El de actuar era para Juanes un sueño largamente aplazado. Y no es que haya buscado con desesperación una oportunidad delante de las cámaras. Simplemente, un día, al llegar a la casa en Miami, su esposa lo recibió con un recado que lo cambiaría todo: “Te anda buscando el director Andrés Baiz, quiere que actúes en su próxima película”.
Con los ojos iluminados, Juanes confiesa que no lo podía creer. Había seguido de cerca, con profunda admiración, la carrera de Baiz (Satanás, Griselda, Narcos, La cara oculta) y no sospechaba que, solo días antes de que esa propuesta tocara a su puerta, el cineasta caleño había pasado largas horas buscando al actor perfecto para interpretar al mayor de los hermanos Estrada, pertenecientes a una familia de contrabandistas de gasolina que se movían por el desierto desafiando la muerte.
El trasfondo de esta historia recrea lo que sucedía una década atrás, cuando la gasolina de Venezuela era la más barata del mundo, y el contrabando de este combustible era frecuente en la frontera colombo-venezolana.
Baiz cuenta que el asunto con Juanes fue más sencillo de lo que podría parecer: “Estaba en Google y de repente me apareció una foto de Juanes, con ese look de pelo largo y de hombre rebelde. Dije: ‘Él es’. Busqué cómo contactarlo, hablamos por Zoom y aceptó la propuesta. Le dije: ‘No te quiero en un cameo, no busco que salga tu música, no quiero a Juanes’. Y él lo entendió. Al set llegó preparadísimo y muy comprometido con esta nueva faceta que yo le proponía. Ha sido increíble tenerlo en esta historia”, asegura el director a SEMANA.
El propio Juanes cuenta que no imaginaba convertirse en actor a sus 52 años, consagrado ya como uno de los grandes artistas de Latinoamérica, ni estrenarse en ese rol junto con figuras de renombre, como el mexicano Alejandro Speitzer, el cubano Alberto Guerra y la colombiana Laura Osma. Y menos recibir aplausos en un espacio distinto a los escenarios: el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde la película se estrenó con gran éxito en septiembre de este año. Precisamente, de este paso insospechado por la actuación en Pimpinero, sangre y gasolina, que el pasado 10 de octubre aterrizó en las salas de cine del país, el cantante paisa conversó con esta revista.
SEMANA: En el estreno para medios de comunicación en Colombia de la película, usted reconoció que esta nueva faceta lo puso en un lugar de incomodidad. ¿Cómo la vivió en realidad?
Juanes: Sí, fue real. Cuando Andy me contactó para este proyecto, me dejó claras las cosas desde el comienzo: “No quiero tu música, no quiero a Juanes en pantalla. Quiero que seas un personaje más dentro de la película”. Es más, me pidió que hiciera dos castings para dos personajes muy distintos. Cuando lo conocí le confesé que era superfan de su trabajo como director. Luego le dije: “Quiero intentarlo, de verdad”. Y me le medí a los dos castings que pidió. Ya grabar en sí fue una experiencia muy extraña desde el principio. Estar en un set de grabación fue retador. Yo había estado en esa clase de sets haciendo videos y cosas de ese tipo, relacionadas siempre con mi música, pero nunca había estado actuando. Menos trabajando con un director y unos actores que son demasiado top en esta industria. Todo era muy muy loco para mí. Todo esto me ponía muy nervioso.
SEMANA: Pero alguna vez dijo que desde niño la actuación le llamó la atención.
Juanes: Sí, desde niño siempre me gustó el cine y lo he admirado. Había hecho en cine cosas muy pequeñas. Pero, siendo honesto, nunca había buscado que esto de la actuación pasara en mi vida, pero cuando el destino te pone una oportunidad así, de esa manera, simplemente no la puedes desaprovechar.
SEMANA: ¿Qué pasó con su carrera como cantante en ese momento?
Juanes: Fue una decisión arriesgada en mi carrera, dedicar dos meses de mi vida a estar en un set de grabación. Dije: “No hay conciertos, no hay nueva música, me voy a concentrar en la película. Me voy para La Guajira varias semanas y, sobre todo, me voy a preparar”. Me entrené con una coach de actuación, y Carolina Gómez, en este caso, fue quien me ayudó en esa preparación para poder meterme en la piel de Moisés Estrada. Al final, lo disfruté bastante y me gustó la experiencia.
SEMANA: Para esta película tuvo que presentar dos castings, uno de ellos era el de un villano. ¿Le hubiera gustado verse más en ese rol?
Juanes: (Risas) En ambos casos lo hubiera disfrutado. Me hubiera gustado hacer de villano. Confieso que hacer esos castings me ponía muy nervioso, pero era como jugar un poco a ser otra persona y buscar maneras de representar eso. Entonces, yo sabía que en uno de los personajes era un hombre estoico, serio, profundo, que fue el que finalmente interpreté en esta película, y en el otro era un loco que movía las manos todo el tiempo. Más como un guache, como decimos acá, en Colombia, algo más irreverente. El caso es que todo en este proceso de actuar fue superincómodo y hasta extraño, pero hoy me siento muy agradecido de haber formado parte de esta historia y llegarle a la gente de esta manera. Algún día les mostraré ese otro casting de villano para que me digan cómo lo hice y hasta me hagan bullying.
SEMANA: ¿Cómo lo apoyó su esposa, Karen Martínez, que tiene gran experiencia como actriz, en esta titánica tarea?
Juanes: Me apoyó muchísimo. Desde el primer día. Es más, fue ella quien me contó todo. “Me llamó Luis Badaguer, que es el mánager de Sofía Vergara, y me está diciendo que si quieres actuar en la película de Andy Baiz”, me dijo un día. Yo solo dije: “¡¿Qué?!”. Y después me ayudó a preparar el casting. Siempre me decía haz esto o haz aquello. Apréndete el texto, pero no se trata solo de memorizar unos diálogos. Me compartió todos esos secretos que ella ha usado por tantos años como actriz. La verdad es que fue muy emocionante compartir todo este proceso con mi familia, mi esposa y mi hija Luna, que está estudiando cine.
SEMANA: ¿Y está preparado para las críticas de una cineasta en casa?
Juanes: Ella ha disfrutado mucho que yo me metiera en esto de actuar. Y les cuento que mis hijos siempre han sido los primeros críticos de mi trabajo, incluso en la música. A mí me gusta eso, disfruto esa retroalimentación. Cada vez que trabajo en algo nuevo, les digo: “Por favor, díganme la verdad”. Así ha sido siempre, me confiesan cuando no les gusta una canción, por ejemplo. O si les suena chévere. Yo, como padre, siempre los escucho y tomo en cuenta sus opiniones.