Michelle Obama es una voz de muchas causas silenciosas. Cuando fue primera dama se convirtió en una abanderada de la obesidad infantil, un grave problema que afecta a millones de niños, pero del que se habla poco. En medio de la pandemia, la ex primera dama de Estados Unidos fue una de las primeras en contar de frente una de las principales dolencias del confinamiento y la soledad. Michelle aseguró que sufría de lo que ella denominó una leve depresión. “He tenido altibajos emocionales en los últimos cinco meses. Esos momentos en que no te sientes como tú misma eres”, relató en su pódcast en una conversación con la periodista Michele Norris.
Esta semana, Michelle hizo una declaración igual de conmovedora en The Late Show With Stephen Colbert. En diálogo con el popular presentador estadounidense, la ex primera dama se refirió a esa afirmación. Contó que cuando comenzó la pandemia las cosas en la familia comenzaron a ser muy diferentes. Había noches de películas, había muchos días juntos. Y eso se convirtió, después de tantos años en la ajetreada política, en una bendición. Su hija Malia era la que los llevaba a tener grandes maratones de televisión y ellos se sentían afortunados de pasar tanto tiempo juntos.
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Sin embargo, los meses de confinamiento comenzaron a prolongarse. Y esa felicidad dejó de ser permanente. También había momentos difíciles, de soledad, de angustia. El periodista le preguntó cómo hizo para manejar esos bajonazos y lo que ella había descrito como una leve depresión.
“Esos momentos son parte de la vida”, respondió Obama. “Nadie monta la vida en las alturas. Y creo que es importante que los jóvenes lo sepan. No, no te vas a sentir bien todo el tiempo. Hay momentos en todas nuestras vidas, particularmente en medio de una pandemia y disturbios raciales, te sentirás de alguna manera al respecto, así que date un respiro”.
Michelle dijo que esas verdades comienzan a aparecer con los años y que por eso quiere compartirlas. Ahora, a sus 57 años, la abogada contó que cuando era primera dama había momentos en que simplemente había decidido apagar las noticias porque era demasiado abrumador ver tantas cosas malas que pasaban. “Hoy sé que las noticias no muestran totalmente lo que un país es”, dijo.
“Me aparto de eso. Me rodeo de cosas que me hacen sentir bien: familia, amigos, paseos, ejercicio. Entonces, cuando hablo con mis hijas sobre eso, trato de instarlos a que comprendan que los valles son temporales y también lo son los picos. Pueden ser temporales. Y tienen que estar preparados para manejar los altibajos “.
Obama aseguró que no es que sea fácil hacerlo, pero que hay cosas que ayudan. Por ejemplo, ella en la pandemia ha decidido llevar un horario, una rutina y siempre cumplirla. Nunca pasa un día sin bañarse o arreglarse. “Porque si pasas el día con la luz apagada, en las cobijas y baja de nota, al otro día simplemente vas a querer hacer lo mismo”, agregó.
Una primera dama que dejó huella
Michelle Obama llegó a la Casa Blanca como la primera afrodescendiente en un país históricamente racista y salió con una popularidad solo comparable con la de Eleanor Roosevelt en 1945. En materia de primeras damas, en Estados Unidos ha habido de todo. Bess Truman y Mamie Eisenhower simbolizaron a las amas de casa tradicionales. Jacqueline Kennedy, la elegancia, distinción y glamur, aunque solo tenía 31 años cuando asesinaron a su esposo. Las esposas de Johnson, Nixon, Ford y Carter desempeñaron adecuadamente el papel contemporáneo atribuido a las cónyuges de los primeros mandatarios: promover la vida sana, hacer ejercicio, y decir no a las drogas y al alcohol, entre otras iniciativas de esa naturaleza. Las más poderosas han sido Nancy Reagan y Hillary Clinton, quienes no solo influyeron sobre sus maridos, sino también sobre la agenda gubernamental. Las dos esposas Bush pasaron a la historia por su discreción. Y Melania Trump por su rostro inexpresivo.
Pero pocas habían despertado tanto entusiasmo y tanta admiración como Michelle Obama. Nunca fue una ama de casa promedio, sino que era reconocida como una gran abogada graduada de quizás la mejor facultad de leyes que existe en ese país. Su papel fue tan fundamental que los reconocimientos no se han hecho esperar. El diario The New York Times le dedicó varias columnas entre las que se destaca la de Frank Bruni, quien aseguró en su momento que Michelle Obama dio el gran golpe de gracia al “representar la conciencia de la nación y dejar claro que es una guardiana de nuestros valores más importantes”.
El periódico neoyorquino también dedicó gran parte de su revista dominical a rendirle tributo por medio de voces protagónicas de la literatura, el activismo, el periodismo y la cultura actual. SEMANA reprodujo en ese momento varios apartes de estas voces para ilustrar el legado de Michelle Obama, una primera dama popular porque, más allá de su color de piel, no tiene par.
