Hace 25 años Julio Iglesias tiró su pañuelo al río y, mientras miraba cómo se hundía, su popularidad comenzó a crecer hasta límites que ni él mismo alcanzó a imaginar. Desde entonces han pasado cerca de tres décadas y, contrario a los rumores sobre su cansancio en la cima del estrellato baladístico, el famoso cantante español no parece estar dispuesto a tirar la toalla. A sus 55 años Julio continúa aferrado a su trono en medio de un mercado voraz en el que han aparecido nuevos contrincantes, más altos, más apuestos, más vitales; jóvenes talentos con las energías intactas para triunfar. Sin embargo son muchos los que consideran que su reinado podría estar llegando a su fin. Y todo, paradójicamente, por cuenta de su propio hijo. Hasta hace cuatro años Julio era el único Iglesias que triunfaba en el panorama internacional. Era el rey indiscutible de la canción hispana, con ventas alrededor del mundo de más de 200 millones de copias, un récord que incluso ocupa un lugar en el libro Guinnes. Acostumbrado a llenar los estadios, a recibir discos de oro con cada nuevo lanzamiento, a ver pasar los cadáveres artísticos de sus rivales de ocasión _Camilo Sesto, El Puma, José Luis Perales, Dyango_ mientras él se mantenía, Julio nunca tuvo entre sus cuentas que de sus propios genes le saliera la más dura competencia: su hijo Enrique, que de la noche a la mañana se trepó al ring del mundo del espectáculo y ha empezado a escalar la cima sin importar a quién tenga que destronar, así el monarca sea su propio padre. A pesar de que siga acariciándose sensualmente el esternón mientras canta, tras bambalinas Julio no hace más que rascarse la cabeza de preocupación. Lejos de sentir orgullo por Enrique, no está dispuesto a que él ni nadie tenga la osadía de pisarle sus terrenos. Mal papá Y es que si para la mayoría de padres en el mundo el hecho de que un hijo decida seguir sus pasos es todo un honor, eso no se cumple en un hombre como Julio: ambicioso, competitivo y ególatra _según sus propios amigos_, para quien su familia y sus hijos siempre han estado en un segundo lugar: "Yo ni soy buen padre, ni presumo de serlo. Nunca he tenido tiempo, nunca he sabido compaginar éxito y familia", declaró el veterano cantante en una entrevista para El País Semanal de España. Camuflada en un principio, la rivalidad entre Julio y Enrique es ya evidente y se ha manifestado en varias ocasiones. Para comenzar, Julio nunca ha asistido a un concierto de su hijo. Mientras Isabel Preysler, la mamá del joven artista, acostumbra a viajar miles de kilómetros para presenciar el primer concierto que realiza el muchacho cada año, Julio siempre se las ingenia para atravesarle conciertos o giras promocionales. "Los promotores de mi padre han llegado a poner todos sus conciertos antes que los míos. Es una putada, ¿no?", se quejó Enrique en una oportunidad hace dos años. Frases como "algún día aprenderá a cantar" , "de todos modos yo sigo siendo el mejor" o "Enrique es un buen chico, pero el que canta es Julio José", han sido pronunciadas por Julio en diferentes entrevistas. Y aunque a él se le reconoce el mérito de seguir batallando a pesar de sus años, también se le critica _y así lo percibe la gente_ que en esa batalla haya escogido como su rival a un ser que lleva su propia sangre. Los celos profesionales de Julio son tan grandes que incluso hay quienes sostienen en privado que el año pasado, durante la entrega de los American Music Awards, evento en el que estaban ambos nominados, la Sony, casa disquera de Julio, amenazó con cancelar la participación en el show central del cantante Michael Jackson si Enrique se llevaba el premio, que finalmente le fue otorgado a Julio. Si bien estas intrigantes aseveraciones nunca pudieron ser probadas y para muchos obedecen más al resentimiento del propio Enrique, por lo menos sí dan una idea aproximada de hasta dónde ha llegado el pleito entre padre e hijo.A escondidasEnrique es el menor de los tres hijos que Julio tuvo con la española Isabel Preysler: Chabeli, de 27; Julio José, de 25, y Enrique, quien cumplirá 24 años el próximo 5 de mayo. Los tres viven en Miami, donde se radicaron luego de que su abuelo fuera secuestrado en España. Por la seguridad de los niños y la tranquilidad de sus padres la decisión fue que crecieran en Estados Unidos bajo el cuidado de la famosa Seño, Elvira Oliveros. Aunque Julio nunca escatimó un solo peso en la educación de los muchachos, jamás