Luis Alberto Posada celebra por estos días 40 años de carrera. Y aunque hoy es un ícono de la música popular en Colombia, este hijo de Cartago, Valle del Cauca, reconoce que el camino no fue fácil: durante casi una década, y después de desempeñar toda suerte de oficios, desde cotero hasta recolector de café, tocó muchas puertas antes de que alguna se abriera para demostrar su talento. Su carrera como cantante despegó a mediados de los años ochenta.
Con el ecuatoriano Julio Jaramillo como principal influencia, Posada decidió enfocar su carrera en la música popular, género que contaba con exponentes como Darío Gómez, Rómulo Caicedo, Luis Ramírez Saldarriaga y Óscar Agudelo.
Así lo recordó el llamado Ídolo del Pueblo en una entrevista con SEMANA, en uno de los camerinos del Movistar Arena de Bogotá, donde se presentará este 20 de julio para celebrar la independencia de Colombia y conmemorar su amplia trayectoria. El cantautor, de 61 años, recordó su niñez –en medio de las montañas del norte vallecaucano–, la pérdida de su hijo, asesinado en su pueblo natal, y por qué quiso en algún momento ser cantante de música tropical.
SEMANA: Este concierto es para celebrar 40 años de carrera. ¿Cómo recuerda esos días en los que trabajaba como cotero, pero decidió grabar algunas canciones en casete para darse a conocer en la música?
Luis Alberto Posada: Es una época que recuerdo con agradecimiento. Fui el penúltimo de mis hermanos, que crecimos en un hogar muy humilde, la mayoría analfabetas que no sabíamos ni leer ni nada. Fui un niño que a los 8 años se le fue la mamá. Eso me dejó frío totalmente, quedé con mis hermanos mayores y mi papá en la vida. A él le tocó duro, siendo un hombre humilde y campesino. Recuerdo que mi primer casete lo grabé en una vieja grabadora Silver con unas canciones de Gabriel Raymon, con un requinto y una guitarra de fondo para poder salir a ofrecer mi música. Fue en una casa, no en un estudio. Grabé unas 16 canciones. Un amigo, Leonel Betancur, fue quien me descubrió. En esa época me hice tomar una foto 20 x 25, con un chaleco y un corbatín prestado. Y me daban permiso en la empresa donde trabajaba como bulteador para que fuera a ensayos y buscara shows. Mi carta de presentación era ese casete y esa foto a blanco y negro.
SEMANA: ¿Es cierto que pensó en desistir de la música?
L.P.: Con los años, de tanto insistir, me tropecé con el éxito. Pero antes de eso me pasé diez años tocando puertas y ninguna se abría hasta que una de esas al fin me dio la oportunidad. Y pude grabar un disco de 45 r. p. m. Por un lado, estaba Destino fatal y por el otro, No mereces perdón, que fueron éxitos. Así que después de trasegar tanto y de bolear azadón y crecer en la cordillera de Cartago (Valle), de haber nacido en el barrio San José Obrero, me convertí en un luchador. Llegar al éxito no fue fácil. Alcancé a renunciar dos veces a la música, en épocas en las que solo conseguía trabajo cuando había cosecha de café. Después venía la peladez porque no salía trabajo, y todos vivíamos en un barrio superhumilde, estrato cero. Entonces, haber logrado el éxito es algo que aún no me lo creo; eso pasa cuando vienes de un lugar humilde y te ganaste la vida como un campesino.
SEMANA: Usted hoy es un ícono de la música popular. Pero en una época se imaginó como cantante tropical...
L.P.: Sí, eso fue cuando salieron esos monstruos de la música tropical como Rodolfo Aicardi, Gustavo Quintero, Los Melódicos, La Billos. Por un tiempo quise cantar música tropical, ensayé, monté orquesta, se llamaba Grupo de Oro y fue un fracaso. Pero ya para esa época era Luis Alberto Posada, cantante de música popular, sino que en medio de ello me surgió la idea de grabar un tema tropical y Discos Victoria me permitió grabar dos canciones para un disco de 45 r. p. m. Después del fracaso, me quedé para siempre en la música de despecho.
SEMANA: ¿Qué pasó con Los Inolvidables de Apía, el grupo en el que estuvo en sus comienzos?
