Desde que la pareja sacudió al mundo en 2020 con el anuncio de su salida de la monarquía, se sabía que tarde o temprano se desahogarían; y lo hicieron este domingo con Oprah Winfrey, la reina de la televisión estadounidense.
Aunque el palacio de Buckingham estaba preparado para que se despacharan, el bombazo, que se vio venir, tomó por sorpresa a todo el mundo.
Esa noche se escuchó que Kate Middleton fue la que hizo llorar a Meghan y no lo contrario, y que a esta última nunca le enseñaron a hacerle la venia a la reina Isabel ni mucho menos cómo funciona la realeza. Los cortesanos, además, le prohibían salir con sus amigas y le pidieron ser “50 por ciento menos Meghan Markle”.
El más grande golpe, sin embargo, llegó en el momento en que los duques revelaron que ella fue víctima de racismo. Cuando esperaban a su primogénito, Archie, un miembro importante de la familia cometió la indelicadeza de preguntarles de qué color sería el bebé y esa conversación se repitió varias veces.
Hasta hoy, los escándalos de los Windsor habían sido de sábanas y, aunque en el pasado algunos de ellos tuvieron gaffes con el tema de la raza (como cuando Harry se disfrazó de nazi o se rumoró que su abuelo Felipe era pro-Hitler), jamás se habló antes de un ataque discriminatorio tan frontal de un miembro de la casa.
Los Sussex no quisieron decir quién fue, pero un día después de la emisión Oprah aclaró que Harry descartó a la reina y a su esposo. Lo cierto es que el racismo fue una gran motivación para dejar de ser miembros activos de la familia real, dado el impacto en la salud mental de la duquesa, quien por eso tuvo pensamientos suicidas.
En su comunicado en respuesta al programa, la reina manifestó que algunas de las cosas dichas por los Sussex son cuestionables. Al menos así interpretan algunos la expresión “while some recollections may vary” (en tanto que algunos recuerdos pueden variar), utilizada para anunciar que investigará privadamente el tema. “Es una exquisita frase para acusar a los Sussex de vivir en un mundo de fantasía al estilo Disney”, dijo el biógrafo real Tom Bower.
Harry y Meghan dieron pie para ser vistos como ambiguos. Por un lado, no se comprende cómo él, que ha hecho campañas sobre salud mental y admitió haber ido a terapia para superar los traumas por la muerte de su madre, no lograra brindarle ayuda profesional a su esposa.
Por otra parte, medios como el Daily Mail notaron que ella afirmó que las charlas sobre el color de Archie se dieron cuando estaba embarazada, mientras que Harry aseguró que fue antes de la boda.
Otra contradicción es sobre un posible título nobiliario para Archie. Antes del parto, contaron, miembros de la familia les advirtieron que él no tendría derecho a ninguno, y Meghan lo interpretó como otra muestra de racismo. Lo preocupante para ella era que eso lo dejaría sin seguridad.
Los cronistas de la realeza, sin embargo, recuerdan que por una directriz del rey Jorge V solo son príncipes los hijos y nietos del monarca y aquellos a quienes este les conceda ese título. Más aún, por iniciativa de Carlos, padre de Harry, se busca que la familia real sea cada vez más compacta y que sus parientes no tan cercanos lleven una vida normal sin depender de la Corona.
Aunque los duques parecieron alineados con esta idea cuando Archie nació, en la entrevista resultó que sí estaban detrás de un título para él, lo que parece otro contrasentido. En el futuro, él podría usar el título de conde de Dumbarton, subsidiario del ducado de su padre, o ser príncipe cuando su abuelo Carlos suba al trono.
Los expertos ven infundados los temores por su seguridad, que no siempre viene con el título y no se les otorga a los bebés, pues se entiende que siempre serán custodiados por sus padres y su escolta si la tienen.
Los Sussex, además, dieron papaya con la aseveración de que Carlos les cortó el apoyo financiero. Según el Evening Standard, él se encargó de hacerle saber a la prensa, por intermediarios de confianza, que los sigue ayudando, aunque no desmintió que dejó de contestarle el teléfono a Harry, como este lo contó. Aquí, la contradicción es que uno de los pilares de su grito de independencia fue el deseo de ser autónomos en este frente y ahora lloran por plata.
Otros no entienden que reivindiquen tanto su derecho a la privacidad, mientras que hablan de lo más íntimo de su vida familiar ante el mundo.
La entrevista, vista por 22 millones de personas, recordó la confesión de Diana de Gales ante las cámaras de la BBC en 1995. La reportera Melanie McDonagh afirma que los Sussex han construido su discurso basados en la historia de la princesa. Harry ha dicho que siente no haber podido proteger a su madre de lo mucho que sufrió en la familia real y cree que al salvar a su esposa expiará esa culpa.
En todo caso, el paralelo entre las dos es asombroso. Por ejemplo, ambas fueron tratadas por los Windsor como extrañas y, cuando se negaron a agachar la cabeza, las aislaron.
Si bien a Diana se le creía, a Meghan no tanto: dijo que no sabía nada de la monarquía y eso resulta sospechoso. A Isabel II la identifican por lo que es en cualquier rincón del planeta, y Harry es hijo de quien fue la mujer más famosa del globo.
Además, cuando estuvo en Londres, jovencita, se tomó la típica foto frente al palacio de Buckingham. Y amigas suyas hablan de lo mucho que admiraba a Lady Di; tanto es así que una vez hizo una exposición sobre ella en el colegio.
El cara a cara dejó serias dudas acerca del raro modo de comunicarse de esta familia: la pareja se sintió desairada por la reina cuando regresaron de Canadá, donde vivieron tras anunciar su retiro. Habían quedado en verse con ella en la residencia de Sandringham, pero, de repente, el secretario privado de la monarca les notificó que no se daría el encuentro.
Entonces, Harry llamó a su abuela y ella le dijo que estaría ocupada el resto de la semana. La explicación, según Harry, es que en palacio los que mandan son los cortesanos, a los cuales les echa gran parte de la culpa de sus problemas.
Como pasó con la entrevista de Lady Di, hoy los británicos están divididos. La mayoría opina que la de los Sussex fue inapropiada. Pero no hay que hacer sondeos para ver el daño que hizo. Por un lado, perjudica la reputación que ha atesorado la realeza británica, a pesar de una abdicación, tres rupturas matrimoniales en un solo año (1992) y otros escándalos. Ahora, creen los observadores, se ha rasgado definitivamente ese misterio que ha tejido la magia del trono. Y aunque la pareja trató cariñosamente a la soberana, en realidad todos los golpes los recibió ella por ser la cabeza de la Corona.