Vladímir Putin insiste en que solo tiene un salario de 70.000 dólares al año y una pensión de la KGB. Pero la mayoría cree que su fortuna suma más de 200.000 millones de dólares, lo que lo convierte en el hombre más rico del mundo, por encima de Jeff Bezos, Elon Musk y Bill Gates.

Esa riqueza la amasó pidiendo parte de las ganancias a 100 oligarcas rusos, de lo cuales 20 son multimillonarios. Alexéi Navalni, el más crítico de Putin, señala que para esconder ese caudal lo canaliza a través de las empresas más grandes de Rusia, que, a la vez, lo llevan a una serie de firmas fachada, como la cooperativa Dacha, de la que Putin es miembro desde hace décadas. Luego, el dinero encuentra la manera de ser invertido en finca raíz, como en el palacio a orillas del mar Negro, que costó 1.000 millones de dólares. Pero también en inversiones como yates y acciones.

Todo lo anterior figura en cabeza de familiares, amantes y amigos. Uno de ellos es el hijo de su amigo de infancia, Vladímir Kolbin. Su padre, Petr, tenía una modesta casa en Imenitsy que los Putin rentaban cuando Vladímir era un estudiante de primaria.

En 2001, Petr ganaba su sustento como carnicero, pero, cuando Putin llegó a la presidencia, se convirtió en un hombre de negocios con lazos directos en firmas estatales. Amasó una fortuna de 550 millones de dólares, que, a su muerte en 2018, pasó a manos de su hijo, Vladímir.

Otro es Ígor Sechin, director de Rosneft, una de las compañías de petróleo más grandes de Rusia. Es tan temido que se lo conoce con el remoquete de Darth Vader. Fue viceprimer ministro entre 2008 y 2012, un cargo que no explica su fortuna y posesiones, entre ellas un yate de 86 millones de dólares, el Amore Vero, incautado la semana pasada cerca de Marsella, Francia, como parte de las sanciones a millonarios rusos por la invasión a Ucrania.

En la red también está su examante Svetlana Krivonogikh, una antigua empleada doméstica a quien Putin conoció durante su primer mandato como presidente y de cuyo amorío nació Luiza Rozova, hoy de 18 años.

En 2003, poco después del nacimiento de la niña, Krivonogikh, de 45 años, resultó con una fortuna de más de 100 millones de dólares, hoy repartida en acciones del banco Rossiya, en un club nocturno famoso por sus espectáculos eróticos y en un apartamento de 4 millones de dólares en Montecarlo.

Los bienes están a nombre de una firma secreta en las Islas Vírgenes Británicas y en Panamá, según los Papeles de Pandora. La relación con Krivonogikh terminó en 2000 cuando Putin empezó a salir con la gimnasta olímpica Alina Kabaeva, a quien muchos hoy consideran la primera dama de Rusia.

Ella duró casi tres años fuera del alcance del público, lo que alimentó rumores de que había dado a luz a mellizos en un hospital de Moscú. Putin le paga un salario de más de 7,5 millones de dólares al año. El líder rusi tiene dos hijas: Maria, de 35, y Katerina, de 34, de su antiguo matrimonio con Lyudmila, de quien se separó en 2013. Katerina se casó con Kirill Shamalov, hijo de uno de sus confidentes más cercanos, Nikolái Shamalov. Shamalov padre trabajaba como dentista y tras volverse cercano a Putin, en la década de 1990, e ingresar a la cooperativa Dacha se convirtió en uno de los más ricos de Rusia. Con su capital compró el banco Rossiya.

Aunque Katerina y Kirill se divorciaron en 2018, Putin sigue siendo muy cercano a su exyerno, que cuenta con una vertiginosa carrera. Empezó con un puesto ejecutivo en Gazprom-Media a los 25 años, luego se unió a la compañía petrolera rusa Sibur, en la que más tarde se convirtió en vicepresidente, y fue ascendido a director ejecutivo adjunto de la compañía cuando tenía poco más de 30 años. Alexéi Navalni afirma que Kirill, con una riqueza total de 2.000 millones de dólares, está involucrado en la oscura red financiera que oculta la riqueza de Putin.

Otro de los accionistas principales de Sibur es Gennady Timchenko, el oligarca apodado Gangrena, con quien Putin juega al hockey. Se conocieron en 1990 cuando él era comerciante de petróleo en San Petersburgo. Este exburócrata soviético cuenta con una fortuna estimada en más de 18.000 millones de dólares, que incluye varios jets privados y un superyate. Cuando Putin era jefe del comité de relaciones exteriores de la ciudad, otorgó a Timchenko una licencia para exportar petróleo, con lo cual tomó cerca de un tercio de todas las exportaciones de petróleo de Rusia.

Timchenko fundó Gunvor, en la que se rumora que Putin tiene inversiones. Alexander Plekhov, el amigo científico de Putin, lo ayuda a manejar cuentas en el extranjero donde esconde millones de dólares. Plekhov lo hace a través de la empresa Vital Development, que produce reactivos para pruebas médicas y que repuntó desde la pandemia.

Según los Papeles de Panamá, es gerente registrado de las firmas extraterritoriales de Serguéi Roldugin, quien posee en secreto miles de millones de dólares de Putin. También se dice que está detrás de miles de millones de rublos transferidos a los supuestos viñedos de Putin.

Nikolái Tókarev, exjefe de la KGB, Yuri Kovalchuk, conocido como la billetera de Putin, e Ilgam Ragimov, uno de los más antiguos amigos del líder ruso, son otros nombres que han surgido en su telaraña.

Según Navalni, una de las compañías de Tókarev paga 100 millones de rublos al mes como renta del palacio sobre el mar Negro. Kovalchuk, por su parte, habría sido quien cedió las tierras en los bosques de Valdái, donde Putin construyó un spa. A pesar de su aparente vida de académico, Kovalchuk es copropietario de hoteles de lujo y centros comerciales.

También están en la lista Victor Khmarin gran amigo de Putin y director de la principal hidroeléctrica del país, Rushydro. Y Nikolái Egorov, otro académico que también tiene misteriosas inversiones en la industria del gas. En el inventario no podía faltar un hijo de un primo del líder ruso, operario de la empresa de envíos Sovcomflot. Su nombre es Mijaíl Putin y hoy es propietario de activos por un valor de 500 millones de dólares. A pesar de su reciente riqueza, ha dicho que no está relacionada con ser familiar de Putin.