En la era moderna, la pesadilla de la familia real británica han sido los escándalos publicados en los medios de comunicación. Sin embargo, es posible que ninguno sea tan grave como el que acaba de aparecer en las primeras páginas de los medios sobre el príncipe Andrés, hijo de la reina Isabel II, y las acusaciones de participar en orgías con menores de edad suministradas por un pedófilo condenado. Se trata de algo parecido a las fiestas ‘bunga bunga’ de Silvio Berlusconi, pero algo va de un Berlusconi a un Windsor. Y aunque el escándalo apenas está comenzando, se anticipa que va para largo y tendrá consecuencias. El príncipe, más que víctima, parece culpable de algo que siempre le criticaron sus más cercanos: escoger muy mal sus compañías y tener un apetito libidinoso por las mujeres. Un amigo escandaloso En el año 2000, Jeffrey Epstein, un antiguo profesor de matemáticas de Brooklyn convertido en un magnate de Wall Street, asistió a la fiesta de cumpleaños de la reina Isabell II en Londres como amigo personal del príncipe Andrés, el duque de York. Y no era extraño verlo en tan altos escenarios. Según la publicista Peggy Siegal, Epstein vivía en esos días como un pachá. Sus propiedades eran extraordinarias incluso entre líderes mundiales y su casa en el Caribe era descomunal. Tras ver su apartamento en París, un comerciante de arte lo describió como un marajá moderno. En 2002, Epstein gozaba de compañías influyentes, compartió vuelos privados con Kevin Spacey, también con Bill Clinton, que a través de un portavoz lo describió como un “filántropo comprometido”. Pero en 2005 las tendencias pederastas del poderoso financiero agrietaron su aura intocable. Fue arrestado por pagarle 200 dólares a una niña de 14 años y pedirle un masaje erótico en ropa interior. No era un caso aislado. Las acusaciones contra Epstein por casos similares y peores se acumularon, y por ellas enfrentó un juicio del cual, gracias a algunas marrullas, logró milagrosamente salir bien librado. Para conseguirlo, sus abogados maniobraron hábilmente y acordaron una cooperación con los fiscales. El cuestionable proceso en 2008, según los abogados de las chicas victimizadas sexualmente, estaba contaminado, pues conocidos poderosos de Epstein (incluidos Clinton y el duque de York) movieron fichas para conseguirle un castigo suave. El resultado fue una condena ligera al magnate por solicitud de prostitución infantil. En su momento, el jefe de Policía de Palm Beach expresó que no se había hecho justicia y criticó a los fiscales que sellaron el acuerdo. Con base en las influencias que Epstein había amasado y en las triquiñuelas legales de su abogado, Alan Dershowitz, el más famoso penalista de los Estados Unidos, quien logró dejar en libertad a O. J. Simpson, el criminal sexual evadió el costo de crear y utilizar una red de menores de edad como esclavas. Pasó apenas 13 meses tras las rejas y cinco más en arresto domiciliario. Dentro de los factores omitidos en el juicio y condena a Epstein hubo fiestas topless con niñas de hasta 12 años en su mansión de 9 millones de dólares en la Florida, en un lugar apodado ‘la Casa del pecado’. También se omitieron denuncias de decenas de víctimas de agresión sexual en contra del poderoso financista. Como parte del acuerdo con la ley, Epstein blindó a sus coconspiradores y firmó acuerdos económicos con 34 afectadas. Acalló con dinero lo que él y otros debían haber pagado privados de la libertad. Lo que vinculó al duque de York con todo este escándalo fue una de las víctimas, de nombre Virginia Roberts, cuyo testimonio tiene hoy a la Corona británica contra las cuerdas. Su abogado, Brad Edwards, escribió una carta al despacho del fiscal en la que retrata a Epstein como “quizás el depredador sexual más peligroso que el país ha visto”. Un recuento detallado Las revelaciones de Virginia Roberts, una antigua ‘esclava’ de Jeffrey Epstein desataron el cataclismo mediático. Hoy de 31 años y madre de tres hijos, Virginia describió cómo fue reclutada, para quién trabajaba y otros detalles del infierno que padeció como trabajadora sexual del millonario. También aseguró que irá hasta las últimas consecuencias para probar que Epstein era un explotador, y que personajes de alto perfil como el príncipe Andrés de Windsor se beneficiaron de los atropellos sexuales que fomentaba. Así, formalmente, Virginia acusó al duque de York de abusar sexualmente de ella cuando tenía 17 años. Lo grave es que los datos suministrados por Virginia son demasiado concretos. La estadounidense fue encontrada a los 15 años, mientras trabajaba en un club propiedad de Donald Trump, por Ghislaine Maxwell, una amiga personal de Epstein que cumplía las funciones de madame en su círculo de explotación sexual. Con Maxwell, Virginia visitó Londres