Desde 2019, los días del rey emérito Juan Carlos, de 83 años, transcurren en una paradisiaca isla artificial llamada Nurai, en Abu Dabi, en medio de una rutina básica que consiste en levantarse muy temprano para hacer ejercicio, bañarse y enfundarse en jeans, camiseta y tenis para leer los diarios españoles. A veces camina por los jardines de su casa, eso sí, con muletas, pues quienes lo han visto dicen que se le ve demacrado, débil y bajo de peso.
La casa donde vive, cuentan las agencias de prensa, no es precisamente una mansión, sino más bien un lugar discreto para el estilo de vida que habría disfrutado hasta entonces el monarca de la corona, que gozaba de gran prestigio en su país al haber gestionado la transición a la democracia después de la muerte del dictador Francisco Franco.
A esa situación fue forzado a vivir en 2019, cuando se le abrió un caso por corrupción en España. Su hijo, el rey Felipe, cortó relaciones de inmediato con él y el exrey se distanció para no causar daño a la figura de la corona. Su esposa, la reina Sofía, se quedó en España con el resto de la familia. Solo sus hijas, las infantas Elena y Cristina, lo han visitado. Desde entonces, el rey emérito está solo, esperando noticias de si algún día podrá volver a su país.
Eso podría suceder más temprano que tarde. Según El Confidencial, es muy probable que, en los próximos días, los fiscales anuncien que cerrarán los tres casos de corrupción en su contra debido a que han encontrado demasiados obstáculos para investigarlo a profundidad. Y si los casos se cierran, se abrirá la puerta para que el rey emérito regrese a casa. Pero desde ya la prensa le está enviando mensajes de que una cosa es el caso judicial y otra el caso político en su contra.
El diario El País, por ejemplo, en un editorial reciente dijo que “más allá de la acción de la justicia, la dignidad institucional del exjefe del Estado reclama sin necesidad de mayor énfasis la clarificación de las circunstancias en que se produjeron las regularizaciones fiscales, la disipación de las dudas sobre las comisiones obtenidas como presunto intermediario y la existencia de fondos en cuentas situadas en paraísos fiscales”.
Todo eso hace pensar que, con el cierre del caso, el rey emérito iría a España a visitar a su familia, pero no podría tener como residencia la capital porque muchos sienten aún una gran indignación ante su comportamiento. Además, no podría hacerlo por su hijo, el actual monarca, quien no le contesta llamadas ni ha aceptado viajar a verlo en su exilio. Incluso rechazó cualquier tipo de herencia de su parte, y le retiró su asignación anual de unos 200.000 euros. Felipe no lo llamó siquiera para felicitarle en su último cumpleaños.
El rey Juan Carlos I está involucrado en diversas investigaciones, no solo en España, sino también fuera de ella. La primera está relacionada con presuntas comisiones que habría recibido antes de abdicar, en 2014. Todo comenzó en 2012, cuando investigadores suizos descubrieron que Juan Carlos había sacado 65 millones de euros de una cuenta de ahorros a nombre de una fundación panameña a la cuenta de su examante Corinna Larsen, en Mónaco, un reconocido paraíso fiscal. Corinna les dijo a los investigadores que el rey le había dado el dinero en agradecimiento e incluso como una manera de pedirle que volvieran a ser amantes. Pero nadie le creyó.
Por más pasión que haya habido entre los dos, ninguna persona cuerda le entregaría como regalo una suma tan generosa a su amante, mucho menos un rey que no tenía ninguna intención de abandonar a su familia. Por el contrario, esas declaraciones llevaron a pensar a la justicia que podría tratarse de coimas que la familia real de Arabia Saudita habría pagado en 2008 por la negociación de la construcción de un tren de alta velocidad en La Meca por parte de una empresa española. Así, la plata habría llegado a Corinna en calidad de testaferrato y ella simplemente no la devolvió.
Ante este caso, los fiscales dicen que no han podido avanzar porque para ello requieren que el Gobierno saudí abra sus libros, algo que consideran poco probable que suceda. Los otros casos son presuntos delitos fiscales y están relacionados con dos normalizaciones multimillonarias que el rey emérito hizo al fisco en diciembre de 2020 y en febrero de 2021, la primera por casi 700.000 euros y la segunda por 4,3 millones de euros, ambas efectuadas en fechas posteriores al inicio de la investigación.
Por eso persiste la duda de si él las pagó porque sabía que lo estaban investigando o si fueron absolutamente voluntarias. Esos pagos hechos por Juan Carlos han impedido que los fiscales presenten cargos por impuestos no declarados. Según la legislación española, si el presunto defraudador paga el impuesto que adeuda antes de ser acusado formalmente, no puede tener acciones penales contra él.
Otro aspecto del caso se refiere a un fideicomiso en el que Juan Carlos aparece como beneficiario desde 2005 y que está registrado en la isla de Jersey, otro paraíso fiscal ubicado cerca al canal de la Mancha. El año pasado, la autoridad española contra el blanqueo de capitales detectó intentos de transferir fondos desde esa cuenta activa con un saldo de casi 10 millones de euros. Se trataría de otra fortuna oculta y no declarada que le agregó más problemas al exrey.
Hasta ahora, Juan Carlos no ha sido imputado por ningún delito, pero estas investigaciones mancharon su imagen. De hecho, su abdicación en 2014 se dio por la indignación generada tras las revelaciones de su vida privada y de los casos de corrupción de la familia real. Sin embargo, los fiscales no pueden investigar nada que haya pasado antes de 2014 porque en esa época el rey estaba protegido por un fuero de inmunidad.
Todo parece indicar que con los impedimentos que han encontrado los fiscales para verificar las acusaciones contra Juan Carlos, el monarca saldrá impune. Aun así, los fiscales planean publicar todos sus descubrimientos no sin antes dejar claro que de no ser por ese detalle de la ley que le da inmunidad al rey, Juan Carlos habría sido procesado.
El rey emérito sabe que le tomará tiempo reconstruir su imagen. Según un reportaje de la revista Paris Match, con ayuda de la tecnología habla a diario con su esposa, Sofía, mientras que sus hijas, Elena y Cristina de Borbón, mantienen contacto con él y hasta han ido a visitarlo varias veces. También, desde una tableta, sigue las misas que se celebran en el Palacio de la Zarzuela y a veces habla con sus amigos más fieles. En el artículo lo describen como un rey solitario y nostálgico. El rey que algún día fue considerado el monarca más popular de Europa hoy indigna a muchos que no lo quieren volver a ver por territorio español. Solo el tiempo dirá cómo termina esta historia.