Hace poco estrenaron la secuela de Mary Poppins. Esta vez, con la impecable interpretación de Emily Blunt y Lin-Manuel Miranda, tuvo un reparto que cualquiera envidiaría: Meryl Streep, Colin Firth, Angela Lansbury y Emily Mortimer. Los pequeños sorprendidos por la niñera mágica no son menos destacados, en especial el adorable Joel Dawson. La película apela a la nostalgia. Los niños que cuidó hace 54 años Mary Poppins ya son adultos y tienen el reto de salvar de un embargo la casa donde siempre han vivido. Mientras tanto, la niñera con un bastón que habla y un maletín de artilugios inexplicables vivirá grandes aventuras. La cinta revive la pulcritud y el carácter de Mary Poppins. La escenografía, las coreografías y la música homenajean la primera versión de la película. En cuanto a efectos, recuerdan los de 1964. Algunos críticos han visto todo ello como una virtud y otros como un despropósito. Le recomendamos: La influencia de Mary Poppins en García Márquez A propósito del regreso de esta fascinante historia, vale la pena recordar a quien le dio vida a Mary Poppins: la actriz, poeta, escritora y periodista Pamela Lyndon Travers, quien tuvo una vida que para algunos supera la de las creaciones de su mente. Nació en Australia en 1899, la mayor de tres hermanos. Su padre era Travers Robert Goff, un banquero que quedó en la quiebra y quien tenía graves problemas con el alcohol. Su madre, Agnes Morehead, era sobrina de un presidente de Queensland (Australia).
P.L. Tra-vers estaba tan desilusionada con la película de su obra que dejó escrito en su testamento que “ningún norteamericano podría adaptar Mary Poppins”. A la derecha, en su juventu Cuando la pequeña Pamela tenía 7 años, su padre murió en medio de un ataque de epilepsia, pero ella siempre pensó que falleció por el exceso en la bebida. La familia quedó en la ruina, así que se vieron obligados a mudarse con una tía rica. Cuando era una adolescente, Pamela empezó a escribir para algunos medios locales. La apoyaron las principales figuras del Celtic Twilight, entre ellos William Butler Yeats. Tiempo después viajó con una compañía de teatro shakespeariana por Australia y Nueva Zelanda. Mary Poppins para los expertos es más una colección modernizada de fábulas antiguas e historias de enseñanza, que lo que se ha visto en la pantalla grande. Más tarde, en 1924, se mudó a Inglaterra, donde empezó a escribir con el seudónimo L.P. Travers. Allí dejó volar su imaginación. Pero solo 10 años más tarde publicó Mary Poppins. El libro, que ella nunca consideró para niños, fue un éxito en ventas. Así que Travers siguió escribiendo sobre esa nana mágica y salieron siete secuelas. La última de la serie, Mary Poppins y la puerta de al lado, fue publicada en 1988. Vea también: El lado oscuro de Disney En esa época pasaron muchas cosas en su vida personal, y en la profesional, por supuesto. Vivió varias relaciones sentimentales con hombres, pero tuvo su relación más estable con la hija de un dramaturgo inglés, Magde Burnand. Estuvieron juntas 30 años. Las críticas y los cotilleos de la gente eran implacables. Pero a Travers poco le importaban. A principio de los años cuarenta, cuando ya gozaba de tranquilidad económica, decidió que quería ser madre. Fue a uno de los suburbios de Dublín y encontró a una pareja de abuelos que tenían a su cargo seis pequeños cuyos padres habían muerto. Se enamoró de un niño que no tenía más de un año. Los abuelos le insistieron que no se lo llevara porque tenía un hermano gemelo. Travers no aceptó quedarse con los dos. Decidió entonces consultar a una astróloga para ver cuál de los dos bebés “le traería menos problemas”. De ese modo escogió a Camillus. Cuando el niño fue creciendo le dijo que ella era su madre biológica y que su padre era un empresario exitoso y que había fallecido en un accidente. Pero a los 17 años el adolescente se enteró de todo. Recibió su golpe más duro al descubrir que mientras él vivía con comodidades, su hermano gemelo aguantaba hambre y vagaba en las calles, al igual que sus otros hermanos. Ni qué decir de la suerte de sus abuelos. Fue tan duro el shock que, como el padre de Travers, el joven Camillus se refugió en el alcohol. En su momento a Travers la llamaron “la mala madre de Mary Poppins”. Eso no es todo. En esa misma época en que Travers le hablaba a su pequeño hijo de la tragedia de su padre, Walt Disney escuchaba a su pequeña Diane reírse mientras leía. Un día le preguntó: “¿Qué te causa tanta gracia?”. La pequeña, que en ese momento tendría unos 8 años, le dijo: “Mi libro favorito, ‘Mary Poppins’ ”. Disney, quien ya poseía el emporio de la producción de dibujos animados, intentó en repetidas ocasiones lograr que la señora Travers le vendiera los derechos para llevar a Mary Poppins a la pantalla grande. Ella se negó porque temía que distorsionaran la esencia de su libro.
