El cartero, el carnicero, el tendero y el cantinero de la localidad de Bucklebury, en el sur de Inglaterra, tendrán el privilegio de asistir a la boda más esperada de los últimos tiempos: la del príncipe William y su prometida, Kate Middleton. Y no porque se hayan ganado un concurso ni nada por el estilo, sino porque la novia, quien creció en ese pueblo, los invitó. Por iniciativa suya, estos cuatro desconocidos se codearán con la reina Isabel II, el futbolista David Beckham y el primer ministro británico, David Cameron, el próximo 29 de abril en la abadía de Westminster, donde se celebrará el enlace.La mayoría de los medios ha calificado el gesto de inusual, pero en realidad corresponde a una estrategia de la monarquía británica para refrescar su imagen y demostrar que Kate encaja a la perfección como 'princesa del siglo XXI'. La semana pasada, en su tercer acto público desde el anuncio del compromiso, la joven se robó las cámaras y los aplausos de los habitantes de Irlanda del Norte, adonde llegó de sorpresa para reunirse con niños enfermos de cáncer. Gracias a su carisma, algunos han llegado a compararla con Lady Di, la mamá de William, mejor conocida como la 'princesa del pueblo'. Según explicó a SEMANA Max Clifford, relacionista público y experto en realeza, aunque la Corona no permitirá que Kate se convierta en una princesa escandalosa como Diana, sí ha tratado de mostrarla como una chica común y corriente. Por eso la familia real publicó hace pocos días la biografía oficial de la futura reina consorte, en la que es descrita como una joven aplicada y deportista. También dio a conocer cinco fotos inéditas de ella en las que aparece jugando en el campo, como cualquier otra pequeña. "A eso se suma que su prometido es un príncipe moderno que entiende los medios y sabe qué es lo que el público británico quiere", dice Clifford. La pareja, sin duda, le da un nuevo aire a la monarquía y más aún si se tiene en cuenta que Kate es la primera plebeya en casarse con un heredero al trono en 350 años. Sus ancestros incluyen obreros y mineros, y sus padres, Carole y Michael, son antiguos empleados de British Airways. Los Middleton lograron hacerse a una modesta fortuna cuando crearon Party Pieces, una empresa de artículos para fiestas infantiles, con la que sacaron a sus tres hijos adelante y compraron una casa en Bucklebury. Poco después de graduarse de Historia del Arte de la prestigiosa universidad escocesa de St. Andrews, donde conoció a William, Kate trabajó con sus papás durante unos meses y luego se incorporó como agente de compras en una cadena de ropa. "Para la monarquía, resulta conveniente presentarla como una mujer de clase media -dijo a esta revista Richard Palmer, periodista especializado en asuntos de la realeza-. A pesar del esnobismo de algunas personas, hoy en día la mayoría pertenece a ese estrato, que es la principal fuente de apoyo de la familia real". Para Palmer, que la futura reina bien podría ser la vecina de cualquiera hace de la Corona un tema relevante para los británicos. Desde que en 2002 empezó el rumor de su romance con el príncipe, la joven ha intentado mantener un bajo perfil y distanciarse de los compromisos reales. Sus papás, incluso, presentaron una queja formal ante varios editores de periódicos en la que les pedían que dejaran en paz a su hija, pues se sentía acosada por los paparazis. De hecho, la joven todavía admite que le resulta "intimidante" formar parte de la monarquía, pues es consciente de que por el resto de su vida estará bajo la mirada del público. Por suerte, la mayoría de los expertos coincide en que ha sabido transmitir confianza y seguridad en sus primeras apariciones ante las cámaras. Luego de casi siete años de noviazgo, casi todos creen que está lista para asumir su nuevo papel como esposa del segundo en la línea de sucesión al trono. Por su parte, William ha sido enfático en decir que su prometida "no está tratando de ocupar los zapatos" de su mamá, pero para algunos medios británicos es inevitable compararla con Diana. Palmer insiste en que la joven, a pesar de que sigue siendo "discreta y medida", ha podido conectarse con la gente, tal como lo hacía Lady Di al final de sus días. Hay detalles de etiqueta que la hacen lucir igual a Diana, como arrodillarse para estar al mismo nivel de los niños y de las personas en sillas de ruedas. O que se quite los guantes para saludar a la gente, una práctica que la princesa de Gales también inauguró y que en su momento muchos calificaron como un gesto populista. No es de extrañar entonces que la joven haya reconocido en más de una oportunidad que su difunta suegra ha sido una de sus grandes inspiraciones. Y las coincidencias no paran ahí. Kate está camino a convertirse también en un ícono de la moda, y durante las últimas semanas se han dado a conocer varias imágenes que muestran que su forma de vestir es parecida a la de Diana. También es cierto que ambas fueron educadas en colegios públicos y que tenían fama de ser buenas deportistas. Pero según explicó a SEMANA otro experto en monarquía británica, Richard Fitzwilliams, hay varios aspectos que las diferencian. En primer lugar, Kate es una mujer madura (tiene diez años más que Diana cuando se casó) y mejor preparada (Lady Di no obtuvo ningún título profesional). Y, en segundo lugar, ambas provienen de familias muy distintas: mientras que Diana era descendiente de aristócratas, Kate no tiene sangre azul. Lo más notable es que los futuros reyes, a diferencia de Diana y Carlos, tienen una relación sólida. No fue un matrimonio de última hora y William siempre tuvo claro que no se casaría antes de los 28. Todo lo contrario de lo que ocurrió con su padre, quien tuvo que ceñirse a los protocolos y contraer nupcias con una virgen como Diana, a pesar de que siempre estuvo enamorado de Camilla Parker-Bowles, su actual esposa. "Kate y William llevan saliendo desde hace tiempo -opina Fitzwilliams-. Es de esperarse que ella asuma un papel de esposa comprensiva, pues la realeza no va a permitir que se repita la historia de Diana y Carlos". Por ahora, la Corona tiene concentrados sus esfuerzos en hacer de Kate una princesa digna de esta época. Por eso, además de las invitaciones que entregó a los habitantes de Bucklebury, sus asesores más cercanos le aconsejaron que la noche previa al matrimonio se hospede en un hotel y no en una de las lujosas mansiones de los Windsor, como ha sido costumbre. Para completar, decidió que no llegará a la catedral de Westminster en carroza sino en un automóvil, acompañada por su papá. Aunque la joven ha probado ser más prudente con los medios que Diana, con estos detalles tan sencillos se ha anotado varios puntos y ha logrado conquistar a los comentaristas reales y, sobre todo, al pueblo británico.