SEMANA: ¿cómo comenzó su trayectoria?

Madeiro (M.): toda mi familia está llena de músicos, todos eran un poco rockeros locos en los años setenta. Tenía una banda que se llamaba los Colores del Tiempo y eran los rockstars, literalmente, hacían giras por Colombia. Yo crecí realmente escuchándolos, viéndolos y admirándolos.

Yo entré a los cinco, cuatro años y medio, a estudiar piano clásico; en Barranquilla monté mi propia consola y empecé a grabar cosas. Allá conocí a mi mentor, Roque Pinilla, con él hacíamos un intercambio. Yo lo dejaba grabar en mi pequeño estudio y él me enseñaba música. Luego, me mudé a Bogotá y estudié música en la Universidad de los Andes. Venir a esta ciudad me abrió la cabeza muchísimo a más cosas.

Después me encuentro con la oportunidad de hacer música infantil. Yo realicé la producción de una canción que se llama la Vaca Lola. Luego de eso hice 23 discos de niños y todos son éxitos totalmente rotundos a nivel infantil. Era muy bueno en eso.

SEMANA: ¿cómo llega el banjo a su vida?

M.: y en todo ese momento decidí crear mi proyecto Madeiro porque dije, a mí me gusta cantar. Hice un viaje a Texas. Vi a un hombre tocar el banjo en un bar allá. Me enamoré del instrumento, me lo traje, empecé a estudiarlo porque es sumamente difícil. El banjo tiene cuatro cuerdas y media.

Entonces, yo como productor, empecé a básicamente a explorar demasiado a nivel instrumentos y sonoridades, porque yo amo el rock, pero detesto que la guitarra eléctrica tape todo en el rock y es bulla. Así que decidí plantear una propuesta diferente, invertí todo el ensamble. Es un proceso en el que llevo casi siete años, madurando mi sonido de alguna manera.

SEMANA: ¿cómo ha sido su proceso como cantante?

M.: hoy en día ya tengo unos 12 o 13 temas afuera y unos 50 guardados, que algún día los escucharán. Pero todo como parte de un proceso de maduración en cuanto a sonoridad, porque yo estoy bien loco y soy demasiado obsesivo con las cosas cuando me propongo algo, lo quiero hacer y lo hago. Durante siete años probando, tocando, no me bañaba, o sea, literalmente esa era mi vida, casi era un ermitaño. Yo soy feliz así, amo estar solo.

SEMANA: ¿cómo llega usted al Factor X?

M.: un día un amigo me llamó y me dijo, me voy a meter en este programa, el Factor X. Así que yo lo acompaño. Me dijo, tráete el banjo y tráete un whisky para que estemos ahí en la fila, lo llevé y él me terminó escribiendo en el concurso. A él lo sacaron en el primer filtro y yo terminé ganando el programa. Era un programa muy grande, con 44.000 personas registradas.

Fue una experiencia hermosa, también, muy desgastante a nivel mental. Nosotros empezamos a grabar, entró la pandemia. Luego, pudimos volver un año después de poner mi vida en pausa. Estuvimos encerrados casi cuatro meses en un cuarto. No podía salir a ver a nadie, no podía estar con nadie. Para la comida entraba un tipo con un casco como astronauta y me dejaba la comida, todo mal.

Entonces, me empezaron a dar, yo soy feliz, yo siempre soy feliz, pero empezaron a darme ataques de ansiedad. Quise salir del programa tres veces, fui a decirlo, no me dejaron. Me dieron pases para caminar por ahí libremente, entonces era como VIP y sí, así fue mi experiencia.

SEMANA: ¿a qué se dedica Madeiro en este momento?

M.: estoy montando un sello discográfico para cambiar, quiero hacer las cosas diferentes. Yo pienso que las oportunidades deberían abrirse de forma diferente. Entonces quiero coger realmente gente talentosa y hablar con personas que les gusta la música. El sello va a ser tanto para artistas adultos como para niños. Quiero firmar niños porque los adoro, porque son una fuente de creatividad impensable. Creatividad que se suele perder a medida que vamos creciendo, sabe. Y eso es triste, uno debería ser niño siempre.

SEMANA: ¿cómo contactó usted con la Liga Autismo?

M.: básicamente, los contacté porque ahorita en mi sello, mi primer artista tiene una condición mental, también, es bipolar maníaca. Pero por alguna razón como que yo me acerco a ellos y los veo y me conecto con personas que tienen algún trastorno. Porque ellos están conectados de otra manera.

Yo no puedo sentir casi empatía, como que si yo no te quiero y no te conozco, no me importa y no porque sea malo. Yo considero que tengo el síndrome de Asperger y al pensar en eso dije, quiero ir a compartir toda mi vida y toda la experiencia con ellos (la Liga contra el Autismo). Quiero ser una inspiración para ellos, porque he logrado generar un impacto en la sociedad, hacer cosas poco comunes, como ganar el Factor X. Quiero decirles a estas personas, esto no es fácil, pero se puede, miren a Messi. Estas personas son inspiración para mí y lo deben ser para ellos. He leído casi seis libros de psicología al respecto y a mí se me graban las cosas, me quedan rayadas en la cabeza.

SEMANA: ¿a qué cree que se debe su éxito?

M.: haber entendido la audición, hay que aprender a llenar el espectro con la música adecuadamente porque tú no puedes escuchar dos cosas en la misma frecuencia. Si todo suena en la mitad se pierde, se deben combinar perfectamente los instrumentos para que cada uno encaje en un hueco.

Es como si tuvieras una cancha de fútbol, ¿verdad?, y si tú tiras mil balones en la mitad, pues entra solo uno. Pero si tiras todos los balones y por entradas diferentes, todos ingresan a tiempo. Si yo meto una guitarra eléctrica se daña todo, porque la guitarra tiene un efecto muy grande, solita, o sea funciona en todas las frecuencias, que es lo que uno tiene que tener cuidado cuando hace la música.

SEMANA: hablemos sobre una de sus últimas canciones, ‘Dosis de dos’.

M.: tiene mucho que ver con las vivencias. Uno más uno va sumando. Somos seres que necesitamos estar balanceados todo el tiempo. No todo puede ser positivo todo el tiempo, es necesario lo negativo. Esa canción habla de eso, de la posibilidad de un amor eterno. Pero de una realidad también, si soy eso, si te completo y si somos esa armonía. Para llegar a preguntar: ¿soy eso que querías? ¿Soy tu completa armonía?