“Nací el 8 de agosto de 1965. Soy signo Leo con ascendente Virgo. Esto lo señalo porque, un día, un brujo me dijo que esa combinación se podía ilustrar con la siguiente imagen: un Ferrari conducido por una monja”.

El relato es de Margarita Rosa de Francisco, la eterna Niña Mencha. La caleña que un día fue reina, pero que hoy, a sus 58 años, habla sin pudor del cansancio que le produce la belleza y de querer vivir “el espectáculo de su propio envejecimiento”.

Vive fuera de Colombia desde hace varios años, pero al país llegará la próxima semana para presentar en la FILBo Margarita va sola, su segundo libro, una suerte de diario que recoge varios de los artículos que ha ido dejando sembrados en la prensa nacional en la última década.

Sincera, la actriz, cantante y ahora escritora confesó por qué dejó de pelear contras las arrugas y cómo se convirtió, sin proponérselo, en un contrapoder en las redes sociales.

Margarita va sola | Foto: Foto: Penguin Random House

SEMANA: ¿Cómo termina una reina de belleza, actriz y cantante en el mundo de la literatura?

Margarita Rosa de Francisco (M.R.F): Escribo desde hace mucho y con el tiempo se volvió una necesidad. Y mi psicoterapeuta se dio cuenta de que me era más fácil expresarme por escrito. Y un día busqué un modo de hacerlo públicamente y le dije a mi representante que me gustaría escribir para la prensa. Búscame una chanfa, le dije. Lo vi como una travesura.

SEMANA: Este es su segundo libro después de El hombre del teléfono. ¿En qué momento se animó a publicar?

(M.R.F): Cuando comencé a escribir columnas en El Tiempo, paralelamente hacía ejercicios de escritura como El hombre del teléfono. Y en un momento, Penguin Random House me propuso escribir un libro de ejercicios y de bienestar. Lo descarté porque sería un libro de autoayuda y yo no sirvo para ayudar a nadie. Pero les dije: tengo otra historia. Se las mandé, les gustó y se convirtió en libro. La editorial me propuso luego hacer una compilación de mis columnas y, haciendo cuentas, son 15 años de escritura pública. En este libro conecto algunos textos a manera de diario. Entonces, he incursionado en el mundo editorial sin querer queriendo.

Margarita Rosa de Francisco | Foto: Foto: Andrés Reina

SEMANA: ¿De cuál de estos textos se arrepiente?

(M.R.F): Una columna, Arte y religión, me parece hoy en día absurda. Esa es la única que realmente me avergüenza. Se me fueron las luces, como se me fueron en muchas otras ocasiones.

SEMANA: El título de este libro es de una expresión caleña, de salsa choke... ¿Cómo nació esa idea?

(M.R.F): Cuando dejé de escribir en El Tiempo (o me renunciaron, mejor), me dije: voy a montar mi propio periódico para escribir sin que nadie me censure. Me lancé con libertad a opinar. En Cali se habla de ‘la rumba va sola’ para significar que la rumba está sobrada, que va bien. Esa expresión la tomo a veces también como una voz de aliento. Me digo: tranquila, Margarita va sola, nadie la va a molestar, ahora no hay patrón que la vaya a despedir.

SEMANA: ¿Aún le duele la censura de su última columna?

(M.R.F): Es que sentí la censura con mucha fuerza. Me dijeron: si usted va a seguir escribiendo en estos términos, mejor no siga, muchas gracias. Me pareció triste, pero lógico porque hablaba de Luis Carlos Sarmiento, así no lo mencionara con nombre propio. Eso me enseñó cómo se maneja la información en Colombia. Fue un aterrizaje sobre el poder de los medios, que no son un contrapoder, sino el poder mismo.

SEMANA: ¿Se cansó de ser bella? Eso se percibe en varios de sus textos...

