Bill y Melinda Gates han sido reconocidos en el mundo por muchas cosas: ser nerds, filántropos, tener una vida perfecta por años. Pero también por una tesis muy fuerte que comparten muchos magnates en Estados Unidos. Ambos saben que es tanta su fortuna que a sus hijos no les alcanzaría la vida para gastarla y a su vez que no hay mayor daño que no enseñarles a labrar su propio camino.
El divorcio parece cambiar la suerte para los niños Gates en ese sentido. Jennifer, de 25 años; Rory, de 21, y Phoebe, de 18, no tenían grandes expectativas sobre ese dinero, pues sus padres habían dicho una y otra vez que le darían todo a su obra filantrópica y que ellos apenas recibirían una “minúscula” suma de toda la fortuna de ese imperio.
Ahora, una abogada de divorcios, Harriet Newman Cohen, ha dicho que tras la ruptura eso va a cambiar definitivamente. “Bill Gates anunció con orgullo al mundo que dejaría $ 10 millones (de dólares) a cada uno de sus tres hijos, y que el resto de los miles de millones se dejarán a la caridad... Ahora que Melinda tiene el control, tal vez ella les deje a sus hijos más de $ 10 millones (de dólares) cada uno. Quizás ella nunca estuvo de acuerdo con esa suma“. Para la abogada, esa cifra es equivalente a “desheredar” a los niños pues la fortuna de los Gates es muchísimo mayor.
Se anticipa que la suma crecerá, pero tampoco se cree que mucho. En una charla TED, Melinda Gates habló de esa forma de ver la vida. Aseguró que no dejaría que sus hijos crecieran en una burbuja y que había hecho mucho para lograr que vieran el mundo real. “Fuimos a Tanzania. Jenn ha estado en Tanzania. Todos nuestros hijos han estado mucho en África. Hicimos algo muy diferente, que fue que decidimos pasar dos noches y tres días con una familia. Anna y Sanare son los padres. Nos invitaron a ir y quedarnos en su boma. Incluso, las cabras estuvieron ahí, creo, viviendo en esa pequeña choza dentro su pequeño recinto antes de que llegáramos”, relató.
Vea la charla Ted con Bill y Melinda Gates
Sobre la pregunta de cómo criar niños cuando uno es la familia más rica del mundo, Melinda fue clara en que ella no creía que las fortunas deberían ser heredadas. “Yo diría que en general los niños reciben una gran educación, pero hay que asegurarse de que conozcan su propia capacidad y hacia dónde van, qué van a hacer. Nuestra filosofía ha sido ser muy claros con ellos; la mayor parte del dinero se va a la fundación y los ayudamos a encontrar algo que los apasione. Queremos lograr un equilibrio donde tengan la libertad de hacer cualquier cosa, pero no colmarlos con mucho dinero para que terminen sin hacer nada. Hasta ahora, están muy aplicados, entusiasmados de abrirse su propio camino”, dijo.
Bill Gates ha dicho lo propio. En una entrevista para Reddit, aseguró que “definitivamente pienso que dejarles a los hijos una enorme suma de dinero no es un favor para ellos”. Por eso, entre las decenas de rumores que hay sobre el acuerdo de divorcio se ha dicho que esa podría ser la suma que quede de una vez tasada para ellos, ya que las cuentas de la familia se van a poner sobre la mesa. La abogada Cohen agrega que no existe un mejor momento de empoderamiento femenino que el divorcio para una mujer como Melinda y que el hecho de que ella pueda ponerles a los hijos mucho más que los 10 millones de dólares será una de las batallas más gratificantes de ganar frente a Bill.
Vea el reportaje de Dora Glottman sobre el divorcio de los Gates
El divorcio del año
Bill y Melinda, ella tan nerd como él, siempre dieron la impresión de ser la pareja de multimillonarios perfecta, pues nunca reflejaron la arrogancia ni las peleas típicas de otros matrimonios de su clase. Se ganaron además la admiración del mundo, porque se han desprendido de buena parte de su riqueza en busca de soluciones para problemas como la pobreza y las enfermedades.
Pero la semana pasada dejaron atónito al planeta con un giro inesperado. “Ya no podemos crecer como pareja”, dijeron, al anunciar que ‘parten cobijas’ tras 27 años de unión.
Después, él insistió con esta petición: “¿Saldrías conmigo por dos semanas a partir del viernes?”, y ella respondió: “Eso no es espontáneo”. Al rato, la llamó a su casa y le preguntó: “¿Es esto lo suficientemente espontáneo para ti?”.