le sacó tiempo a sus obligaciones para dedicarlo a las labores paternas. La opción era cantar o criar. Y él escogió lo primero por considerarlo lo más importante. El hecho de que Julio viviera recorriendo el mundo en su avión privado, preocupado de que sus discos sonaran en las emisoras y de que se vendieran los boletos de los conciertos, fue aprovechado por Enrique para convertirse en cantante sin que su padre se enterara. Cualquier cosa hubiese querido Julio menos que sus hijos sintieran la misma fascinación por las luces, el micrófono y el escenario. Y como Enrique lo sabía, nunca quiso revelar sus verdaderas intenciones. Trabajó en secreto y, mientras su padre pensaba que tendría en él a un futuro administrador de empresas, Enrique cancelaba la universidad y en cambio se dedicaba a escondidas a estudiar música, técnica vocal y manejo del cuerpo. Cuando sintió que estaba listo tomó la decisión de hacer dos viajes trascendentales: el primero a México para firmar contrato con su empresario, el colombiano Fernán Martínez, cuya trayectoria profesional conocía desde los años de Martínez como manager de su padre. El segundo a Canadá, donde grabó su primer disco, que sería lanzado con el sobrio título de Enrique Iglesias. Julio se enteró del disco dos meses antes de su aparición en el mercado. Ocurrió por casualidad, en una fiesta en Miami a mediados de 1995, cuando un amigo se le acercó para felicitarlo y desearle muchos éxitos con el nuevo cantante Iglesias. Quienes asistieron a la reunión confesaron tiempo después que a Julio por poco le da un infarto y que de la sorpresa inicial pronto pasó a la indignación. Sencillamente no pudo aguantar de su hijo semejante audacia, tan cerebral engaño, tamaña osadía de independencia. Más que lastimado emocionalmente Julio vio amenazado su prestigio. La cosa era muy clara. Si Enrique fracasaba sería un golpe para su ego. Si triunfaba, los celos lo devorarían. Para Enrique la situación no era diferente. Tenía la certeza de que si buscaba el apoyo de su padre y, por casualidad, lo obtenía, eso habría significado vivir a su sombra. En otras palabras, habría nacido muerto si lo que él quería era triunfar sin el pesado halo de su padre. "Prefiero morirme de hambre antes que pedirle algo a mi padre", dijo alguna vez.Por eso resolvió lanzarse por su cuenta y riesgo. En un principio consideró la posibilidad de prescindir de su apellido, pero pronto desistió de esa idea bajo la condición de que trabajaría sin mencionar para nada el nombre de Julio. En 1996, y durante su primer año como cantante, Enrique empezó a cosechar los frutos de su ambición con un Grammy. Nunca antes un principiante había recibido este reconocimiento con el primer álbum. Y más significativo aún, había logrado en un año lo que su padre había conquistado luego de más de 20 de trabajo. En 1998 Enrique consiguió una nominación más por su álbum Vivir y en 1999 volvió a figurar entre los finalistas por Cosas del amor.Quizás por el esfuerzo realizado por acaparar durante tantos años la atención mundial Julio Iglesias no ha sentido precisamente satisfacción con el éxito prematuro de su hijo. Mientras en apenas tres años Enrique se liberó del estigma de ser ‘el hijo de tal‘, Julio se ha convertido de la noche a la mañana en el papá de Enrique, pues es un hecho que desde hace meses los periodistas se interesan más por conocer primero su opinión sobre el futuro de su hijo antes que por el lanzamiento del próximo disco. Dividir para reinar Ante semejantes circunstancias Julio Iglesias ha decidido cambiar de táctica. Por lo menos eso es lo que se desprende de su reciente e incondicional apoyo a su hijo Julio José, quien luego de incursionar en el mundo del modelaje y la actuación ha resuelto iniciar su carrera como cantante. Además de compartir la misma casa disquera, la oficina de Julio en Miami se ocupa de atender todo lo relacionado con el próximo lanzamiento del disco del muchacho, algo que ha sido tomado por los comentaristas suspicaces de la farándula como un gesto de claro interés comercial que busca frenar el éxito de Enrique, aplicando el viejo refrán según el cual hay que dividir para reinar. Nadie duda de que si Julio estuviera retirado las cosas serían diferentes, pues todo apunta a que el problema radica en un ataque profundo de celos. Enrique acaba de ser la sensación en Viña del Mar. Desde que se lanzó hace cuatro años ha triplicado las ventas