Hijo de Nelson Rockefeller, gobernador de Nueva York y posterior vicepresidente de Estados Unidos, Michael desapareció el 19 de noviembre de 1961 en Nueva Guinea. Su bote se volteó mientras recolectaba piezas para el Museo de Arte Primitivo que su padre había inaugurado. Pero, al contrario de lo que se pensaba, Michael no se ahogó, sino que llegó a la costa y fue capturado por indígenas que lo asesinaron y lo devoraron en una ceremonia ritual. A pesar de que la familia Rockefeller y el gobierno holandés niegan esa versión, la evidencia es abundante. Hoffman acusa a Ámsterdam y a la Iglesia católica de saber lo que había pasado y ocultarlo. La prueba más diciente es el escrito del sacerdote Cornelio van Kessel, quien entró en contacto con miembros de la tribu Asmat y en sus memorias afirmó saber quién tenía la cabeza y los fémures de Rockefeller.