en 2001, y esta la preparó para la extraña velada con la frase: “Tienes un día largo, necesitamos ir de compras y conseguirte un vestido, porque hoy vas a bailar con un príncipe”. Ese día el duque llegó al apartamento de Maxwell rodeado de su equipo de seguridad. Maxwell le preguntó al príncipe cuántos años creía que tenía la joven rubia, y este adivinó al responder “17”. La madame replicó que Epstein pronto tendría que cambiarla pues se estaba poniendo muy vieja para él. Epstein, Maxwell, el duque de York y Virginia salieron a comer y luego a una discoteca. Si bien antes había sido utilizada para dar masajes y favores sexuales a amigos de Epstein, Virginia aseguró sentirse muy incómoda pues la interacción con el príncipe Andrés era a los ojos de la gente, con alguien que tenía hijas, mientras fingía divertirse bailando con el sudoroso y arrítmico Andrés Windsor. Pero faltaba lo peor. Los cuatro regresaron al apartamento de Maxwell. Virginia le pidió a Epstein que tomara una foto de ella y el duque para el recuerdo, así sucedió, y Epstein y Maxwell se fueron. Andrés y Virginia tomaron un baño, el duque chupó los dedos de los pies de la adolescente y luego fueron a una habitación. “No fue maleducado ni tosco, pero no fue hacer el amor”, afirmó Virginia al describir el primer encuentro sexual. El día siguiente, antes de regresar a los Estados Unidos, Maxwell le dijo: “Hiciste un buen trabajo, se divirtió”. La rubia recibió 15.000 dólares de Epstein por haberse acostado esa noche de 2001 con el príncipe de 41 años, pero tendría relaciones sexuales con él en dos ocasiones más. La segunda tuvo lugar en la ya mencionada ‘Casa del pecado’ de Epstein, en West Palm, Florida, pero esa vez solo recibió 200 dólares. La tercera y última fue en la isla privada de Epstein en las Islas Vírgenes. Allá voló junto a Maxwell y siete rusas que no hablaban una palabra de inglés. Al llegar, todas las chicas recibieron órdenes de quitarse la ropa, besarse, y luego complacer a los invitados. Virginia se encargó del duque. Todos estos detalles y los de otros casos anónimos quedaron consignados en el expediente 279, enviado por el abogado de las chicas explotadas, antes del fin de 2014, a una corte federal en la Florida. Así pretende establecer las condiciones extrañas del acuerdo que favoreció a Epstein y a sus coconspiradores y aspira a que se vuelva a abrir un juicio que resulte en penas más acordes a los crímenes. Sin embargo, todas las personas que podrían corroborar estos detalles tienen abogados pagados por Epstein y siempre invocan la quinta enmienda, según la cual uno tiene derecho a no testificar cuando puede incriminarse. Este silencio comprado le ha servido jurídicamente al príncipe, pero tiene muy mala presentación. A esto se suma que Virginia Roberts publicará su historia, y un libro lleno de detalles podría hacerle un daño enorme a la reputación de la monarquía británica. Las reacciones En un gesto bastante inusual, El palacio de Buckingham negó categóricamente todas las acusaciones, olvidando su política general de no comentar la cantidad de cosas que se publican sobre los miembros de la familia real. La industria de los tabloides vive de inventar cosas sobre los hijos de la reina, pero esta vez, en lugar del tradicional “no comment”, hubo un comunicado: “Negamos enfáticamente que el duque de York haya tenido contacto sexual o relación alguna con Virginia Roberts”. Más allá de lo que pueda expresar la Corona, su influencia en las decisiones de las cortes de la Florida, en los Estados Unidos, puede ser mínima si un juez decide tomar el caso. El tema no será fácil de superar y Andrés puede verse obligado, como mínimo, a declarar ante autoridades norteamericanas. El comunicado no ha sido la única expresión en favor del príncipe. Sarah Ferguson, su exmujer y duquesa de York, lo describió como el mejor hombre que había conocido, mientras el alcalde de Londres, Boris Johnson, le expresó todo su apoyo a través de los medios, así como la exconejita Playboy Denise Martell, que salió con él y alabó su extrema decencia. En contraparte, David Cameron, primer ministro británico, ha optado por no pronunciarse en favor del hijo de la reina, algo que contrasta con su reacción en 2010, cuando lo apoyó en otro escándalo que lo unía al macabro Jeffrey Epstein. Ese año, poco después de que el estadounidense cumpliera su ligera condena, Andrés fue a visitarlo a Nueva York y se les fotografió caminando juntos en Central Park. La imagen suscitó muchas críticas y temores que hoy se confirman. La cercanía con el pederasta condenado le costó al príncipe alejarse de sus funciones como embajador itinerante comercial de la Corona en 2011. Ahora, le cuesta a toda la monarquía un dolor de cabeza para el que no parece haber rápida solución.