de su padre en Estados Unidos y México _menos en España_, ha logrado poner 10 número uno en la revista Billboard, vendido 12 millones de copias y recibido 220 discos de oro. La música de Enrique es joven, en cambio Julio canta para otra generación. Enrique _que domina el inglés_ comenzó a conquistar Estados Unidos a los 20 años, mientras Julio _que no lo habla_ llegó a la Florida a los 45. Además, cuando se tienen 55 años las mujeres no se enloquecen, ya no hay gente esperando en los hoteles, no hay locura frente a los camerinos ni en las primeras filas. Julio antes llenaba estadios. Ahora se refugia en los teatros y busca otras formas de captar la atención, entre ellas, por ejemplo, la de embarazar a su compañera, Miranda, de 30 años. Todo un cincuentón enamorado de una mujer 25 años menor y que además le da un cuarto hijo: ese sí que es un plato para servirle a los periodistas de farándula. La aparición de Miranda en la vida de los Iglesias no ha podido ser más nefasta. Los medios del corazón le atribuyen gran parte del distanciamiento familiar. Quienes conocen a los Iglesias dicen que los hijos de Julio no la toleran. De otra manera nadie se explica que Enrique todavía no haya conocido al nuevo heredero de la dinastía, el hijo de Miranda y Julio, que está por cumplir dos años La rivalidad entre Enrique y Julio es tan grande que difícilmente se hablan. Todo porque el ególatra padre no ha podido manejar el triunfo de su hijo, mientras que el rebelde vástago, que se atrevió a desafiar la autoridad artística del emperador Iglesias, ha dejado crecer su orgullo hasta límites irreconciliables. Al fin y al cabo hijo de tigre sale pintado. La consentida de Julio Chabeli, de 27 años, es la hija consentida de Julio Iglesias. Desde que era una niña su padre acostumbraba sobornarla con muchos dulces para que accediera a posar en la portada de un nuevo disco. De los tres hijos que tuvo el artista español con Isabel Preysler ella es la única que tiene el privilegio de decir que su padre le compuso y dedicó una canción: De niña a mujer.Como era de esperarse, Chabeli se dejó seducir, con el paso de los años, por el mundo de las luces y las cámaras, pero no como cantante sino como presentadora de televisión. Entonces se vinculó a una cadena de televisión en Miami, en cuyo contrato pesó definitivamente la firma con su apellido. Nadie duda que las puertas se le abrieron por ser la hija del artista hispano más popular y más rico. Sin embargo sus muy justas habilidades la han dejado relegada a un segundo plano. Con un fracaso matrimonial a cuestas _se separó de Ricardo Boffill a los seis meses de haberse casado_, Chabeli ha tenido que soportar todo el peso de la fama tanto de su padre como de su madre, quien es en España uno de los personajes más importantes del jet set.Simplemente JavierDicen que los hijos negados suelen ser ‘como dos gotas de agua‘ frente al padre. Por eso no resulta extraño el extraordinario parecido de Javier con su supuesto progenitor, el cantante español Julio Iglesias. Junto con su madre, la corista portuguesa María Edith Santos, este joven de 22 años ha dedicado buena parte de su vida a demostrar que es tan hijo de Julio como Chabeli, Julio José y Enrique. Aunque un juzgado de su ciudad natal de Valencia, España, lo había declarado legalmente hijo del artista y dado el derecho de usar su apellido, otro tribunal revocó esa sentencia.Hijo o no, Javier también siente pasión por el canto. Esta es la razón por la cual se radicó desde hace un buen tiempo en Miami luego de probar suerte como cantante de grupos de rock en Valencia. Ahora en la Florida iniciará una carrera como intérprete de baladas pop con el sello Caimán.Javier quiere volverse famoso por sus propios méritos e incluso ha prescindido de su apellido para comenzar a sonar como solista. Hace poco le respondió a Enrique, su supuesto medio hermano, quien dijo en una entrevista para El Nuevo Herald, de Miami, que lo compadecía por la situación que le toca vivir, que era a él a quien compadecía. "Yo me llevo muy bien con mi madre. A mí me va todo estupendo. Ellos viven separados y nosotros somos una familia muy unida". Como anticipo de un álbum que aparecerá en las próximas semanas y en el cual hay cuatro temas de su autoría, Javier se está dando a conocer con Tiembla mi piel, una balada rítmica muy romántica con la que aspira a competir de frente contra quienes alguna vez consideró sus familiares.