“Con cariño para Michelle”
Chimamanda Ngozi Adichie publicó la novela Americanah en 2013, y el año siguiente el renombrado ensayo ‘Todos deberíamos ser feministas’. Sus postulados han inspirado, entre varios artistas, a Beyoncé, y estas son algunas de sus percepciones de la vida y el legado de Michelle. • “En el bufete de abogados en el que se conocieron antes de que el amor los uniera, fue mentora de su marido. Parecían ser amigos, socios, iguales en un matrimonio moderno en un nuevo siglo norteamericano. Y aun así, votantes y observadores, amplias franjas de Estados Unidos, querían que ella se conformara y se relegara, que limpiara su lengua de sabiduría y puyas. Cuando habló de su mal aliento en la mañana, un detalle peculiar y humano de su marido, la acusaron de castrarlo”. • “La historia de su vida, como la contó ella, era muy estadounidense y empapada de nostalgia: un padre que trabajaba turnos largos y una madre que se quedaba en casa. Casi un recuento mítico de autosuficiencia, de moderación, de satisfacción de clase trabajadora. Pero ella también descendió de esclavos, esos seres humanos completos considerados fragmentos por el Estado. Y la ambivalencia debe ser su derecho de nacimiento. Para mí, una persona criada en el extranjero que quiere a Estados Unidos, una de sus grandes curiosidades es esta: aquellos que tienen más razón para disentir son aquellos a los que menos se les permite”. • “Abrió las puertas de la Casa Blanca a las personas al margen. Ella perteneció a la clase trabajadora y también fue a Princeton, y por eso podía hablar de las oportunidades como un hecho tangible”.
Por su parte, Gloria Steinem, la icónica activista feminista y escritora que por décadas ha abrazado muchas de las causas que Michelle ha impulsado y apadrinado desde su posición, añade: • “Sabía que, como su esposo, era abogada de Harvard, pero que, a diferencia de él, había crecido en el lado sur de Chicago y sus padres no habían ido a la universidad. Luego de la campaña exitosa de Barack al Senado, ella decidió no mudarse a Washington. Él viajaba entonces a su casa y a sus dos hijas en Chicago, donde ella ocupaba un cargo importante como cabeza de asuntos comunitarios en un hospital”. • “Cautivó mi imaginación cuando se convirtió en primera dama. Una mujer alta, fuerte, elegante y sumamente inteligente que vivía en la Casa Blanca. Logró transmitir dignidad y humor al tiempo, ser madre de dos hijas e insistir en cenar en familia, y abordar temas de salud y enfrentar una industria de alimentos acostumbrada a utilidades poco saludables. Lo hizo a pesar del yugo y del prejuicio que cuestionaban cada una de sus acciones”. • “Tras una década bajo el microscopio, consiguió lo que ninguna otra primera dama y muy pocas personas en ejercicio de cargos públicos lograron: vivir una vida pública sin sacrificar su privacidad o su autenticidad”. • “¿Qué hará ahora? Depende de ella. Podría hacerlo todo, desde convertirse en senadora del estado de Illinois hasta liderar campañas globales por la seguridad y la educación de las niñas. También podría escoger una vida privada. Sea lo que sea, confío en su juicio”.
El biógrafo Jon Meacham, ganador del Premio Pulitzer y quien ha publicado libros sobre personajes como Thomas Jefferson, Andrew Jackson, Franklin D. Roosevelt y George H. W. Bush, se refirió así a la saliente figura: • “Se desempeñó como la primera afroamericana en ser primera dama, debía desempeñarse para ser exitosa en su rol público. En términos de Voltaire, cultivó su propio jardín sin amenazar o intimidar a los vecinos”.
Por último, escribió Rashida Jones, actriz, guionista y productora de peso en Hollywood, quien ha sabido triunfar sin el apoyo de su padre, el productor musical Quincy Jones. • “Como primera dama ha cubierto todos los frentes: esposa cariñosa, madre protectora, defensora de la salud y del bienestar, entusiasta de los jardines y, sí, ícono de moda. Y todos estos logros dejaron satisfechos a los tradicionalistas”. • “Michelle Obama representa a la estadounidense moderna. Es muy raro que alguien pueda expresar tantas identidades al tiempo y ser auténtica”. • “Si la meta del feminismo es alcanzar una igualdad en oportunidades y elecciones, Michelle Obama me hace sentir que todas las posibilidades están abiertas. Es posible ir a Princeton y a Harvard, es posible rapear con Missy Elliott, es posible ser madre, abogada, y poderosa oradora. Tendrá su propio legado, separado del de su marido: el de ser la primera dama que mostró que no hay que escoger, que está bien serlo todo”.