En 2019, cuando Joaquín Guzmán Loera fue condenado en Nueva York por diez de delitos de narcotráfico, uso de armas de fuego y lavado de dinero, alguien que estaba cerca de Emma Coronel Aispuro en la corte le acercó un pañuelo, pero se encontró con que ella no lloraba y le dijo: “Aquí nadie se ha muerto”. La frase refleja el talante aguerrido de quien también es conocida como la Kim Kardashian mexicana, por su larga melena y sinuosas curvas.
Ahora, ha cambiado sus altísimos tacones y ropa de diseñador por el deslucido uniforme de una fría prisión de Virginia, Estados Unidos, donde acaba de admitir ante un juez que conspiró con otros miembros del cartel de Sinaloa para exportar a ese país 450 kilos de cocaína, 90 kilos de heroína y 90.000 de marihuana, entre otras drogas.
También respondió “culpable” cuando le preguntaron cómo se declaraba frente a la acusación de planear la espectacular fuga del Chapo del penal de El Altiplano, México, en 2015.
La misma respuesta se le oyó cuando le fue leído el cargo de lavado de activos, por operaciones como crear empresas fantasma para legalizar el dinero que su esposo ganaba como el narcotraficante más peligroso del mundo.
La contundente actitud de Emma dejó claro que está dispuesta a ser leal al Chapo hasta la muerte, luego de que corrieran rumores de que pensaba revelarle sus secretos a la justicia en aras de una condena más benigna. En cuanto a él, parece que la acompaña en el sentimiento, ya que cuando la psicóloga y experta en crimen Mónica Cano lo entrevistó para hacerle el perfil criminal, él le confió: “Esa mujer me trae loco. Es el amor de mi vida”.
El flechazo ocurrió en 2006, cuando ella fue coronada reina del Festival de la Guayaba y el Café, en Canelas, Durango, donde vivía con su familia, tras nacer, por accidente, en San Francisco, California. El día de la elección, el Chapo irrumpió en la ceremonia con sus hombres fuertemente armados, pues ya era prófugo de la justicia.
Se dice que fue amor a primera vista, pero otra versión sostiene que la relación fue un medio para sellar cierta desavenencia entre facciones del cartel de Sinaloa, el más importante y temido del narcotráfico en todo el planeta.
Emma ha sido muy mediática en los últimos años y en las variadas entrevistas que dio antes de caer en desgracia declaró que provenía de una sencilla familia de campesinos de Durango, dedicados a la agricultura, aunque su padre también incursionó en el negocio de los carros usados.
Pero la prensa mexicana asegura que sus nexos con el narcotráfico no comenzaron cuando conquistó al Chapo, sino desde la cuna. Los Coronel, dicen medios tan respetados como el diario Excélsior, son una vieja dinastía del comercio ilícito de drogas.
El más importante de todos, Ignacio Coronel, tío de Emma, era el tercero en el cartel de Sinaloa después del Chapo e Ismael ‘el Mayo’ Zambada, y se le conocía como el Rey del Cristal, porque su fuerte eran las metanfetaminas. “No intente detenerlo, porque es muy peligroso”, aconsejaban las autoridades tanto de México y Estados Unidos, que ofrecían una recompensa de más de 8 millones de dólares a quien delatara su paradero. Murió en un tiroteo en 2010.
El padre de Emma, Inés Coronel Barreras, fue incluido por Estados Unidos en la lista de narcotraficantes relevantes y las autoridades afirman que era lugarteniente del Chapo, así sostenga que solo lo conoció cuando se convirtió en su yerno. En 2013, él y su hijo, Omar Coronel, fueron enjuiciados por tráfico de marihuana y hoy pagan largas condenas en prisión.
El Chapo y Emma se casaron justo el día en que ella cumplió 18 años, en 2007, pero no faltan quienes ponen en duda la boda. Él tenía 50 y se cree que este era su cuarto matrimonio, además siempre ha sido un seductor impenitente. Cuando estaba con su primera esposa, Alejandrina, cuentan algunos cronistas, tenía a otras ocho mujeres.
En 2011, Emma dio a luz, en Los Ángeles, a las gemelas Emali Guadalupe y María Joaquina. Cuando las registró, dejó el espacio del nombre del padre en blanco, al parecer por razones de seguridad. Las pequeñas son solo las menores de una larga lista de hermanos, pues se cree que el narcotraficante tiene al menos 13 hijos, pero otras versiones hablan de 23.
Emma vivía entre Los Ángeles y Culiacán, Sinaloa, donde el capo le construyó una suntuosa mansión. Allí, creó los negocios de fachada para lavar el dinero, desde una fábrica de cerveza hasta otra de ropa interior. Algunos de los productos que vendía llevaban la imagen del Chapo con su inconfundible mostacho.
También se movía en la finca raíz, comprando propiedades que luego ella misma rentaba mediante empresas fachada o personas ficticias. Emma, quien estudió Comunicación en la Universidad Autónoma de Sinaloa, también se inventó una imagen pública como influencer.
En las redes sociales promocionaba toda suerte de productos y cuando el Chapo fue finalmente procesado, escandalizó a México al participar en Cartel Crew, un reality show para familiares de grandes capos del narcotráfico, del canal VH1. Su debut consistió en una charla con Michael Corleone Blanco, hijo de nadie menos que la colombiana Griselda Blanco, la reina de la coca.
En casa, consentía a más no poder a las niñas. En las redes sociales publicitaba sus espectaculares fiestas de cumpleaños, con escenarios dignos de un teatro. Cuando llegaron a los 7 años, por ejemplo, les hizo un trono inspirado en Barbie, rodeado de candelabros de oro y cientos de globos rosados. En entrevista para Proceso, dijo que las gemelas son conscientes de todo lo que pasa con su padre y que lo adoran.
A simple vista, se diría que Emma era la típica esposa trofeo de narco, que incluso le toleró sus infidelidades. Pero analistas del crimen organizado creen que su reciente confesión confirma cómo se ha subestimado el papel de las mujeres en el narcotráfico.
“Tenemos que dejar atrás esa narrativa de la reina de belleza. En Emma vemos a una mujer que se casó con alguien que está en el negocio, pero que fabricó un rol para sí misma, mucho más allá de ser hija o pareja de criminales”, le declaró a The Times Cecilia Farfán Méndez, quien lidera las investigaciones sobre crimen organizado en la Universidad de California.
Emma, cuyo segundo apellido es el mismo de Manuelita Sáenz, ha roto con el molde de las “buchonas”, como se les dice en México a las despampanantes mujeres involucradas sentimentalmente con los mafiosos.
“Ellas van de compras y cuidan a los niños, pero Emma ha aparecido como una verdadera sorpresa”, le explicó al diario londinense Guadalupe Correa Cabrera, investigadora sobre carteles de la droga de la George Mason University, en Estados Unidos.
De todos modos, es un honor agridulce, si se tiene en cuenta que le esperan al menos diez años en prisión (la sentencia se conocerá en septiembre próximo), alejada de sus hijas y del hombre por quien ha dado la vida.