De la segunda hija de los duques de Sussex aún no se conoce la primera imagen, pero ya puede cobrar su lugar en la historia por las circunstancias en que se dio su llegada al mundo. Es la primera descendiente de la reina Isabel II en nacer fuera del Reino Unido, pero en medio de una amarga pelea de sus padres con la familia real.
Por eso, ha hecho noticia el que la página oficial de la monarquía británica, Royal.Uk, haya actualizado la línea de sucesión al trono introduciendo a Lilibet Diana, cuyo segundo nombre es un homenaje a Lady Di, la célebre abuela paterna que nunca conocerá.
Oficialmente, Lilibet ya ocupa el octavo lugar en la línea de sucesión al trono, luego de su hermano Archie y de su padre.
La base legal de este orden data de la época del rey William III y fue modificada en 2013 para abolir la preeminencia de los hombres sobre las mujeres, de lo cual la niña ahora se ve beneficiada. Así, si sus padres tienen un tercer hijo que sea varón, Lilibet no será desplazada por él al noveno lugar como hubiera sucedido con las normas antiguas.
La enmienda también abolió la orden de que un miembro de la familia real que se casara con un católico perdía sus derechos dinásticos.
Las nuevas reglas entraron en vigencia en 2015 y solo cobijan a los niños nacidos después de 2011. En ello se vio la intención de que la primera favorecida fuera la princesa Charlotte, de 6 años, segunda hija del príncipe William, segundo en la línea de sucesión. Cuando nació su hermano menor, el príncipe Louis, ella siguió conservando su cuarto lugar y él se ubicó en el quinto.
Lilibet desplazó al noveno lugar a su tío abuelo, el príncipe Andrés, duque de York, quien nació siendo el segundo. Pero algo similar le sucederá a ella con el tiempo: hoy se encuentra entre los diez primeros lugares, pero se verá cada vez más relegada, a medida que los hijos de su tío William vayan teniendo sus propios descendientes.
Meghan Markle dio a luz a la bebé el pasado 6 de junio en el Santa Barbara Cottage Hospital, una clínica de lujo cerca de la mansión que compraron en el exclusivo sector de Montecito, en California.
Además de los médicos, Meghan contó con el apoyo de una doula, como se le llama a la facilitadora de apoyo emocional que están con las madres durante el alumbramiento. Eso sí, la mujer la atendió por teléfono desde Londres.
Pero antes de que detalles como ese salieran a la luz, la llegada de la bebé se vio ensombrecida por la polémica, que no deja de perseguir a Harry y Maghan desde que hicieron tolda aparte de la casa real el año pasado.
Todo porque sus padres le pusieron por primer nombre Lilibet, que es como su padre, el rey Jorge VI, llamaba a la reina de pequeña, basándose en el modo en que ella intentaba pronunciar su propio nombre, Elizabeth. Con el tiempo, solo su esposo, el fallecido príncipe Felipe, era el único que tenía permitido llamarla así, de modo que la decisión fue vista como atrevida.
Los voceros de Harry y Meghan aclararon que él le había pedido permiso a su abuela para llamar así a su hija. Empero, la BBC lo desmintió y los duques amenazaron con demandar a la estatal de televisión por difamación.
Archie, de dos años, tampoco se ha librado de verse envuelto en las turbulencias de sus padres. En la entrevista que ellos le dieron a Oprah Winfrey, dijeron que un miembro importante de la familia real les había preguntado por el color de piel de su hijo. Como se recuerda, Meghan es la primera mujer de raíces afro en emparentar con los Windsor y ello desató una discusión alrededor del supuesto racismo de la familia real.
También insinuaron que el niño fue objeto de discriminación porque no se le dio el título de príncipe, cuando en realidad no lo merece, al menos hasta que su abuelo, el príncipe Carlos, suba al trono.
Antes del nacimiento de Lilibet, Meghan Markle perdió a otro bebé, lo cual destapó sorpresivamente a través de una columna en The New York Times.