La realidad de Diana Trujillo es un sueño. Un sueño tan grande que rompió las barreras utópicas de lo imposible y se abrió paso por caminos de lucha, perseverancia, tenacidad, estudio y, de esas cosas que no tienen explicación, la chispa de voluntad distinta que poseen quienes tienen una sola oportunidad.
Su talento fue descubierto por un profesor de química en el colegio Cañaverales de Cali. El docente, maravillado por la brillantez de Diana, le recomendó que debía emigrar de Colombia. En aquel momento, año 1997, no había en el país una universidad capaz de albergar y explotar todo el talento de la joven genio.
Llegó a Estados Unidos cuando apenas tenía 17 años. Su meta no era conquistar el mundo; sus sueños eran mucho más ambiciosos: explorar el universo. Para transformar lo imposible en posible, trabajó limpiando casas para poder pagar sus estudios universitarios de Ingeniería Aeroespacial; se abrió paso en la academia hasta que su nombre llegó a la Nasa.
Así inició el viaje
Desde el año 2008 ha trabajado en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (Jet Propulsion Laboratory) de esa agencia espacial, en la que ha contribuido en varias misiones.
Tiempo después fue la líder del Sistema de Muestreo de Superficie en la misión Curiosity, rol en el que fue la responsable de garantizar la actividad del brazo, el muestreo y otras labores diarias de ese rover que aterrizó en superficie espacial en agosto de 2012.
Más adelante, llegó su oportunidad estelar: liderar la misión Perseverance, que llevó un robot hasta Marte. Todo salió según lo planeado y el artefacto pisó suelo el 18 de febrero, tras un viaje de 480 millones de kilómetros que inició en julio de 2020.
Y es que perseverancia es una de las palabras que tiene el sello de Diana Trujillo. Cuando llegó a Estados Unidos no hablaba inglés, pero eso no fue un impedimento para seguir caminando hacia el espacio.
La curiosidad por saber qué había más allá nació en Colombia. Las noticias desalentadoras de una guerra que estaba en sus picos históricos de terror la atormentaban y lo único que lograba calmarla era subir a la azotea de su casa y quedarse por horas mirando las estrellas. Fantaseaba con un camino más allá de todo.
Las fantasías ahora son retos. La semana pasada fue presentada oficialmente por la Nasa como una de las mujeres que hacen parte del grupo de siete nuevos directores de misiones de vuelos espaciales, quienes tienen el propósito de estudiar y dar solución a los retos para que el ser humano vuelva a pisar la Luna.
Su trabajo, explicado en palabras simples, es coordinar la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, cargo en el cual tendrá que dirigir misiones de vuelos espaciales tripuladas desde el Centro de Control de Misión, en el Centro Espacial Johnson de la Nasa, en Houston, Texas.
La ingeniera explicó que este proyecto: “Busca realizar experimentos científicos y ampliar nuestros conocimientos de cómo podemos mantener la vida en el espacio; también para estudiar cómo llevar vehículos a la Estación Espacial. Ya cuando se demuestre que es posible preservar la vida, nuestra siguiente etapa es que el ser humano vuelva a la Luna (...). Solo entonces existirá la posibilidad de pensar en llevar a los seres humanos a Marte. En otras palabras, es como si fuéramos de paseo y para recargar energía, hiciéramos una parada rápida en la Luna”.
Otros caminos se abren
Diana nació el 4 de enero de 1980. Tiene 42 años de edad. Está casada con William Pomerantz, vicepresidente de proyectos especiales de Virgin Orbit. Tienen dos hijos, aún menores de edad. Es considerada como una de las mujeres latinoamericanas más influyentes en la industria tecnológica aeroespacial, por sus aportes en el desarrollo e innovación en sistemas de brazos robóticos de vehículos de exploración espacial no tripulados.
Estudió Ciencias Espaciales en la escuela comunitaria de Miami Dade College de la Florida, y posteriormente Ingeniería Aeroespacial en el programa de Systems Engineering de la Universidad de Maryland, College Park. Realizó pasantías profesionales en la Academia Espacial de la Nasa y luego ingresó al Departamento de Educación de esa misma agencia.
Este es un perfil muy resumido de quien ha llevado la bandera de Colombia al sitio más alto posible. Sin embargo, detrás de esos datos generales hay detalles fascinantes como, por ejemplo, que gracias al trabajo y la inspiración de Diana Trujillo la Nasa puso sus ojos en Colombia y abrió el programa She Is, el cual busca capacitar a un centenar de niñas colombianas entre los 9 y 15 años de edad para mostrarles la ruta al espacio. Diana no solo es un referente; es también el camino.
“Si te sentiste inspirado, por favor, sé que puedes convertir esa inspiración en acción. Tú, tus hijas y tus hijos también pueden convertirse en científicos e ingenieros. ¡Puedes empezar hoy!”, dice Diana.
Su trabajo también ha sido reconocido en Colombia. En el más reciente Premio Cafam a la Mujer, el pasado 8 de marzo, fue galardonada en medio de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
“Me da mucha emoción tener el privilegio de recibir este homenaje y seguir inspirando a todas las mujeres para que trabajen por sus sueños, sin darse por vencidas. Yo vine con 300 dólares a Estados Unidos, sin saber inglés, y hoy estoy en la segunda misión a Marte, donde queremos saber si estamos solos en el planeta”, afirmó la ingeniera colombiana.
También recibió del Gobierno nacional la Cruz de Boyacá, la más alta condecoración a un ciudadano destacado. “La ingeniera es hoy inspiración para tantas niñas en nuestro país que se han unido a la red de pequeños que quieren llegar a ser científicos, pero también para quienes están en formación en las universidades de nuestro país y fuera de nuestro territorio. No tengo duda de que, cuando la ven a usted, ven el referente de querer llegar a esos lugares de liderazgo y de trascendencia”, dijo el presidente Iván Duque Márquez.
Asimismo, Diana se ha ganado el reconocimiento de toda Colombia, incluso, de figuras públicas como Shakira. “La historia de Diana me emociona e inspira”, comentó la cantante en su cuenta de Twitter.
Mensaje que la ingeniera no dudó en responder. “Muchas gracias, Shakira, por tu mensaje. Espero que padres, maestros, niñas y niños, se hayan sentido inspirados con el aterrizaje de Perseverance. Deseo que tengan en sus corazones la esperanza de ser los ingenieros y científicos del futuro”, expresó.
Inspiración. Esa es la palabra clave en el diccionario de vida de Diana. Ahora que sus sueños de niña son su realidad, los ha reemplazado por sus metas de adulta. Y, aunque parezca imposible, se pregunta ¿por qué no? Y eso es suficiente para creer. Creer hasta el final, así como en 1997 aquel docente creyó en ella. El viaje aún no termina.