Nadie sabe cómo han logrado sobrevivir las monarquías en pleno siglo XXI. Pero lo cierto es que una época marcada por marchas y protestas sociales, varios países del primer mundo como Suecia, España, Bélgica, Holanda, el Reino Unido o Dinamarca tienen reyes, reinas, príncipes y princesas.
Históricamente a la gente le gustaba tener reyes porque simbolizaban el poder y unidad más allá de la democracia electoral. En otras épocas, cuando llegaron los gobiernos elegidos por voto popular, los reyes y sus familias se convirtieron en un símbolo nacional. Su única tarea consistía en proyectar la imagen de una familia ideal ante sus súbditos. Pero eso ha cambiado en los últimos años con la llegada de las redes sociales, los tabloides y los chismes sobre la realeza. Tanto, que algunos calculan que las monarquías de España y el Reino Unido, las más importantes de Europa, no durarán muchos años. Realeza británica
Al príncipe Andrés, el hijo favorito de la reina, lo acusan de tener relaciones sexuales con una niña. Hoy, la familia de Isabel II está lejos de ser ideal. En el Reino Unido queda muy poco de la supuesta familia real perfecta, ejemplo de los valores y las virtudes británicas. De los hijos de Isabel II, por poner un ejemplo, el único con una familia estable es el príncipe Eduardo, quien lleva casado con su esposa Sofía 21 años. Todos los demás, incluyendo a Carlos, el futuro rey, han pasado por un escandaloso proceso de divorcio, que en muchos casos incluyó infidelidades ventiladas públicamente.
A ese grupo se sumaron hace poco Peter Philips, el nieto preferido de la reina (hijo de la princesa Ana), quien se divorció de su esposa Autumn, y David Armstrong-Jones, el sobrino de Isabel II, quien se separó de su esposa Serena. Nada es tan grave como la desilusión creada por el príncipe Harry y Meghan Markle, que decidieron abandonar la realeza llevándose por delante a la familia. Dos noticias opacadas por el escándalo del príncipe Andrés, otro hijo de la reina, acusado de participar en la trama de pedofilia y prostitución infantil del millonario Jeffrey Epstein.
Con su decisión de dejar la realeza, para vivir una vida de farándula, el príncipe Harry y Meghan Markle rompieron la unidad de su familia y desilusionaron a muchos súbditos. Todo eso, sin embargo, no es tan grave como la desilusión creada por el príncipe Harry y Meghan Markle con su decisión de abandonar la familia real. Ambos, aburridos de la rígida vida en la realeza y de la mala relación de Meghan con la prensa, decidieron marcharse con su hijo Archie a explotar comercialmente su fama y a vivir una vida de farándula entre Los Ángeles y Canadá.
Como si eso fuera poco, al hacerlo se llevaron por delante la unión familiar. Eso quedó demostrado esta semana, cuando se encontraron con el príncipe William y Kate Middleton en el último evento oficial de la realeza en el que participaron. Solo se saludaron con un frío “hola” a distancia y muchos extrañaron los abrazos, las miradas cómplices y las charlas familiares. Realeza española
Según el periodista Leonardo Faccio, la reina Letizia se cansó de la vida en la realeza y quiere su propio megxit. El único problema: tendría que dejar a sus hijas con el rey. En España las cosas no son muy distintas. El rey emérito Juan Carlos de Borbón, hasta hace unos años admirado por liderar la transición a la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco, está metido en un escándalo financiero.
A comienzos de marzo, un periódico suizo denunció que el monarca tiene una cuenta bancaria secreta en ese país a nombre de una fundación panameña, en la que habría recibido 100 millones de dólares del rey de arabia Saudita en 2008 y de la que le habría transferido 65 millones a su amante, Corinna Larsen. En España Iñaki Urdangarin, esposo de la infanta Cristina de borbón y cuñado del actual rey Felipe VI, paga seis años de cárcel desde 2017. La justicia suiza cree que se trata de lavado de dinero, proveniente de una coima por la construcción del proyecto del tren de alta velocidad en La Meca. Como si eso fuera poco, The telegraph dice que desde esa cuenta, el rey pagó viajes en jets privados. El escándalo incluso tocó al actual monarca Felipe VI, a quien el diario británico acusa de ser el segundo beneficiario legal de la cuenta creada por su padre. Tanto así, que el pasado fin de semana el rey renunció a la herencia de su padre y optó por quitarle las subvenciones que recibe de la corona.
En Suiza acusan al rey emérito Juan Carlos de España de tener una cuenta secreta, a nombre de una fundación, desde la que recibió millonarias donaciones y le envió plata a su amante, Corinna Larsen. Eso se suma a los escándalos que el rey Juan Carlos ya había acumulado al final de su reinado: lo fotografiaron cazando elefantes en Botswana y sus múltiples aventuras amorosas salieron en la prensa.
Además de eso, Iñaki Urdangarin, esposo de la infanta Cristina de borbón y cuñado del actual rey Felipe VI, paga seis años de cárcel desde 2017 por corrupción. Carisma: el único seguro Aunque nada de eso ofrece un buen ejemplo a los súbditos, lo que mantiene a las monarquías vivas es el carisma de los herederos al trono.
Muchos ingleses, por ejemplo, han visto en Kate Middleton una reina del estilo de los cuentos de Walt Disney. De origen plebeyo, ha sabido adaptarse a la vida en la nobleza, adora a su marido y tiene 3 hijos, una familia ideal.
En las últimas semanas, la reina Isabel ha sufrido varios divorcios en su familia: su sobrino David Armstrong- Jones se separó de su esposa, Serena. Y su nieto Peter Phillips acabó su relación con Autumn Kelly, luego de 12 años de matrimonio Como si eso fuera poco, William resultó un príncipe ejemplar: atractivo, simpático, se conecta con la gente y va a todas partes a donde lo llaman, sin chistar. El periodista Leonardo Faccio la describe a la reina Letizia, de España, como una mujer controladora, sobreprotectora con sus hijas y poco carismática. Lo mismo puede decirse del rey Felipe VI, de España. Su único problema, según la prensa, además de estar mencionada en el actual escándalo de su padre, es su esposa Letizia, quien se parece mucho más a Meghan que a Kate.
De hecho acaba de salir un libro llamado Letizia, la reina impaciente, en el que el periodista Leonardo Faccio la describe como una mujer controladora, sobreprotectora con sus hijas y poco carismática. Lo más llamativo del texto, sin embargo, es la noticia de que ella quiere su propio ‘megxit’. Al parecer, y ya que poco la quieren en el Palacio de La Zarzuela, Letizia se cansó de una vida de cortar cintas y participar en cocteles aburridos. Inspirada en la valentía de Meghan, quiere recuperar su libertad.
Iñaki Urdangarin, cuñado del rey Felipe VI y esposo de la infanta Cristina, fue declarado culpable de desviar dineros públicos a sus cuentas personales. El problema es que ella no es una princesa en el sexto lugar en la línea de sucesión al trono, sino la reina. Por lo que en esa hipotética situación, sus hijas (herederas al trono) tendrían que quedarse con el papá. Por lo menos por ahora, porque si los escándalos siguen y el carisma de los herederos se acaba, los españoles y los británicos podrían cansarse de financiar con sus impuestos a dos familias que han demostrado ser más disfuncionales que ideales.