¿Quién es mejor? ¿Pelé o Maradona? ¿Jack Nicklaus o Tiger Woods? ¿Eddie Merckx o Chris Froome? ¿Joe Louis o Mohammad Ali? Por muchos factores resulta injusto comparar atletas de eras distintas, pero se hizo, se hace y se seguirá haciendo. El baloncesto no es la excepción. Desde que LeBron James, un joven superdotado de Akron, Ohio, saltó de la secundaria a la NBA hace 14 años y adoptó el número 23 en su camiseta, se condenó a una comparación eterna. Su nombre y carrera siempre serían contrastadas con las del hombre que convirtió ese número en un ícono mundial y cuya fama encumbró marcas como Nike y Gatorade. Michael Jordan, hasta ahora el mejor jugador de la historia, dejó la vara tan alta que cuando se retiró definitivamente en 2003, parecía imposible que alguien pudiera superarlo.Por eso, solo alguien muy confiado de sus capacidades se hubiera sometido a la presión de ponerse en su misma página. Por fortuna, el tiempo ha ido demostrando que LeBron James pertenece a ese grupo. En 2018, el ‘rey’ llega a sus octavas finales consecutivas, el quinto jugador en conseguirlo en la historia, pero el único en la era de superatletas y temporadas desgastantes. Los otros, liderados por el Bill Russell, hicieron parte de un equipo dinastía que ganó 11 títulos entre los años cincuenta y sesenta para los Celtics de Boston.En video: El llanto de alegría de un basquetbolista colombiano que se hizo viral en Estados UnidosAhí radica otro de los enormes méritos de James. En más de una ocasión tuvo que llevar el peso del equipo. Así ha sido en 2018, el año, para muchos, más impresionante de su carrera. Lo llevó a la instancia final tras perder a su segundo mejor jugador (Kyrie Irving), a su técnico Tyronn Lue, que pidió licencia por depresión, y tras ver a la gerencia de su equipo cambiar una plantilla mediocre por otra igual a mitad de camino.LeBron cuenta con un reparto secundario apenas decente, con jugadores como Kevin Love y George Hill que suman pero sufren lesiones frecuentemente. James, que parece hecho de titanio, demuestra ser una fuerza natural, un deportista completo que juega más y mejor que todos los que vinieron antes, al anotar, pasar, atrapar rebotes. Sin especial obsesión por alcanzar estadísticas, las logra por simple capacidad física y talento. Y cuando no hay alternativa, como en el juego definitivo de las semifinales, juega los 48 minutos del partido, lo que Jordan jamás tuvo que hacer.Puede leer: Gersson Rosas, el colombiano que triunfa en la NBAPor lo tanto, nadie le va a cobrar si pierde estas finales. Al frente están los Golden State Warriors, lo más cercano a una dinastía moderna, que los ha vencido en dos de las últimas tres finales. Liderados por Stephen Curry, el único basquetbolista que vende más camisetas que James en la actualidad, los Warriors tienen una plantilla más profunda y talentosa y, por eso, tienen la obligación de ganar. Si LeBron James y sus Cavaliers llegan a dar el golpe en la final, que empezó el jueves y se extiende hasta que uno de los equipos gane cuatro partidos, James lograría una hazaña impensable y, contra todo pronóstico, superaría a Jordan.Puede leer: Un chico muy alto que quiere ser grandeEn cuestión de títulos, MJ ganó las seis finales que disputó con los Bulls de Chicago, un ensamble fuerte que se forjó con derrotas en la parte final de los años ochenta y se galvanizó con victorias en los noventa bajo el comando de Phil Jackson. En esos seis triunfos, Jordan se llevó el honor de ‘jugador más valioso’, hecho que nadie equipara a la fecha. Por su parte, James ha ganado tres títulos: dos con el Heat de Miami, y el más valioso en su carrera, con los Cavaliers de Cleveland, la ciudad que representa su origen, en la que empezó su camino y a la que regresó para cumplir su promesa de acabar con una racha de 54 años sin título profesional. Cuando se fue a Miami, miles quemaron su camiseta en las calles. No le importó y regresó para darles esa alegría.Pero si la brecha de títulos está tan inclinada hacia Jordan, ¿por qué el debate? Por lo que viene. James es un titán, y en la mayor parte de su carrera ha estado mucho menos bien acompañado. Más importante, Jordan sacrificó parte de su mejor momento cuando se retiró dos años para jugar béisbol, mientras que James sigue sumando y en poco tiempo sepultará las estadísticas de MJ. A James aún le queda el capítulo final de su trayecto. Al definir esta contienda, quedará libre y decidirá con qué equipo llegará a las finales y ganará más títulos. Parece inevitable.