme vivo.

Foto: Instagram @actorjulian. | Foto: Foto: Instagram @actorjulian.

SEMANA: ¿Dónde quedó el futbolista que algún día quiso ser?

J.A.: Se quedó en un vestier en Millonarios, donde probé suerte. No resistí, como sí lo hizo Andrés Llinás, de Millonarios. Yo soy tan gomelo como Llinás, pero no tuve la fuerza que él sí tuvo. Sí se aguantó, todo monito y gomelo, al que lo cogió a pata y lo molió. A mí me dieron durísimo. Y me arrugué. Yo solo les decía: “Brusco no, güeón”. Pero en la televisión sí meto goles.

SEMANA: Ahora mismo debe estar de duelo con la eliminación de Millos...

J.A.: Estaba de viaje. No sé qué pasó (risas). No llegar a la final este año tiene un ingrediente muy grande y es que perdimos con equipos paisas, eso es muy doloroso. Uno puede perder con Junior o América y no importa. O hasta con Santa Fe. Pero perder con Medellín o Atlético Nacional duele más. Sí, hay duelo.

SEMANA: Pero don Evaristo, que es paisa, sí debe estar feliz...

J.A.: Él tiene pura pinta de ser del Poderoso. Y va a estar pendiente de la final, que ojalá sea Medellín-Tolima. Se lo merece David González.

SEMANA: Usted también quiso ser publicista. ¿Extraña el oficio?

J.A.: Estudié publicidad, pero de alguna manera la ejerzo todavía. Me la paso escribiendo ideas todo el día, la publicidad me dejó el oficio de estar todo el tiempo jugando con las palabras, de estar viendo imágenes. Hacer analogías absurdas. La publicidad es un gran nutriente de los personajes, que son grandes productos, como don Evaristo. Y para él creé dichos como “Segundazos de primera”, “Vendemos con empeño”. Entonces, la publicidad me ha ayudado a vender y entender mejor mis personajes.