La ciencia ficción cambiaría para siempre en 1984. A tan solo siete años del estreno de La Guerra de las Galaxias, el cine volvería a ver una producción que llevaría a la imaginación a otro nivel a través de temas relacionados con tecnología, el futuro y el fin del mundo. En esta ocasión, así como lo hizo George Lucas, fue James Cameron el que desafió a la realidad con Terminator.
Esta producción además inmortalizaría a Arnold Schwarzenegger como uno de los héroes de acción más recordados de todos los tiempos. El austriaco creó una larga carrera en el fisicoculturismo durante los 70, fama que le valió para entrar a Hollywood a protagonizar filmes como Hércules en Nueva York o Stay Hungry.
Su físico de superhumano y sus interpretaciones de héroes le permitieron también llegar al papel de Conan, el bárbaro, el cual lo catapultó por los siglos de los siglos en el cine. Cameron no fue capaz de ignorar tal perfil y tuvo que hacer todo lo que estuvo en su poder para contar con él en su gran apuesta, Terminator.
En el papel del exterminador T-800, el intérprete se ganó las miradas de todo el mundo y convirtió al personaje diseñado por el visionario James en uno de los emblemas eternos del cine, siendo hasta el momento ese personaje una marca tan fuerte como la película en sí.
A lo largo de las décadas, el éxito de Terminator ha unido al director con su actor principal, fortaleciendo una de las amistades más famosas del séptimo arte. No obstante, no todo fue color de rosa.
En un punto de las grabaciones, Cameron y Schwarzenegger tuvieron un ‘encontrón’, el cual trascendió recientemente gracias a la serie documental de Netflix, Arnold.
En el programa, el europeo recordó que la famosa línea “I’ll be back” en realidad debía ser “I’ll come back”, pero él sentía que no tenía suficiente fuerza. Mientras él estaba convencido de cambiarla, el desarrollador se dio cuenta de sus intenciones, advirtiéndole que él no era al escritor, así que se limitara a ceñirse al guion.
A pesar de la precaución, el histrión siguió adelante con sus pretensiones y clavó uno de los diálogos más emblemáticos que se haya pronunciado alguna vez en la gran pantalla.
Tal frase, junto a la de “Hasta la vista, baby”, hicieron del personaje de Arnold Schwarzenegger una figura de fácil recordación. James Cameron no volvió a pronunciarse al respecto.
Arnold Schwarzenegger reveló detalles íntimos en nuevo documental; aseguró haber sufrido maltrato físico y mental de su padre
Asimismo, en el biodocumental, el famoso de Hollywood revela detalles de su infancia, de los maltratos que sufrió por parte de su padre y del hijo que tuvo con una empleada del servicio, fuera del matrimonio con Mildred Baena.
El producto está dividido en tres partes, que narran su trayectoria personal como nativo austriaco, de fisicoculturista a actor y como político estadounidense.
En el primer episodio, Schwarzenegger reveló momentos duros que vivió en el pueblo austriaco de Thal, en su niñez, junto a su hermano mayor Meinhard, quienes experimentaron maltrato físico y mental de su padre, Gustav Schwarzenegger.
Su padre fue miembro del Partido Nazi y estuvo involucrado en la invasión de Leningrado, sufriendo secuelas por la guerra: terminó padeciendo un “síndrome de estrés postraumático”.
“Estuvo enterrado debajo de escombros de edificios durante tres días y, además de eso, perdieron la guerra. Se fueron a casa tan deprimidos. Austria era un país de hombres destrozados. Yo creo que hubo momentos en los que mi padre realmente luchó”, señaló el estadounidense sobre el paso de su progenitor por la guerra.
Pese a ello, el actor de Hollywood describe a su padre como un “tirano y un oficial de policía muy duro”, que le provocó mucho daño a él y a su hermano. De hecho, reveló que en algunas ocasiones los ponía a competir entre ellos, así como los golpeaba con cinturones y, si bebía, su comportamiento tendía a empeorar.
“Había una especie de comportamiento esquizofrénico que mi hermano y yo presenciamos en casa. Estaba el padre amable y otras veces, cuando llegaba borracho a las tres de la mañana, el que estaba gritando. Nos despertábamos y, de repente, nuestros corazones latían con fuerza porque sabíamos que eso significaba que él podía, en cualquier momento, golpear a mi madre o volverse loco”, agregó.
El maltrato físico y mental que recibió el también político austro estadounidense lo hizo tomar la decisión de marcharse, a la edad de 21 años, de Austria con destino a Estados Unidos, en 1968.
“El tipo de crianza que tuvimos fue beneficioso para alguien como yo, que era muy fuerte y muy decidido por dentro, pero mi hermano era más frágil (...) Nietzsche tenía razón: lo que no te mata te hace más fuerte. Lo mismo que me hizo quien soy hoy fue lo mismo que lo destruyó”, aseguró.