La versión protagonizada por Julie Andrews hizo famoso al personaje. Solo 20 años más tarde Travers accedió a la oferta de Disney. Lo hizo cuando le propusieron que la película tendría personajes vivos y que ella aprobaría el guion. Se trataba de una negociación sin precedentes para Disney. Los autores de películas como Cenicienta habían muerto hace tiempo y no pudieron hacer objeciones. La película apela a la nostalgia. Los niños que cuidó hace 54 años Mary Poppins ya son adultos y tienen el reto de salvar de un embargo la casa donde siempre han vivido. De ese modo, en 1964 Julie Andrews le dio vida a Mary Poppins. Sin embargo, detrás de esta producción hay varias anécdotas poco agradables pero interesantes. Tanto así que en 2012 la empresa hizo una película sobre las negociaciones entre Disney y L.P. Travers, titulada El sueño de Walt. La protagonizó Tom Hanks, como Walt Disney, y Emma Thomson en la piel de la escritora. Le puede interesar: La nieta rebelde Pero la película dista mucho de lo que pasó en la vida real. Travers aseguró en varias entrevistas que no estaba de acuerdo con muchas de las concesiones que hacía en el guion. Según ella, lo único que logró que no se modificara era que no habría una historia de amor entre Mary Poppins y el limpiachimeneas Bert. Era tal el malestar que finalmente Travers desistió. El día del estreno no la invitaron, pero ella llegó de todas formas. Según reveló el escritor Jerry Griswold en The Washington Post, Travers salió llorando de la desilusión: “Sintió que Disney había trivializado su libro, transformándolo en un musical empalagoso (…) todo estaba tan distorsionado que sentí que nunca volvería a escribir” –me dijo–. La película que tanto odió la escritora de Mary Poppins, en cambio, le aseguró su prosperidad económica, logró un recaudo impresionante y ocho nominaciones al Óscar, de los que obtuvo cinco. Pero eso no fue suficiente para Travers. Tanto así que no aceptó hacer las adaptaciones de las siguientes secuelas de su obra y en su testamento dejó escrito que “ningún norteamericano podrá hacer adaptaciones de ‘Mary Poppins’ ”. En otra entrevista dijo: “Es como si tomaran una salchicha, tiraran el contenido pero mantuvieran la piel y llenaran la piel con sus propias ideas, muy lejos de la sustancia original”. Según han dicho varios conocedores de la obra de Travers, el libro original es un camino al pensamiento mitológico, con referencias a la Biblia, las deidades griegas y las parábolas sufíes. La compararon con obras de William Blake, el budismo zen y las creencias sobre la diosa hindú Kali. Mary Poppins para los expertos es más una colección modernizada de fábulas antiguas e historias de enseñanza, que lo que se ha visto en la pantalla grande. Pamela Lyndon Travers pasó los últimos días de su vida sola en Londres. Falleció a los 96 años en 1996. Antes de morir dijo en una entrevista: “Mary Poppins no está perdida. Ella todavía está en alguna parte. Solo tienes que ir a buscarla”.