L.P.: Era un grupo de grandes compositores y músicos. A Gabriel Echeverry, uno de sus creadores, le llegó el cansancio, porque este es un oficio duro. Se volvió un gran amigo, hermano y patrocinador y cuando terminaban los shows, él quería salir corriendo para su casa. Y lo entiendo, porque a esta edad es lo mismo que me pasa a mí. Pero pasar por el grupo fue una gran experiencia. Y con él seguimos siendo grandes amigos.
SEMANA: Usted ha tenido grandes ausencias en la vida. Una de ellas fue Claudia Patricia, su primera esposa, quien falleció en un accidente y de la que usted fue su mentor. ¿Cómo recuerda ese momento de su vida?
L.P.: Eso fue catastrófico. Año 1994. Yo estaba ahí cuando el carro salió volando por el abismo. Y cuando ella salió por el aire del jeep. Como cuando tú botas una muñeca de trapo. Eso se me quedó en la mente muchísimos años. Ella fue una persona con un talento enorme para la música. Cuando ella se subía a la tarima a cantar a uno se le enchinaba la piel. En vivo cantaba mejor que en el disco. Fue mi mujer y esa pérdida me dejó en vilo. Años después grabé un álbum en su honor, creo que ha sido una de las grandes producciones que he hecho y de donde salieron temas como El precio de tu error.
SEMANA: Eso fue antes de la muerte de uno de sus hijos, que fue asesinado...
L.P.: Sí, lo de Fixonder fue años después. Tenía solo 22 años. Eso me marcó para siempre. El tiempo y de pronto la música, y el altísimo, que lo llena a uno de tanta fuerza, me han ayudado. Uno intenta, con una pérdida como esas, hacerla a un lado, pero los recuerdos siempre se quedan allí. La muerte de mi padre es otra de esas ausencias con las que he tenido que aprender a vivir, un gran hombre que me guio, me enseñó valores y sabiduría, así nos faltara la comida en la casa. Al final, lo que he concluido para lidiar con esas pérdidas es que todos vamos para allá y pronto nos vamos a reencontrar.
SEMANA: ¿Esas grandes pérdidas lo han inspirado más a la hora de cantar una música con una carga emocional tan grande como esta?
L.P.: Sí, porque son dolores que siempre llevas contigo. Esos momentos y esos recuerdos nunca se van. En los últimos tiempos eso ha alimentado mi carrera y hay canciones que me recuerdan a esos seres queridos.
SEMANA: De una carrera colmada de centenares de composiciones, ¿hay alguna que le guste poco?
L.P.: Hay dos canciones que en su momento sentí que no encajaban conmigo, pero vaya totazos que me di después. Una fue El hijo del gato negro y la otra Enamoré a mi hermana.
SEMANA: Usted ha sido un hombre de muchos amores. ¿Cómo está hoy su corazón?
L.P.: Mi actual esposita, Diana Sánchez, me ha acompañado en muchos momentos difíciles. Es la que me ayuda con mi imagen. Y quien se encarga de la estabilidad emocional de Luis Alberto Posada, de mi felicidad. Es la persona por quien respiro, un ser humano que ha llenado de luz mi vida.
SEMANA: Al día siguiente de su concierto de aniversario en Bogotá, va para Miami a celebrar el día de la independencia con los colombianos en el exterior, donde su música tiene una gran fanaticada.
L.P.: Hay muchos hermanos colombianos que esperan estos conciertos. Y a ellos se unen ecuatorianos, chilenos, venezolanos, peruanos a los que también los ha conquistado la música popular colombiana. Eso es un orgullo para mí.
SEMANA: Varios de sus hijos han querido seguir sus pasos en la música. ¿Cómo los acompaña en ese camino?
L.P.: Ha sido muy bonito, pero triste a la vez porque todos cantan y lindo, pero sé que se les va a hacer muy difícil romper con esa frontera de la música. Junior lo está haciendo bien y va escalando en su carrera. Y está Amy, uno de los menorcitos, que también tiene mucho talento. Tiene una ventaja: que no canta parecido a Luis Alberto Posada. En el caso de Junior, sí es la misma genética. Y Amy intenta que se le escuchen algunas cositas parecidas al papá. Pero me da susto porque esta carrera es difícil y no se sabe si la gente los vaya a aceptar. A lo mejor digan: ¿más ‘Posadas’?
SEMANA: No debe ser fácil querer ser cantante de música popular con un papá famoso...
L.P.: La tienen difícil, sí. Ojalá el público colombiano siga apoyando a los nuevos talentos y les dé cabida a mis hijos.