(M.R.F): Me gusta eso de cansancio, porque fue literalmente así: me cansé de querer sentirme bella. Más que eso, es cansancio del rigor de esa palabra en un país como Colombia. Y que uno tenga que responder a ese concepto como una norma. Y, como he tenido temperamento rebelde desde chiquita, me rebelé y busqué otras maneras de ser bella. Mi concepto de belleza ha cambiado con el tiempo.

Margarita Rosa de Francisco, dijo que le han ofrecido puestos desde que estaban en campaña. | Foto: Foto: Archivo personal Margarita Rosa de Francisco

SEMANA: Usted forma parte de un movimiento de mujeres que exigen vivir la llegada de la vejez con dignidad...

(M.R.F): La pandemia tuvo mucho que ver. En ese momento todos sentimos la muerte cerca y descubrimos que importaba era la vida misma. La manera como empecé a ver mi cuerpo y tener ese contacto con la muerte me hizo cambiar los valores de las cosas. Me dije: qué absurdo luchar contra lo que ha de ser, vivir esa angustia, esa carrera hacia ningún lado. Claro, me echo mis cremitas, hago lo que puedo, pero ya cortarme la cara, hacerme rellenos y bótox, dije no más.

SEMANA: Hasta hace poco usted era una suerte de contrapoder en las redes, ¿qué le dejó esa experiencia?

(M.R.F): Se dio sin darme cuenta. Con mis columnas empecé a dar puntadas de mi desacuerdo con lo establecido. Y me fui metiendo en la discusión pública, y muchas personas fueron respaldando eso, otras no. Ahora, no era que me quisiera convertir en contrapoder, pero se fue creando como una marca alrededor de mí en Twitter. Y no todo fueron aplausos, muchos me criticaban, hice muchos enemigos.

SEMANA: ¿Por eso cerró la cuenta?

(M.R.F): He sido bastante amorosa con mis haters, son los que me ponen a pensar. Nunca me molestó que me dijeran cosas horribles. Pero me cansé de mi propia postura, o creerme el cuento del contrapoder me perece peligrosísimo. Entonces pensé que si de verdad estaba influenciando gente, mejor me retiraba, porque a veces opinaba en caliente y decía cosas de las que luego me arrepentía. Estaba siendo un elemento tóxico dentro de la discusión.

SEMANA: Dicen que a las redes les sobran ideas, pero les falta debate.

(M.R.F): Sí, y no hay manera de detenerse a pensar. Me salí de Twitter porque estando dentro es imposible dilucidar qué es verdad y qué no. Yo misma decía mucho disparate, y en este libro también los hay, pero por lo menos leer se hace en silencio, con un momento para reflexionar. Twitter es reactivo y una competencia en la que todos quieren ser más listos que el otro. Las vanidades que uno lleva dentro salen allí. Eso me aterró.

SEMANA: ¿Le molesta que la llamen mamerta?

(M.R.F): No, me encanta. Me gusta reivindicar palabras insultantes como esa, resignificarlas y volverlas una cualidad. Mamerta significa, para muchos, la izquierda. Y yo no soy de izquierda, no soy comunista, no estoy en el extremo.

SEMANA: Hace unos días circuló la versión de que este Gobierno le había ofrecido un alto cargo. ¿Fue cierto?

(M.R.F): Me han ofrecido puestos desde que estábamos en campaña. Como senadora, como vicepresidenta y como cónsul. Y hoy agradezco la lucidez de aceptar que no cumplo con las cualidades para esos cargos. Nunca he buscado que me paguen con cargos el apoyo que desde el inicio le di al proyecto de Gustavo Petro.

SEMANA: ¿Sigue creyendo en este Gobierno o es otra ‘petroentusada’?

(M.R.F): Sigo firme y no me he arrepentido ni por un segundo de mi voto. Creo que lo que propone Petro es un cambio de paradigma tan grande que va en contravía de lo que habíamos estado acostumbrados. Y eso produce mucha resistencia en una sociedad tan conservadora. Y lo que muchos no ven es que el único poder que tiene Petro es el de la ciudadanía.