Es sorprendente que la carrera de Roman Polanski sea tan aclamada, a pesar del lío que aún lo tiene en la mira de la justicia de Estados Unidos, donde se declaró culpable de la violación de Samantha Gailey (hoy Geimer), cuando esta era menor de edad, en 1977.
Por eso, si pone un pie en ese país, donde rodó filmes de culto como El bebé de Rosemary y Barrio chino, sería arrestado de inmediato.
En años recientes han aparecido otras supuestas víctimas y se acaba de sumar la actriz francesa Valentine Monnier, quien le contó a Le Parisien que en 1975, cuando tenía 18 años, una amiga la invitó a pasar unos días en el chalet del director franco-polaco en la glamurosa estación invernal de Gstaad, Suiza.
Samantha Geimer fue drogada y violada por Polanski cuando tenía 13 años, cargos que él reconoció ante la justicia de Estados Unidos. Sin embargo, se voló del país en 1978, donde aún lo espera la sentencia para terminar el proceso. Luego de esquiar, Roman la llamó a su habitación, en la cual se encontraba desnudo, le desgarró la ropa y a pesar de que ella se resistió no fue suficiente para evitar que la atacara. “Estaba completamente conmocionada. Yo pesaba 50 kilos y Polanski, aunque pequeño, era musculoso. A sus 42 años, estaba en la plenitud de su vida. Me golpeó hasta que me rendí y luego me violó y me hizo pasar por todo tipo de vejámenes”, recordó Monnier.
Ahí no terminó su pesadilla. Alguien tan importante como él, pensó, no se podía dar el lujo de que el abuso se supiera, así que creyó seriamente que la mataría. Sin embargo, a cambio de ello, Polanski le pidió perdón hecho un mar de lágrimas y, con la ayuda de otros invitados a la cabaña, la convenció de uardar silencio.
Valentine Monnier afirma que Polanski le desgarró la ropa y le dio una paliza antes de violarla. Luego, le pidió perdón entre sollozos y la convenció de no denunciarlo. Bajo el seudónimo de Charles, un informante le contó a Le Parisien que fue testigo del drama. “Le pregunté a Valentine si quería ir a la policía. Ella estaba en choque, no sabía qué hacer. Era muy joven, muy positiva, estaba tratando de dejar atrás esa horrible experiencia”. ¿Por qué solo se atreve a hablar ahora?? Tras años bajo el tormento de lo que sufrió, la motivó el reciente estreno de J’accuse, o El oficial y el espía, que revive el caso de Alfred Dreyfus, un militar francés condenado injustamente y por motivos raciales (era judío), bajo cargos de espiar para Alemania en 1894, lo que desató una sonada crisis política en el país.
En una entrevista, Polanski contó que se siente identificado con el protagonista, lo cual hizo que Monnier se asqueara, pues cree que él no está en capacidad moral de hablar de este caso ni del de nadie, luego de lo que le hizo y de manipularla para que no lo delatara. Polanski no podrá ser procesado por el caso de Monnier, debido al vencimiento de términos según las leyes francesas. En Estados Unidos, en cambio, aún lo esperan para dictarle sentencia por sus ofensas contra Samantha Geimer, a quien drogó antes de abusarla sexualmente. Aunque ella lo perdonó y ha pasado tanto tiempo, parece que el fantasma de este delito lo perseguirá hasta que muera. En 2017, una actriz alemana entabló una demanda en su contra también por violarla en Gstaad, en 1972, pero fue desestimada por preclusión de términos. Si bien ni ella ni Valentine podrán clamar justicia, sí la están recibiendo, de cierto modo, al estilo de estos tiempos del #MeToo.
En Francia se llevaron a cabo varias protestas convocadas por las redes sociales, en las cuales hasta circuló la etiqueta #BoycottPolanski, gracias a la cual muchos seguro lo pensarán dos veces antes de ir a ver su nueva cinta.
El rechazo a Polanski contrasta con la consideración que inspira ahora que se cumplen cincuenta años del asesinato de su esposa, la actriz Sharon Tate, en los sonados crímenes de la secta de Charles Manson. La ola de condena a Polanski contrasta con la conmiseración que inspira a raíz de la tragedia espantosa que vivió en 1969. En ese entonces, conformaba una de la parejas más admiradas del cine con la bellísima actriz Sharon Tate, todo un símbolo sexual y a punto de dar a luz a su primogénito. A mediados de ese año, Polanski rodaba en Europa mientras que su esposa permanecía en su casa del 10050 de Cielo Drive, en Los Ángeles, adonde la noche del 8 de agosto irrumpieron violentamente varios miembros de la Familia Manson, secta liderada por el psicópata Charles Manson.
Los atacantes eran en su mayoría mujeres, quienes no tuvieron piedad sino burlas ante los ruegos de Sharon para que no le hicieran daño a su bebé. La artista murió junto con varios amigos, un recuerdo que, según el mismo Roman reitera, lo ha atormentado siempre, sobre todo ahora que se cumple medio siglo de esta masacre que marcó la historia de Estados Unidos. * Este artículo hace parte de la última edición de la revista Jet Set. Puede leer otros aquí.