El papá, de Michael Jordan, James, dijo en una entrevista la frase que mejor define la personalidad del basquetbolista: “Si quieres sacar lo mejor de Michael solo debes decirle que él no es capaz de hacer algo o que alguien lo puede hacer mejor que él”. Competitivo hasta la médula, Jordan siempre estuvo dispuesto a todo para ganar. Así fue en la casa, cuando jugaba con uno de sus hermanos mayores o en la universidad, cuando comenzó a entrenar de más porque vio que había compañeros mejores que él. También en la NBA, a donde llegó con una meta: ser el mejor basquetbolista del mundo.
Lo logró con creces. Llevó a los Bulls de Chicago, un equipo hasta entonces mediocre, a ganar seis títulos; obtuvo diez trofeos como el máximo anotador de la liga, fue el jugador más valioso en cinco temporadas y en seis finales estuvo diez veces entre los mejores cinco de la NBA e incluso ganó un premio como mejor defensor. En toda su carrera, además, tuvo un promedio de 30,1 puntos por partido, el mayor de la historia de la liga. “La gente le tenía miedo. Éramos sus compañeros y nos daba miedo”, dice el exbasquetbolista Jud Buechler. Pero como lo muestra ‘El último baile‘, la serie documental sobre su último título con los Bulls, que Netflix terminó de emitir hace unos días, ese brillo sin igual tuvo consecuencias. Siempre competitivo, Michael no siempre fue el mejor compañero ni el mejor rival. Will Perdue, uno de los pívots del equipo en los primeros tres títulos, lo resume: “No nos equivoquemos. Era agresivo, era un imbécil, se pasó de la raya varias veces. Pero a medida que pasa el tiempo y recuerdas lo que estaba tratando de conseguir, piensas que era un gran compañero”. Jordan no concebía la frase de “lo importante es participar” y siempre jugaba para ganar. Y cuando sentía que algunos de sus compañeros no daban lo mejor de ellos o no se esforzaban al máximo, era capaz de gritarles, de intimidarlos con comentarios ácidos o agresivos, de burlarse de ellos e incluso de golpearlos. Como explica Jud Buechler, uno de los jugadores de reserva del equipo, “la gente le tenía miedo. Éramos sus compañeros y nos daba miedo”.
Ese polémico estilo de liderazgo no ha estado exento de críticas desde que salió el documental. Pero Jordan lo justifica: “Arrastré a las personas cuando no querían ser arrastradas. Las desafié cuando no querían que las desafiaran. Y gané ese derecho porque quienes vinieron después de mí no soportaron todas las cosas que yo soporté”. Varios excompañeros de Jordan han criticado que él haya revelado secretos del equipo, como las fiestas de comienzos de los ochenta con cocaína y mujeres No todos sus excompañeros parecen estar de acuerdo. El documental, de hecho, ha abierto viejas heridas y varios han salido a criticarlo. Horace Grant, a quien Michael acusa de filtrar a un periodista su trato agresivo con otros compañeros, salió a decir que era un documental lleno de mentiras a favor de Jordan. Otros han criticado que haya revelado secretos del equipo, como las fiestas de comienzos de los ochenta con cocaína, marihuana y mujeres. Y algunos han dicho que era un tipo muy vengativo y que su estilo no funcionaría hoy en día. Incluso su gran amigo y compañero en los Bulls, Scottie Pippen, el segundo al mando de ese equipo legendario, habría quedado molesto con el trato que le dieron en el documental.
Pippen no ha dicho nada, pero varios periodistas cercanos a él han comentado que no le gusto que enfocaran tanto sus errores en el campo y que el resultado fuera más una oda a Jordan, que un homenaje a todo el equipo. Pero a la par de las críticas, el documental ha llevado la fama de Jordan a otro nivel. Tal como él lo dice: “Ganar tiene consecuencias, el liderazgo tiene consecuencias”.