Tras siete años de noviazgo, el paso al matrimonio no fue fácil. Él era adicto al trabajo, así que a Melinda le tomó largo tiempo convencerlo de tomarse unas vacaciones.
Ni la decisión de llevar al altar a Melinda se salvó de la tendencia de Gates a analizarlo todo matemáticamente. En una pizarra anotó los pros y los contras de casarse, “pero por dentro estaba el alma de ese hombre tierno, cálido y curioso”, en palabras de ella.
Se casaron el primero de enero de 1994 y, tal vez, desde ahí comenzaron a formarse subrepticiamente las grietas que ahora han dado al traste con su felicidad.
En ese momento, él ya era uno de los hombres más ricos del globo y contaba con el prestigio de ser el genio que revolucionó a la sociedad con la popularización del computador, el PC. No solo estaba en su apogeo como cabeza de Microsoft, sino que también empezaba a descollar como líder mundial, lo cual lo obligaba a viajar todo el tiempo.
En un mes podía cubrir India, China y países de África, en tanto que ella se quedaba en casa cuidando a sus hijos, Jennifer, Rory y Phoebe, hoy de 25, 21 y 18 años, respectivamente.
A Melinda se le hacía duro lidiar con eso y le preocupaba volverse “invisible”. “Me sentía muy frustrada y le decía a Bill: ‘Esto es demasiado y tú nunca estás en casa’. Entonces, él ponía su mano en mi rodilla y me contestaba: ‘Melinda, a donde quiera que vayamos siempre estaremos juntos’”.
Cultivaban su historia de amor con detalles como la pasión por El gran Gatsby, la célebre novela de F. Scott Fitzgerald. Fundaron un club de lectura, que hoy subsiste, y se aficionaron a la meditación.
Si caminaban por el campo, él siempre iba adelante, asegurándose de que no hubiera telarañas, pues ella las detesta.
Las hermanas de Gates cuentan que él siempre fue muy tímido y que la gran labor de Melinda fue sacarlo de sí mismo. Mientras que él se enfocaba en los hechos y la estadística, ella lo hacía en el corazón y la emoción.
Así mismo, ella no lo “malcrió” en la casa por ser tan rico. “Él lava los platos, lleva a los niños al colegio y saca al perro”, contó en una entrevista, en la que también relató que cada tarde dejaban sus oficinas gemelas en la fundación para cenar con sus hijos.
“Eran sencillos y nunca cayeron en la trampa de la riqueza”, señaló un allegado.
Pero en los últimos años afrontaron varias crisis. Cuando él dejó su puesto como directivo de Microsoft y otras de sus empresas fue justo para pasar más tiempo en familia. Pero ni ese ni otros esfuerzos sirvieron.
No se ha confirmado que haya un tercero en discordia, aunque ha causado sensación la revelación de que, desde que se casaron, acordaron que él podía pasar “un fin de semana largo” cada año con su exnovia Ann Winblad.
También se ha hablado de Zhe ‘Shelly’ Wang, una intérprete que trabajó en la fundación de los Gates.
La mujer lo desmintió, pero ha llamado la atención que no se ha aclarado con quién habría sido el presunto affaire, si con Bill o con Melinda.
La otra gran pregunta es qué va a pasar con la fortuna. La prensa de Estados Unidos asegura que se casaron sin acuerdo prenupcial y que las leyes del estado de Washington consagran la partición por mitades.
Empero, en la demanda de divorcio, ella pide que se honre un “contrato de separación” que ya tienen.
Está en juego, ciertamente, una fortuna fabulosa. Los Gates tienen 129.300 millones de dólares, según Forbes, aunque para otros la suma asciende a 146.000 millones.
Son los mayores terratenientes de Estados Unidos, con posesiones que equivalen al tamaño de Hong Kong.
A lo largo del país poseen también varias casas, la principal de las cuales, Xanadú 2.0, en Seattle, mide más de 6.000 metros cuadrados y cuenta con seis cocinas, salón de baile para 150 personas y garajes para sus 23 carros, por citar solo algunos lujos.
Son dueños de varios aviones, colecciones y acciones en Microsoft, Four Seasons y Canadian National Railway, entre otras firmas. Si reparten todo por mitades, Melinda se convertiría en la segunda más rica del planeta, después de Françoise Bettencourt Meyers, que posee 83 millones de dólares, y por encima de MacKenzie Scott, la ex de Bezos.