SEMANA: ¿qué significa para usted estos 50 años?
Gustavo Villanueva (G. V.): los 50 años para mí significan lo efímera y fugaz que es la vida. En especial cuando hacemos algo que nos apasiona y nos divierte. Parece que fue ayer que llegué al programa por primera vez, y fue hace ya 23 años. También significa que el secreto de la longevidad se encuentra en tener el niño interior a flor de piel.
SEMANA: ¿una anécdota que recuerde con mucho cariño?
G. V.: El Mocho Sánchez era mi ídolo; llegué a concursar por segunda vez, él estaba de jurado, se reía a carcajadas y me dio el primer premio. Más adelante, un día cualquiera le dije: “Maestro, estuve a punto de meter un apunte sobre su mano mocha, pero no lo hice porque alguien me dijo que usted era malgeniado y un poco grosero, y veo que es todo lo contrario”.
Y él me respondió: “No les crea a esos, eso es envidia, y menos mal que no metió ese apunte, porque, sino ese premio se lo habría tenido que reclamar a su madre, chino”. Pero, todo lo dijo a manera de sarcasmo y de chiste. Desde ese día se convirtió en mi padrino. Año y medio después, yo era ya del elenco (libretista y actor), y le escribía los libretos a él, y además actuamos juntos siempre. Aún lo extraño.
SEMANA: ¿podría contarme un momento o época difícil en el programa?
G. V.: la pandemia fue sin duda una prueba de fuego. La incertidumbre era total. Sentimos que la empresa tenía que salvar parte de sus activos y prescindir de quienes prestábamos los servicios por honorarios. Pero un día el jefe, Juan Ignacio Velásquez, nos emplazó a llamar a los del taller creativo y nos dijo que hiciéramos un piloto para hacer el programa desde casa.
Esa fue una de tantas osadías que le he visto hacer a él buscando el bien para todos. No había los recursos técnicos para hacer el programa, solo contábamos con nuestros celulares. El caso es que se logró sacar adelante el programa, y además descubrieron nuevos paradigmas de producción, dando un salto cuántico hacia la tecnología y generando contenido muy popular en redes sociales.
SEMANA: ¿por qué siente usted que el programa ha tenido tanto éxito durante tantos años?
G. V.: el humor es más dolor. Es una ecuación que pocos entienden de forma racional. Sencillamente, la risa es un mecanismo de defensa para romper tensiones de toda clase. Vivimos en un país que libra una guerra de más de medio siglo, a veces se hace imperceptible porque nos hemos enseñado a convivir con ella y a adaptarnos a sus mutaciones.
Es ahí donde se hace importante el humor y donde se hace indispensable un programa como Sábados felices, con sus humoristas de todas las regiones, de todas las épocas y una producción de muy alta calidad.